miércoles, 23 de abril de 2025


 

2025 ADORACIÓN EUCARISTICA:

El cachorro de león

Señor Jesús en esta tarde de la octava de Pascua nos presentamos ante ti con el corazón lleno de gozo y de alegría por tu resurrección y por la vida conseguida gracias a tu pasión, sufrimiento y tu muerte. La vida Resucitada es un regalo tuyo para toda la humanidad y así lo queremos vivir y sentir.

También queremos poner en esta reflexión ante nuestros ojos la vida del papa Francisco, él que acaba de regresar a la casa del Padre, volvió a su casa y acompañado de nuestro cariño, recuerdo sentido y nuestra oración más sincera.

Ahora volviendo los ojos a ti Jesús sacramentado, queremos que nos ayudes a encontrar nuestro sitio según nuestras capacidades y dones recibidos. Tantas veces no coinciden con lo que el mundo nos hace creer. Escuchemos esta bonita historia

El cachorro de León: Un cachorro de león se separó de su manada y se perdió en la selva. Caminó por horas hasta que se desmayó del cansancio. Cuando despertó, estaba rodeado de ovejas. Lo miraban con curiosidad. Pero por alguna razón no lo rechazaron. Una de ellas se acercó y lo amamantó. Y así los demás lo aceptaron como uno más del rebaño.

Con el tiempo, empezó a imitarlas. Balar como ellas. Correr como ellas. Asustarse de lo mismo. Y los años pasaron. El cachorro se volvió un león grande. Fuerte. Imponente. Con garras. Con melena. Con mirada salvaje. Pero no lo sabía. Él seguía pastando. Seguía huyendo. Seguía balando. Él realmente creía que era una oveja. Un día, mientras pastaban, algo los hizo correr. Era un león. Grande. Viejo. Majestuoso. El rebaño huyó despavorido. Y él también. Corrió. Corrió como siempre lo había hecho. Temblando. Asustado. Convencido de que estaba en peligro.

El león viejo lo vio correr. Se quedó quieto, desconcertado.

-¿Por qué huye...? pensó. ¿Y por qué lo hace con las ovejas? Sin entenderlo, comenzó a seguirlo.

El león joven corría con desesperación. Mientras el viejo lo hacía sin apurarse. Hasta que el más joven se topó con un río. El agua le bloqueaba el paso. No había por dónde seguir. Jadeaba. Las patas le temblaban. Y entonces, el león viejo se le acercó. Despacio. Sin apartarle la mirada.

- ¿Qué te pasa? le dijo, sin levantar la voz. ¿Por qué corres? ¿Y qué hacías con esas ovejas? El león más joven apenas podía hablar. Temblaba. Respiraba agitado. Con los ojos llenos de miedo.

- Por favor… no me hagas daño, dijo. Yo… yo solo soy una oveja.

El león viejo lo miró con sorpresa.

- ¿Una oveja? ¿Tú? ¿Estás loco?

Se acercó un paso más. Le apuntó con la cabeza hacia el río: Mira.

El león joven dudó. Pero obedeció. Y ahí estaba. El reflejo. Por primera vez se estaba viendo. Y No era una oveja. Era un león. Firme. Imponente. Con garras, melena y fuego en los ojos. Por primera vez entendió que…No era débil. No era manso. No era uno más del rebaño. Era un rey. Y siempre lo había sido. Entonces levantó la cabeza, y cómo por instinto abrió la boca enormemente. Y emitió un gran rugido. Un rugido tan profundo que hizo temblar la tierra. Que sacudió el aire. Que hizo volar a las aves y estremecer a las montañas.

Y desde ese día… Nunca volvió a comportarse como una oveja. Porque por fin se reconoció como el imponente león que era.

Así es Jesús tantas veces nos pasamos la vida haciendo lo que podemos. Trabajamos, pagamos cuentas, cuidamos a otros, aguantamos tantas cosas. Tenemos sueños, pero se nos van quedando atrás. Porque no hubo tiempo. Porque nadie nos enseñó a creer en nosotros mismos. Porque una vez lo intentamos y no salió bien. Y nos acostumbramos. A lo que toca, a lo que hay. A hacernos a un lado. Ni lo intentamos. Nos hicimos pequeños. Callados. Invisibles. No porque seamos menos, sino porque no lo creímos. Pero basta. No somos ninguna oveja. Somos un león. Un león que debe despertar. Un león que debe mirarse al espejo. Un león que debe rugir. Que debe darse cuenta de todo lo que vale. De todo lo que hemos hecho. De lo que hemos logrado. Y de todo lo que todavía se puede lograr. Porque siempre lo fuimos y lo olvidamos. Y ya es hora de que lo recordemos. Es Pascua, hora de resucitar. Amén

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