EL SEGUIMIENTO PASTORAL DE LOS MORIBUNDOS
Conferencia del P. ARNALDO PANGRAZZI
Uno de los ámbitos privilegiados de la
acción pastoral se refiere al seguimiento de los moribundos.
La pastoral de los
moribundos está muy condicionada por el clima cultural que atraviesa la
sociedad actual, llevada a exorcizar la muerte. Entre los aspectos culturales
que contribuyen a complicar el encuentro con la muerte tenemos:
–
el clima de hedonismo y materialismo existente;
–
– la negación de la muerte, considerada un tabú;
–
– la medicalización y el tecnicismo que deshumanizan el morir;
–
– la institucionalización, que confina el morir a los centros sanitarios;
–
– la remoción de la muerte de la vida cotidiana;
–
– el lenguaje lleno de eufemismos que enmascara la realidad por lo que el
cáncer se convierte en “aquel feo mal” o una “neoplasia”; la muerte es
anunciada con: “se ha ido”, “nos ha dejado”, “ha desaparecido”, porque decir
“ha muerto” parece deshumano;
–
– el paternalismo, que se manifiesta en actitudes protectivas;
–
– el énfasis biológico que reduce el morir al proceso físico sin tener en
cuenta el ser global de la persona.
Humanizar el morir
La muerte es para todos
la única certeza en la vida. Sin embargo, el riesgo es que el temor tome la
delantera mortificando la libertad y paralizando la creatividad humana.
El desafío consiste en
actuar dentro de la cultura para redimensionar gradualmente las actitudes y los
condicionamientos arriba mencionados, que impiden elecciones más maduras frente
al acontecimiento que acomuna a todos los seres humanos. Las etapas para
humanizar el morir, comprenden el:
–
tomar conciencia que la vida está llena de muerte y que la muerte es
fecunda de vida;
–
– afrontar la muerte en primera persona captando y no rechazando aquellas
ocasiones que se presentan, para mirarla en la cara y reflexionar sobre su
significado;
–
– aprender a dar un nombre a los propios temores y ansiedades, ante la
eventualidad de la propia muerte o la de los demás;
–
– participar en momentos formativos sobre el tema para atenuar el peso de
los mecanismos de defensa y ampliar el horizonte de la libertad interior;
–
– valorar la oportunidad de comunicar con quien está dispuesto a hablar de
su morir, para no confiar los propios sentimientos y pensamientos al silencio.
El proceso del morir: actitudes,
sentimientos y recursos
El aproximarse de la
muerte produce en quien la vive el pésame anticipatorio, que se manifiesta en
un abanico de actitudes y estados de ánimo.
Las actitudes reciben la
influencia de varios factores como: el propio carácter, los papeles
interpretados, la presencia o no de una fe, el modo con el que se mira el
propio pasado o a los proyectos futuros, la reconociliación o no con la propia
fragilidad y provisoriedad, etc.
Actitudes recurrentes
frente a la muerte, son:
–
la confusión y el desconcierto
–
– la resignación
–
– la rebelión o la protesta
–
– el cierre
–
– la desesperación y/o la desconsolación
–
– la huída y/o el evitar
Las actitudes están acompañadas por una
variedad de estados de ánimo y sentimientos, entre los cuales: el shock, la
ansiedad, la angustia, el temor, la tristeza, la soledad, la depresión, el
resentimiento, la cólera, el sentido de culpa, la envidia, la vergüenza.
El que está por morir
puede acudir a un moasico de recursos, internos y externos, para hacer frente
al eventual desapego de los bienes y de las personas amadas.
La cantidad y la calidad
de los recursos incide directamente en el modo de vivir el proceso del morir.
Entre los recursos
externos se pueden indicar:
–
la disponibilidad, en las cercanías, de adecuados centros sanitarios, de
personal sanitario y de fármacos;
–
– el apoyo de la propia familia, de los propios seres queridos y de los
amigos;
–
– la pertenencia a una comunidad o a una fe religiosa;
–
– la cercanía de personas sensibles, como el sacerdote, los voluntarios;
–
– los recursos económicos. Entre los recursos internos, que al final son
los más determinantes, tenemos:
–
– la propia filosofía de vida;
–
– los dones o las cualidades que posee el individuo (p.e. paciencia, valentía,
tenacia...);
–
– la capacidad de abrirse, de comunicar y de interactuar con los demás;
– la satisfacción en torno al propio pasado;
– la satisfacción en torno al propio pasado;
–
– la confianza hacia el futuro;
–
– la calidad de la propia fe y espiritualidad;
–
– el saber hacer fecundo el dolor;
–
– la paz y/o la serenidad interior;
–
– la oración...
El siguiente coloquio pone en luz
reacciones y actitudes de un moribundo y el estilo relacional de un agente de
pastoral que lo visita.
Esta enfermedad
está destruyendo lo que más amo en el mundo
Informaciones:
Laura se encuentra
internada en la sección de oncología. Tiene cerca de 55 años, está casada y
tiene tres hijas. El diagnóstico de la hospitalización es un tumor en el
hígado. La paciente se encuentra en el hospital desde hace 10 días para
efectuar un ciclo de quimioterapia y ya ha efectuado otros. Es la primera vez
que tengo un diálogo con ella.
Coloquio:
L.=Laura D.=David
(Después de haber
terminado el coloquio con la paciente de la cama de al lado me acerco a la cama
de la Sra. Laura, pero me doy cuenta que duerme y estoy por irme cuando la Sra.
Laura me detiene).
L1. No estoy durmiendo, he escuchado lo
que decía a la señora (con un tono de voz no severo pero desconsolado).
D1. Me parecía que dormía...
L2. No, sólo tengo pocas ganas de ver a personas, este
lugar me deprime mucho...
D2. Si gusta, puedo marcharme... (respondo con cierto
embarazo).
L3. No, permanezca, no se preocupe (el tono de su voz es
más acogedor).
D3. Me llamo David y colaboro con los capellanes... (me
interrumpe bruscamente).
L4. Sí, le he visto la semana pasada, había pasado por
aquí, pero yo me hacía la dormida.
D4. (Permanezco algo perplejo acerca de lo que puedo
decir) Imagino que esté sufriendo mucho, por esto no quiere ver a nadie...
L5. Sí, estoy sufriendo mucho por mi enfermedad y no le
encuentro ninguna salida (su apertura me sorprende y al mismo tiempo me pone en
dificultad; mantengo el silencio por algunos momentos sin saber qué decir.
Luego, prosigue). Yo he pedido al Señor que me cure, en cambio El no me escucha
(llora, le alcanzo un pañuelo). Pero ¿qué vida es ésta? Desde hace siete años
esta enfermedad me destruye... había partido del seno... no obstante la
operación, el tumor se ha difundido.
D5. Siento que tiene un dolor muy grande dentro de sí
misma...
L6. Así es, pero la cosa que me hace sufrir más no es
tanto el mal que llevo dentro, sino el hecho que soy la causa de sufrimientos
para mis hijos y mi esposo. Yo veo que cuando están aquí sufren más que yo.
D6. Está muy preocupada por ellos...
L7. Sí, estamos en silencio... yo sufro y también ellos,
no logramos hablar. Yo no quiero... (rompe a llorar).
D7. (También yo permanezco en silencio, me da mucha
compasión, estoy indeciso sobre qué decir, luego tomo valor para hablar de la
muerte). ¿Tiene dificultad de hablar con sus hijos y con su esposo por lo que
le puede suceder a usted por el tumor que tiene?
L8. Sí, es precisamente esto lo que me angustia. ¿Cómo
puedo decirles que estoy muriendo? Ellos ya están tan apenados por mí...
D8. ¿No cree que sea mejor hablar con ellos que usted
los está dejando y afrontar juntos este tema de la muerte, esta experiencia de
separación?
L9. Yo no puedo hacerlo, les haría sufrir aún más.
D9. Usted quiere mucho a sus hijos, ¿verdad?
L10. Son lo más importante que tengo, pero ahora esta
enfermedad está destruyendo lo que más amo: mi familia. Pero ¿por qué este
sufrimiento? ¿para qué vivir aquí como un perro?
D10. (Permanezco en silencio sin saber qué responder...
luego tomo las manos de la paciente que llora). ¿Le está enseñando algo su
sufrimiento?
L11. Me ha hecho entender que mi esposo y mis hijos son
las personas a quienes quiero realmente mucho... (me sonríe llorando).
D11. Lo que dice es muy bello (permanezco nuevamente en
silencio y comienzo después de un poco). ¿Quiere hacer una oración y pedir
ayuda al Señor en este momento difícil?
L12. No tengo ganas de orar, no lo tome a mal.
D12. Absolutamente no, si gusta puedo orar por usted.
L13. Sí, hagalo; gracias. Yo me siento lejos de Dios.
D13. Yo creo que el Señor está cerca de usted (Sonriendo
y recibiendo una respuesta no verbal de acogida a las palabras que he dicho).
Hasta pronto, señora. (Le apreto calurosamente la mano).
L14. Hasta pronto y gracias.
Valoración del encuentro
Laura transmite claramente su lucha
interior: el resentimiento que advierte hacia Dios por no haberla curado, el
sentido de inutilidad del dolor (L5 “¿qué es esta vida?”; “¿a qué sirve estar
aquí para vivir como un perro?” (L10), el sentimiento de culpa por causar
sufrimiento a los familiares (L6, L7, L8,L9,L10).
El agente de pastoral
demuestra globalmente un buen acercamiento: es delicado y respetuoso cuando
interviene, administra bien el silencio, es capaz de empatía, sabe comunicar
con su gestualidad, es honesto e introspectivo al confiar sus embarazos.
Entra incluso en el tema
delicado de la muerte (D7), pero respetando los límites trazados por Laura.
Alguna de sus
intervenciones (p.e. D2, D8, D10) podría ser más centrada; además la oración al
final parecía oportuna para recoger el dolor, los sentimientos y las necesidades
de Laura.
En general, su
intervención resulta benéfica: por un momento Laura abandona el refugio de la
soledad para confiar a alguien sus penas y sus heridas. El coloquio ofrece el
punto de partida para sugerir las siguientes orientaciones a quien acompaña a
los moribundos.
Actitudes que es
preciso evitar o cultivar
En términos esenciales, se
proyecta un decálogo de las actitudes por evitar ante los moribundos:
–
asumir rostros tristes;
–
– transmitir piedad en vez de respeto;
–
– tratarlos como enfermos (p.e. de cáncer, de SIDA...) y no como personas
–
– permanecer limitados en el horizonte físico sin ampliar en otras
dimensiones de la persona;
–
– emplear frases hechas, que fastidian en vez de consolar;
–
– imponer los propios valores o esquemas de referencia;
–
– esperar cambios dramáticos, ahora que están por morir;
–
– minimizar o banalizar sus pérdidas, con el fin de levantarles la moral;
–
– juzgar sus sentimientos (p.e. “no diga así”, “no se sienta así”, etc.);
–
– dar falsas esperanzas. Por otro lado, se propone otro decálogo de
actitudes por cultivar para ser mejores “compañeros de viaje” de quien muere:
–
– valorizar el don de la propia presencia;
–
– dar mayor cabida a la comunicación no-verbal y al contacto;
–
– escuchar y vivir bien con el silencio;
–
– respetar las diferentes elecciones y creencias;
–
– revivir el pasado y captar los recuerdos;
–
– afirmar las vivencias y las realizaciones de quien muere;
–
– aceptar las confesiones, los remordimientos y la pena por la derrota o
las cosas no realizadas;
–
– conservar las pequeñas cosas o los pequeños gestos;
–
– sacar a la luz los recursos humanos y espirituales de los interlocutores;
–
– mantener las visitas breves y orar, cuando las circunstancias lo
sugieran.
Una presencia sensible puede ayudar al
moribundo a esperar realísticamente, a recordar con gratitud y a vivir
positivamente el misterio de la vida y de la muerte.
P. ARNALDO
PANGRAZZI, M.I.
MENSAJE PASCUA
DEL ENFERMO 2013
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