2025
CICLO C
DOMINGO
DE PASCUA, RESURRECCIÓN
Queridos hermanos Jesús ha resucitado,
Dios lo levantó de la muerte, es la realidad que envuelven este luminoso día de
Pascua de Resurrección.
El evangelio tiene como protagonistas a
María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El
relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes,
muy distintas.
María reacciona de
forma precipitada: le basta ver la losa quitada del sepulcro para concluir que
alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la
cabeza.
Simón Pedro
actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita,
como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el
suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy
extraño. Pero no saca ninguna conclusión.
El discípulo amado
también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente.
Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.
El evangelio de san Juan ofrece hoy un mensaje
espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude
(María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe
(discípulo amado). Es el amor quien reconoce la resurrección de Jesús,
el amado vive eternamente.
Seguir a Jesús Crucificado hasta
compartir con él la resurrección es, en definitiva, aprender a dar la
vida, el tiempo, nuestras fuerzas y, tal vez, nuestra salud por amor. No
nos faltarán heridas, cansancio y fatigas. Pero un día, Dios enjugará las
lágrimas de nuestros ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni
fatigas, porque todo este mundo viejo habrá pasado.
No olvidemos en el corazón de nuestra
fe hay un Crucificado al que Dios le ha dado la razón. En el centro mismo
de la Iglesia hay una víctima a la que Dios ha hecho justicia. Una vida
crucificada, pero vivida con el espíritu de Jesús, no terminará en fracaso,
sino en resurrección.
Todos estaríamos encantados de que se
nos comunicara esa Vida, la misma Vida de Dios. El problema consiste en que no
puede haber Vida, si antes no hay muerte. Es esa exigencia de muerte la que
no estamos dispuestos a aceptar. Si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto. Esa exigencia de ir
más allá de la vida biológica, es lo que rezuma del mensaje de esta fiesta
de Pascua.
Celebrar la Pascua es descubrir la Vida
en nosotros y estar dispuestos a dar más valor a la Vida que se manifestó en
Jesús que a la vida biológica tan apreciada.
Feliz pascua de resurrección para todos,
feliz pascua florida llena de luz y color, aromas y perfumes que saben a
fraternidad.
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