2025
CICLO C
JUEVES
SANTO
Queridos hermanos en este Jueves Santo
el Señor nos invita a sentarnos a su mesa. Jesús elige una comida festiva para
hablar de lo que es central en el Reino:
Antes de la fiesta de la Pascua,
sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
La frase el teólogo Von Balthasar, “solo
el amor es creíble”, tiene una profundidad impresionante. Habla de cómo el
amor, cuando es verdadero y total, se convierte en la prueba más auténtica de
lo que creemos y en lo que confiamos. No hay argumento más convincente que un
acto de amor desinteresado. “Tanto amor… nos enamora, tanta entrega nos
convence…” ese amor que no solo se dice, sino que se da, se entrega, se
vive… ese es el que transforma.
Y Jesús se hace Eucaristía por amor, por
pura entrega, bendición de Dios para la humanidad, amor entregado, partido y
repartido para todos. Tomó el pan y, pronunciada la bendición, se lo dio… Por
eso hoy es el Día del Amor Fraterno, porque la entrega de Jesús en la
Eucaristía, en la cruz, manifiestan el amor incondicional de Dios a los
hombres. Quien come su carne y bebe su sangre se hace uno con Él y con sus
actitudes. No se puede recibir la Eucaristía sin estar dispuesto a encarnar en
nosotros su generosidad, su desprendimiento, su capacidad de perdonar, su
entrega total, su amor sin condiciones. La Eucaristía es el centro de la vida
del cristiano.
Este amor se compromete hasta el extremo,
lo vemos en el gesto desconcertante de Jesús, que rompe todos los esquemas,
abre los ojos de esa nueva humanidad que está naciendo. Jesús se levanta de la
mesa, se quita el manto, toma la toalla, lava y seca los pies de los
discípulos, dialoga, explica lo que hace e invita a realizar lo que Él ha
hecho. Ser discípulo de Jesús significa servir, estar dispuesto, preparado para
ello. Jesús está en este mundo como el que sirve. No ha venido para ser
servido, sino para dar la vida en rescate por todos. El que sigue a Jesús no es
más que su Maestro. Debe dejarse servir por Él y debe hacer con los demás lo
que Jesús hace con él.
Seguir a Jesús es adoptar sus mismas
actitudes, más aún, es compartir con Él su propio destino. El tono de la Última
Cena es un tono solemne porque flota en el ambiente la despedida.
Jesús en esta Última Cena promulga el
mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
De este amor, como el de Jesús los cristianos debemos hacer la señal que nos
distinga.
Que la participación en el Triduo
Pascual nos ayude a descubrir lo que Jesús quiere de cada uno de nosotros, y
nos dé fuerzas para saber estar cerca de los que nos necesitan, especialmente
de los que sufren o están enfermos ya que en ellos se hace presente más
fácilmente nuestro Dios. Terminamos pidiendo los unos, por los otros,
especialmente por los que más lo necesitan.
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