MEDITACIÓN
EUCARISTICA
LA
MARIPOSA Y EL BÚFALO
Jesús,
en esta tarde queremos reflexionar cuanto nos amas, cuanto hiciste para que
cada uno de nosotros nos encontramos con una propuesta de vida autentica. Y por
el contrario cuanto nos cuesta a nosotros expresar ese amor a ti y a los
hermanos. Tu representas el amor incondicional y la compasión más pura, un amor
que no depende de palabras o de reconocimiento, sino de la acción y el
sacrificio. Ocurre que muchos de nosotros, nos cuesta expresar abiertamente la
fe o gratitud hacia Ti y hacia los demás. Manifestamos en el día a día, en los
actos de bondad, en la empatía, en la ayuda al prójimo ese amor verdadero. No
siempre somos capaces de verbalizar, pero está presente en cada gesto generoso,
en cada momento de consuelo y en cada esfuerzo por hacer el bien. Tu nos mostraste
que el amor verdadero trasciende las palabras, y que es un amor que se vive y
se demuestra, no solo se dice. Escuchemos esta bonita historia.
La
mariposa y el búfalo: La mariposa encontró al búfalo herido e
inconsciente, con una flecha clavada en el cuerpo. Al intentar quitarle la
flecha, el búfalo despertó del desmayo.
-
¡No necesito tu ayuda! ¡Déjame solo!, gritó el búfalo, empujando con fuerza a
la mariposa y lastimándola un poco.
La
mariposa, herida, salió cojeando y fue directamente a la cueva donde solía
llorar cada vez que el búfalo la maltrataba. Tan pronto como se recuperó,
regresó, trayendo una planta medicinal para intentar curarlo. Una vez más
recibió otra patada. Pero esta vez, el búfalo usó tanta fuerza que la dejó
gravemente herida.
-
¡Desaparece de aquí! gritaba el búfalo, sin darse cuenta de que la mariposa
estaba muriendo por sus golpes. Aun herida, la mariposa dejó la planta
medicinal al lado del búfalo.
-
Sabes, búfalo... a veces pienso que no
me amas, dijo la mariposa, con los ojos llenos de lágrimas.
-
¡Y no te amo! ¡Te odio! respondió el búfalo.
La
mariposa se alejó arrastrándose, agotada por el dolor, y fue directamente a su
cueva a llorar. Pero esta vez… no volvió. Con el paso del tiempo, el búfalo
comenzó a sentir su ausencia. Recordó sus gestos de cariño, los regalos, las
sonrisas… la dulzura de la mariposa.
Pero
ahora solo quedaba tristeza. Un vacío profundo. Un agujero en el pecho que nada
podía llenar. Ya no comía, no dormía, cojeando y con miedo de haberla matado
por su ignorancia. A su lado, la planta medicinal -el último regalo que ella le
había dejado- ahora estaba marchita.
El
búfalo no pudo más. Salió en busca de la mariposa. Fue directo a la cueva donde
ella solía llorar. Entró con esperanza, pero ella no estaba. Solo había un
silencio pesado. Un vacío abrumador. Se recostó sobre una piedra y empezó a
llorar. Entonces la piedra preguntó:
-
¿Por qué lloras, hombre?
-
Yo amaba a una mariposa alegre, feliz, generosa, pero murió. Yo…tartamudeó,
creo que la maté.
Las
lágrimas caían por su rostro mientras hablaba. La piedra respondió:
-
¿Es cierto que la amabas?
-
¡Claro que sí! ¡Y no era poco!, respondió él.
-
¿Y por qué nunca se lo dijiste?
-
No sé… creía que era más fácil decir que la odiaba.
De
repente, la mariposa salió de detrás de la piedra que “hablaba” con él:
-
¿Acaso alguna vez viste a una piedra hablar, tonto? ¡Soy yo la que te habla!
¡Estoy viva!
El
búfalo se desbordó de emoción y empezó a gritar: ¡Te odio! ¡Te odio!
Pero
mientras decía eso… abrazaba a la mariposa con fuerza. Incluso después de todo
eso, nunca le dijo con claridad que la amaba.
Y
así es la vida Jesús: hay muchas personas que nunca dirán esas palabras. Pero
el amor está ahí, silencioso, escondido en lo más profundo del corazón. Muchos
son incapaces de expresar con palabras lo que sienten. Quizá por miedo, orgullo
o heridas del pasado, prefieren herir antes que mostrar su vulnerabilidad. Ayúdanos
Jesús a no confundir el silencio con la ausencia de amor. A veces, los gestos
más bruscos ocultan los sentimientos más sinceros. Y aunque no todos sepan
decir “te amo”, sus actos, cuando vienen del corazón, gritan lo que sus labios
callan. Aprendamos a mirar más allá de las palabras, porque quien ama de
verdad, a veces, solo sabe hacerlo a su manera, aunque esa manera sea torpe y
dolorosa. Amén
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