sábado, 12 de abril de 2025

2025 CICLO C DOMINGO DE RAMOS

La entrada de Jesús a Jerusalén no es solo un evento histórico, sino una parábola en acción. Dios corteja a su ciudad: viene como un Rey mendicante, tan pobre que entra sobre un borriquito. Es el todopoderoso humilde, que no se impone, se propone.

Bendito el que viene. Es extraordinario poder decir: Dios viene. En este país, en estas calles, en nuestras casas, vuelve Dios. Se acerca, está en la puerta. La Semana Santa viene hacia nosotros lentamente, cada día con sus signos, símbolos y su luz. El ritmo del año litúrgico se ralentiza, podemos seguir a Jesús día a día, casi hora a hora. Lo más santo que podemos hacer es quedarnos con él: Los hombres y las mujeres acuden a Dios en su sufrimiento, lloran pidiendo ayuda, piden pan y consuelo. Los cristianos en esta semana santa estamos cerca de Dios en su sufrimiento.

Son días para estar cerca de Dios en su sufrimiento: la pasión de Cristo aún se consume, vive, en las infinitas cruces del mundo, donde podemos estar junto a los crucificados de la historia, dejarnos herir por sus heridas, sentir dolor por el dolor de la tierra, de Dios, del hombre, para sufrir con ellos y traer consuelo. Destaco tres aspectos:

1. Morir perdonando: Jesús y los dos malhechores acaban de llegar al Calvario. Lucas no entra en detalles, se limita a indicar lo que decía Jesús en este momento: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. El tema de los enemigos y del perdón ha aparecido en este evangelio desde el comienzo. Jesús no habla de verse libres de los enemigos. Lo que manda a sus discípulos es: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ahora, en el momento decisivo, Jesús va más adelante. No solo reza por los enemigos, sino que intenta comprenderlos y justificarlos: “no saben lo que hacen”.

2. Nunca es tarde para convertirse: De los dos ladrones uno anima irónicamente a Jesús a salvarse y salvarlos, el otro lo defiende, reconoce su inocencia y le pide que se acuerde de él cuando llegue a su reino. Todos sabemos la respuesta de Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lucas intenta enseñarnos que nunca es tarde para convertirse. En la parábola de la higuera que no daba fruto, el labrador pedía un año de plazo más. El buen ladrón solo dispone de unas horas antes de morir, aprovecha la ocasión de inmediato, y esas pocas palabras le sirven para salvarse.

3. Morir en manos de Dios: Lo último que dijo Jesús antes de morir Lucas lo resume: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. De este modo, el final de la vida terrena de Jesús empalma con el comienzo de actividad apostólica. En el bautismo escuchó la voz del cielo: “Tú eres mi hijo amado”. Ahora, en el momento del dolor y la muerte, cuando parece que Dios lo ha abandonado, Jesús lo sigue viendo como “Padre”, un padre bueno al que puede entregarse por completo.

El relato de la pasión es una historia de dolor, injusticia, sufrimiento físico y moral para Jesús. Pero Lucas ha querido que sus últimas palabras nos sirvan de enseñanza y consuelo para vivir y morir como él.

 

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