sábado, 5 de abril de 2025


 

Aquí estoy, Señor, a tus pies, asustada, y aturdida, temblorosa y silenciosa, estremecida y expectante, sabiendo que he llegado acusada, pero sintiendo que avivas, en mi corazón, las cenizas del deseo y la esperanza y despiertas, con tu mirada y roce mis entrañas yermas.

Aquí estoy, Señor, a tus pies rodeada por quienes ves y sus corazones de piedra, abrumada por mis hechos y mi conciencia mal enseñada, juzgada y condenada, sin poder decir una palabra.

Soy carne despreciada y chivo expiatorio de quienes pueden y mandan.

Aquí estoy, Señor, a tus pies sin dignidad ni autoestima, con los ojos desorientados, pero con el corazón palpitando, con el anhelo encendido, con el deseo disparado, aguardando lo que más quiero – tu abrazo–, luchando contra mis fantasmas y miedos, desempolvando mi esperanza olvidada.

Aquí estoy, Señor, a tus pies, medio cautiva, medio avergonzada, necesitada, sin entender nada... pero queriendo despojarme de tanto peso e inercia, rogándote que cures las heridas de mi alma y orientes mis puertas y ventanas hacia lo que no siempre quiero y, sin embargo, es mi mayor certeza.

Aquí estoy, Señor, a tus pies.

¡Tú sabes cómo!

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