miércoles, 30 de diciembre de 2020

2020 TÚ ERES LA NAVIDAD

 La pandemia nos invita a reducir el contacto humano. El Evangelio de san Lucas recoge uno de los pasajes más extraordinarios. Dice: «Estaba aún lejos, cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó».

Navidad es tiempo de abrazar, es tiempo de reconciliación. Llevar a Cristo en el corazón, razón de la Navidad, es vivir en Él, con Él y para Él dándose a los demás en fraternal comunión.

El mundo ha impregnado la Navidad de materialismo. Lleno de regalos y de dones sorpresas, pero el mejor regalo que podemos hacer a los seres queridos somos nosotros mismos. Convertir nuestra presencia en el mejor regalo llenándolo todo de amor, humildad, generosidad, entrega, servicio, reconciliación, perdón.

Basta con mirar hacia Belén y ante el portal donde tiene lugar el más grande Misterio de la Historia. Buscar la Luz y el sentido de nuestra vida en el único lugar donde es posible encontrarlo: en la inocencia de un Niño, el silencio amoroso y generoso de un Padre y la entrega paciente, amorosa y servicial de una Madre. Un entorno extraordinario de paz, ternura, cariño y amor… sentimientos que pueden impregnar el cotidiano caminar de nuestra vida en Navidad y siempre.

Señor sacramentado ayúdanos a ser un buen regalo para los demás. A donarnos plenamente, a entregarnos con el corazón abierto, a hacerte presente en la vida del prójimo y llenar sus vidas de tu presencia por medio nosotros. Señor auméntanos la fe para darla a los demás, para que las preocupaciones y temores no disipen nuestro servicio, para confiar en que tus designios no nos apartan de la senda del amor; ayúdanos a construir caminos de bondad. Ayúdanos Señor, a ser una bendición para el prójimo, ser reflejo de tus virtudes, a tener un ánimo grande, a ser magnánimos, a tener un espíritu de generosidad, de humildad. Ayúdanos a evangelizar con el ejemplo, con alegría, hablando de Ti a través de nuestros gestos, palabras y acciones.

Señor, es un privilegio poder observarte tan pequeño y humilde en esta cuna; nos permite reflexionar sobre la humildad y recordar el mensaje para que aprendamos de Ti que eres manso y humilde de corazón. En este tiempo de Navidad Señor, queremos acercarnos a tu vida, meditarla, para aprender a caminar en la vida de compromiso.

Gracias, Señor, porque tu propia Encarnación es el símbolo más grande de humildad. Ojalá nosotros nos desprendiéramos de los egoísmos y de las actitudes soberbias, de las actitudes prepotentes, de una forma de actuar poco caritativa.

Señor ayúdanos a ser capaces de poner nuestra pequeñez y nuestra fragilidad en consonancia con la humildad para tener ante Ti una actitud correcta, para vivir en completa dependencia de tu gracia, de tu amor y de tu misericordia.

Que tu nacimiento rodeado de sencillez, sea una escuela de la que aprender que debemos renunciar a los apegos de gloria, de reconocimiento, de aplausos, de ambición, de vanagloria, de honores, de aferrarnos a cosas que a todas luces son superfluas, de buscar nuestro propio interés y no el de los demás. Ayúdanos, Señor, por medio del Espíritu Santo, a tener tus mismos sentimientos

Queremos aprender de Ti, Señor, a inclinarnos ante los planes de Dios como hiciste tú con la Encarnación y tu Nacimiento, poniéndote al servicio de la misión que el Padre te encomendó.

Queremos cumplir también la voluntad del Padre en nuestra vida, a ser obedientes a los planes de Dios que tan estrechamente están relacionados con tu vida y que por ende deben estarlo también con la nuestra.

Señor, te vemos tan pequeño y frágil, tan dependiente de san José y de la Virgen, que solo podemos reconocer ante Ti nuestra pequeñez y nuestras fragilidades; reconocer nuestra pequeñez ante Dios al mismo tiempo que nuestra alegría de haber sido creados a su imagen y semejanza.

Gracias, Padre, porque todo lo hemos recibido de Ti. Queremos vivir en la humildad, a tratar de vivir en el servicio y a renunciar a todo lo que nos aparta de Ti y de los demás. Amén

 

 

sábado, 26 de diciembre de 2020


 2020 AÑO B TIEMPO DE NAVIDAD,

                          SAGRADA FAMILIA 

La tradición litúrgica reserva este primer domingo después de Navidad a la Sagrada Familia de Nazaret. El tiempo de Nazaret es un tiempo de silencio, oculto, que deja en lo recóndito de esa ciudad de Galilea, desconocida hasta que ese nombre aparece por primera vez en el relato de la Anunciación de Lucas.

María y José llevaron al Niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Llega una pareja muy joven con su primer hijo con la ofrenda pobre de los pobres, dos tórtolas y la ofrenda más preciosa del mundo: un niño. Al entrar, inmediatamente los brazos de un hombre y una mujer compiten por el niño. En los brazos de los dos mayores, llenos de caricias y sonrisas, el futuro del mundo pasa de uno a otro: la vejez del mundo que acoge en sus brazos la eterna juventud de Dios. La vida de Jesús estuvo insertada plenamente en las tradiciones judías.

Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización. Sus relaciones, aunque se hayan desarrollado en un marco familiar distinto, pueden servirnos como ejemplo de valores humanos que debemos desarrollar. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó el amor, es decir, la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió él. Todo ser humano nace como proyecto que tiene que ir desarrollándose a lo largo de toda la vida con la ayuda de los demás.

Debemos tener mucho cuidado de no sacralizar ninguna institución. Porque las instituciones son instrumentos que tienen que estar siempre al servicio de la persona, que es el valor supremo. Las instituciones no son santas, menos aún sagradas. Nunca debemos poner a las personas al servicio de la institución, sino al contrario.

La familia sigue siendo el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, pero no solo durante los años de la niñez o juventud, sino que debe ser el campo de entrenamiento durante todas las etapas de nuestra vida. El ser humano solo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. Y la familia es el marco idóneo.

La familia es insustituible para esas relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones, la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural debían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio.

Luego regresaron a su casa. Y el Niño creció y la gracia de Dios estaba en él. Regresaron a la familia. A la familia que es santa porque la vida y el amor celebran allí su fiesta, y la convierten en la rendija y escapatoria más viva del infinito.

viernes, 25 de diciembre de 2020

2020 AÑO B TIEMPO DE NAVIDAD, NOCHEBUENA 

Queridos hermanos en esta noche santa hemos escuchado el anuncio de que Jesús nació en Belén. El Dios que viene a nosotros y que se llama Emmanuel, Dios con nosotros, Dios en medio de nosotros, Dios que está dentro de nosotros. Es Navidad y esta es la característica principal de este tiempo: la pequeñez, la sencillez y la humildad. Todo un Dios creador, enorme, se concentra en una cosa bien pequeñita, en un niño incapaz de atacar y de hacer daño, que solo vive si es amado. Este es el signo que los ángeles ofrecen; encontrarás un niño. Decía L. Boff: “Todo el mundo quiere crecer en el mundo, todo niño quiere ser un hombre. Todo hombre quiere ser rey. Todo rey quiere ser "dios". Solo Dios quiere ser niño”.

- Dios en la pequeñez: esta es la fuerza explosiva de la Navidad. El hombre quiere ser grande, ascender, mandar, poseer. En cambio, Dios quiere descender, servir, dar. Es el nuevo orden de las cosas y del corazón.

- Había unos pastores allí. Una nube de alas, de canto y de palabras felices los envuelve: ¡No temáis! Dios nunca debe dar miedo. Si da miedo, no es Dios quien llama a tu vida. Dios se desarma en un recién nacido. “Dios es un beso, que cayó a la tierra en Navidad”.

- Os anuncio una gran alegría: la felicidad no es un espejismo, es posible y cercana. Y será para toda la gente: una alegría posible para todos, para absolutamente todos, incluso para los más heridos y llenos de defectos, no solo para los mejores o los más importantes. Y aquí está la clave y la fuente de la felicidad: hoy os ha nacido un salvador. Dios vino a traer no solo perdón, sino mucho más; viene a traerse a sí mismo, luz en la oscuridad, llama en el frío, amor dentro del desamor. Viene a traer la misma vida de Dios en nosotros. Y eso da vértigo.

- Y en la tierra paz a los hombres: puede haber paz, ciertamente la habrá. Los violentos la destruyen, pero la paz volverá, como un manantial que no se deja espantar por los inviernos de la historia. A los hombres que ama: a todos, tal como somos, por lo que somos, buenos y menos buenos, amados para siempre; uno a uno, con ternura, amados sin arrepentimientos.

- El Ángel realiza esta única visita, a un grupo de pastores, que huele a lana y leche. Es fenomenal para todos los pobres, los últimos, los anónimos, los olvidados. Dios comienza de nuevo con ellos.

- ¿En las circunstancias que estamos viviendo tiene sentido esforzarse en vivir la Navidad? Claro que si y con mayor razón, la Navidad no aconteció para coronar un momento maravilloso, sino, para darnos esperanza en medio de nuestras penas, dificultades y problemas. Jesús no nace en un palacio o en un hospital, rodeado de confort o de un excelente equipo de médicos, sino que nos lo muestra naciendo en una cuadra, lo cual es una situación bastante calamitosa. Pero, sin embargo, nos dice que María y José lo cuidaban con todo su amor.

Efectivamente, vivir la Navidad entre problemas y dificultades tiene un gran sentido, pues el nacimiento de Jesús supone para nosotros un rayo de luz. Celebremos la Navidad con mucha alegría, pero también con moderación, teniendo muy presentes las dificultades por las que estamos pasando y, sobre todo, pensando en los padecimientos de nuestros amigos, familiares y vecinos. Y así, sentiremos cómo Dios nos envía un ángel para anunciarnos el nacimiento de su Hijo en el mundo, llenando nuestro corazón de esperanza.

 



























     MISA DEL GALLO

¡ALELUYA!

Hoy nos ha nacido un Salvador,

El Mesías,

El Señor
 

miércoles, 23 de diciembre de 2020

2020 DE RODILLAS ANTE EL NIÑO DIOS

Aquí estamos Señor Jesús delante de tu sacramento. Estamos preparados para celebrar la Navidad, tu nacimiento y presencia permanente en medio de nosotros. Nuestro corazón está de rodillas ante el misterio del Nacimiento para adorar tu divina presencia.

De rodillas ante la dulzura del Niño Dios.

De rodillas ante la fragilidad humana del Dios hecho hombre envuelto en pañales.

De rodillas ante el Dios Amor que ama hasta el extremo para enseñarnos a amar.

De rodillas con sencilla humildad y profunda alegría para tomar a este Niño Dios entre nuestros brazos, besarle y susurrarle palabras de amor, de agradecimiento, de entrega y de mucho cariño.

De rodillas para decirle que ante su presencia ¡qué importan los problemas, las dificultades, los sufrimientos, los agobios por las incertidumbres que nos invaden, por el desasosiego de lo perentorio, por la preocupación de lo inmediato.

De rodillas para dejar de pensar en nosotros mismos y en nuestras circunstancias y verte a Ti para comprender que nuestra vida plena consiste en amar al prójimo.

De rodillas ante el Niño a punto de nacer, para que cuando nos levantemos de la adoración nos pongamos en camino, con el corazón abierto, enraizado en el misterio del amor divino, y ser testigos del amor, de la esperanza, de la caridad y de la misericordia. Para construir en nuestra vida el misterio de Belén ese que hace nos desprendamos de nuestras incertidumbres y nos llena de confianza y, sobre todo, nos invita a proclamar que Dios ha nacido y está presente en el mundo.

De rodillas, para que seamos capaces de mirar con ternura en este día la sencillez del pesebre de Belén donde José, María y Jesús acogen nuestra fragilidad y nos la llenan de humildad, amor y esperanza.

¡Gloria Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres que ama el Señor! ¡Cristo nace en Belén, pero, sobre todo, nace en la pequeñez de nuestro pobre corazón!

¡Niño Dios, con emoción profunda y gozo inmenso nos postramos de rodillas ante Ti que eres la Palabra hecha carne! ¡Nos postramos para decirte que te queremos, que eres todo para nuestro corazón! ¡Nos ponemos de rodillas para olvidarnos de nosotros mismos y aprender de Ti a amar y entregarnos a los demás!

¡Niño Dios, viendo tu fragilidad envuelta en pañales, ponemos ante tu humilde cuna todos nuestros anhelos y nuestras preocupaciones como regalo de Navidad para que lo acojas todo con amor!

¡Niño Dios, viéndote a ti desvalido y desnudo, junto a María y José, sentimos que solo podemos vivir de la confianza, del amor y de la fe, sirviendo al prójimo por amor a Ti y a los demás!

¡Pedimos la pureza de María para vivir con integridad! ¡Pedimos la confianza de san José para vivir con esperanza!

¡Niño Dios, tú que nos has dado la vida para disfrutarla con sencillez concédenos la gracia de vivirla acorde con tu ejemplo! ¡Te damos gracias, Niño Dios, porque nos enseñas que quien se entrega con alegría te recibe a Ti, que quien da con amor, ¡se acerca más a Ti!

Niño Dios, de rodillas solo te pedimos que nazcas en nuestro pobre corazón y nos permitas tomarte entre nuestros frágiles brazos, como lo hicieron María y José, en aquella noche en que las estrellas iluminaron el firmamento y la tierra por la bondad, la misericordia y el amor de Dios

 

 

domingo, 20 de diciembre de 2020


 


 

 

2020 AÑO B TIEMPO DE ADVIENTO IV

 

Ya hemos llegado al pórtico de la Navidad en este 4 domingo de adviento. En las lecturas de hoy destaca el contraste entre la actitud de David, que después de hacerse un palacio, decide hacer un favor a Dios, construyéndole un templo para que habite; y la actitud de María que ve solo la gratuidad de Dios para con ella. La humildad de María hace posible el acercamiento a Dios. La soberbia de David le aleja de Él. La lección es clara: Nosotros no podemos hacer nada por Dios, es Él quien lo hace todo por nosotros.

María es proclamada Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. El don de la maternidad no tiene sexo y es consustancial a todas las criaturas en todo espacio y tiempo.

Cuando Dios se encarna ser humano, la encarnación es alma que lo anima todo. Jesús lo remarcó en Jn 10, 10: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. Dar a luz es dar luz; es inspirar e iluminar: “Las religiones mueren cuando fallan sus luces”, escribió el gran teólogo alemán W. Pannenberg (1928-2014).

Célibes o casados, embarazada o virgen, todos podemos concebir en un “hágase en mí” gozoso. Un “fiat” que es un peregrinar al templo de nuestro propio ser, a nuestro centro. Y es una invitación a salir luego de nuestro vientre personal, a implicarse en los problemas de los otros y ayudarles a que también ellos puedan acudir cuanto antes a su centro.

Toda maternidad es don y donación. No se puede engendrar sin parir luego. Es como impedir que la vida biológica siga cumpliendo su misión.

Únicamente de este modo podremos cambiar el mundo y hacerlo más habitable. Y para cambiarnos a nosotros, es necesario entrar dentro de cada uno y en lo más profundo y desde ahí realizar todos los cambios que requiera la vida.

En este domingo se cambia el concepto de Dios según el evangelista. El Dios que a través de todo el AT se manifiesta como el poderoso, el invencible, el dador de la muerte y la vida, pide ahora el consentimiento a una humilde muchacha para llevar a cabo la oferta más extraordinaria en favor de los hombres. Ese formidable cambio en la manera de concebir a Dios no es fácil de comprender.

Dios se hace presente en la sencillez. Seguimos esperando portentos y milagros en los que se manifieste el dios que nos hemos fabricado. Ningún acontecimiento espectacular hace presente a Dios. Al contrario, en cualquier acontecimiento por sencillo que sea, podemos descubrirlo. Somos nosotros los que ponemos a Dios allí donde lo vemos. 

 

miércoles, 16 de diciembre de 2020


 2020 MEDITACIÓ EUCARISTICA PARA ADVIENTO Y NAVIDAD

 Señor, Dios mío, gracias por tu presencia y tu misericordia y por ofrecernos tu salvación. Aquí estamos delante de ti para aprender y calentar nuestros corazones a la espera de celebrar con gozo tu nacimiento y tu presencia en medio de nosotros.

No podemos más que responder con amor al Amor que viene.

Hemos de vivir este tiempo de Adviento al modo como Jesús nos enseñó a hacerlo buscando y hallando en todas las cosas y en toda la historia, las huellas de Dios.

Somos obra de tus manos creadoras. Tu SEÑOR te dignaste ponernos en medio del universo. Y nos otorgaste capacidad para sorprendernos, ojos para admirarlo, alma para disfrutar de sus riquezas, sensibilidad para sufrir sus rigores, y corazón que hable por la lengua en acción de gracias. Por amor nos pusiste en movimiento, como a las demás criaturas.

Nosotros tampoco te necesitábamos cuando aún no existíamos.  Pero tú, que nos diste el ser y la vida, nos hiciste vivir necesitados de ti, para que volviéramos a la nada si en cada momento tú no nos tuvieras en la palma de tus manos. ¿Cómo fue posible que, siendo obra de tus manos, animados por tu aliento, regalados con tus gracias, bien dotados de inteligencia, voluntad, pasiones y espíritu creador -recibido del tuyo-, renunciáramos a tu amistad y te traicionáramos? Cómo fue posible que te hayamos expulsado de tu casa, de tu hogar, de los corazones que hiciste para amar.

No se entiende, Señor, el misterio del mal y de la ingratitud humana. Todos sentimos, dentro de nosotros mismos, una fuerte lucha entre la inclinación hacia ti, que eres principio, luz, meta de nuestra existencia, y la inclinación hacia otros intereses, afectos y pasiones que nos alejan de ti.

Este Adviento queremos celebrarlo como corresponde a quien cree por fe viva que, si la creación del mundo y del hombre fue obra de amor, lo fue de amor más grande todavía el que tu Hijo, el Verbo, tomara nuestra naturaleza para compartir con nosotros la historia, reconquistara para ti el mundo y al hombre, y nos mostrara cuál es el camino perfecto que nos lleva a ti.

Tú derramas amor en tus obras, y sobre todo en el Hijo encarnado que restauró nuestra amistad contigo, tenemos que amar por amor. Sea, pues, éste nuestro compromiso: amarte y amar todas las cosas salidas de tus manos.

Que todos los hombres conozcan las maravillas de tu amor y se vuelvan a ti como hijos agradecidos. Ilumina las mentes de cuantos todavía no te conocen; haz del adviento tiempo de esperanza y de consuelo para quienes todavía no comprendieron tu mensaje salvífico como itinerario de vida, justicia, paz, amor.

Señor Jesús, la vida en fe nos lleva a confiar, esperar y contemplar en lejanía que tú vienes a nuestra casa en traje de amor misericordioso.

Gracias por tus dádivas. Gracias por el don de la encarnación, de la fe, de la esperanza. Nuestra conciencia de cristianos nos dice que hemos de vivir en constante actitud de "adviento" para saber recibirte cuando quieras venir, una y mil veces. Pero ¡qué difícil es convertirlo todo en un pequeño adviento, siempre alerta, siempre en vigilia, sin que el corazón descanse!

Responderás tal vez que eso es una alarma innecesaria, que el corazón puede descansar, que basta vivir y realizar todas las cosas en tu amor y por amor, en tu confianza y con confianza, desde el amanecer al anochecer, desde el primer suspiro de felicidad hasta que los ojos derramen lágrimas de dolor...

Es como decir: vivid en el amor, en la paz, en el deber, en la justicia, en la oración, en la caridad..., y todo lo demás se está dando a manos llenas, sin casi pensarlo, porque en todo está en amor pequeño (nuestro) y el Amor grande (el de Dios).

Entendemos, sin embargo, que si viviendo de ese modo, Cristo es nuestro Adviento permanente, siempre a la puerta y en el corazón, necesitamos de cuando en cuando, atizar el horno para que en él se den vivencias especiales de amor correspondido. Amén

sábado, 12 de diciembre de 2020


 


 


 


 


 


 Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles, llama para que calientes. ¡Ven, ¡Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!


 2020 AÑO B 

TIEMPO DE ADVIENTO III

 En este tercer domingo de adviento, donde ya hemos encendido la tercera vela, donde ya se aproxima la celebración del acontecimiento de la Navidad, el Dios que nace en medio de nosotros, aparece la simbología de la luz y es de las más sugerentes para comunicar la experiencia espiritual. Es la diferencia entre el día y la noche. Cuando se esconde el sol, nos replegamos en nuestras casas y las sombras de los problemas se vuelven más oscuras. A plena luz del día, el optimismo y la esperanza disipan los miedos y nos ponen en marcha. Por eso decimos que Jesús es nuestra luz. Su vida nos llena de motivos para seguir creyendo en la humanidad y descubrir en ella esos destellos divinos.

El evangelio nos presenta la figura del Bautista. Es un «hombre», sin más calificativos, nada de su origen o condición social. Él mismo sabe que no es importante. No es el Mesías, no es Elías, ni siquiera es el Profeta que todos están esperando. Solo se ve a sí mismo como «la voz que grita en el desierto: Allanad el camino al Señor». Sin embargo, Dios lo envía como testigo de la luz, capaz de despertar la fe de todos. Una persona que puede contagiar luz y vida. Ser testigo es:

- Ser como Juan. No se da importancia. No busca ser original ni llamar la atención. No trata de impactar a nadie. Sencillamente vive su vida de manera convencida. Dios ilumina su vida. Lo irradia en su manera de vivir y de creer.

- El testigo de la luz no habla mucho, pero es una voz. Vive algo inconfundible. Comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, su vida refleja a Dios. No enseña doctrina religiosa, pero invita a creer. La vida del testigo atrae y despierta interés. No culpabiliza a nadie. No condena. Contagia confianza en Dios, libera de miedos. Abre siempre caminos, allana el camino al Señor.

La vida está llena de pequeños testigos. Son creyentes sencillos, humildes, conocidos solo en su entorno. Personas entrañablemente buenas. Viven desde la verdad y el amor. Ellos nos «allanan el camino» hacia Dios. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia.

Juan fue enviado por Dios, vino como testigo, para dar testimonio de la luz. Una luz amiga que acaricia las cosas durante horas y horas, y nunca se cansa. No esa luz infinita y distante que habita en los cielos del cielo, sino esa luz terrenal ordinaria, que ilumina a cada hombre y cada historia.

Ser testigo de que la piedra angular sobre la que descansa la historia no es el pecado sino la gracia, no el barro sino un rayo de sol que nunca se rinde.

Soy una voz, hablo palabras que no son mías. Testigo de otro sol. La estricta voz del profeta nos desnuda: Lo que me hace humano es lo divino en mí; La vida viene de Otro, fluye en la persona, como el agua en el lecho de un arroyo. No soy esa agua, pero sin ella no soy nada.

¿Quién eres tú? Un día Jesús dará la respuesta, y será la más hermosa: ¡Eres luz! Luz del mundo.

miércoles, 9 de diciembre de 2020


MEDITACIÓN EUCARISTICA

En esta tarde delante del Señor Sacramentado queremos ponernos en disposición de escucharle, de mirarle, de sentirle, pero no solo como individuos sino como comunidad. Estamos llamados a vivir la fraternidad universal, la filiación divina de todos los humanos. Somos criaturas formadas a imagen y semejanza de Dios.

Tu Señor que vienes en este adviento quieres que todos te esperemos en nuestro corazón, en los acontecimientos, en el prójimo. Que seamos más hermanos, más humanos y sobretodo que busquemos ser testigos vivos de tu presencia y de tu amor a todos tus hijos, sean quienes sean. Escuchemos esta historia

 

ARROZ EN EL INFIERNO Y EN EL PARAÍSO

Después de una larga y honesta vida un chino murió y fue destinado al paraíso. Como era un tipo muy curioso, pidió permiso para dar primero un vistazo al infierno. Un ángel le acompañó y pudo así mirar desde la ventana lo que sucedía allá dentro. Y se cayó de espaldas al ver un inmenso salón lleno de luz y de mesas con todo tipo de comida. Mesas y mesas preparadas con platos de arroz humeante y apetitoso. Pero los que estaban alrededor de estas mesas, eran flacos, piel y huesos, pálidos y ojerosos.

- ¿Cómo es posible que sean así?, le preguntó al ángel, ¿con tanto arroz que tienen delante?

 - Mira bien le contestó el ángel, "cuando llegan aquí reciben todos dos palitos de los que se usan en china para comer. Pero tienen un metro de largo y, para llevar la comida a la boca, los dos palitos largos un metro no le sirven por ser demasiado largos. De manera que no pueden llevarse el arroz a la boca y sufren un hambre tremenda con tanta comida delante.

El buen chino quedó horrorizado. Era verdaderamente un terrible castigo que sufrían aquellos condenados que, por más que esfuerzos que hacían, no podían probar ni siquiera un granito de arroz. No quiso ver nada más y se fue al cielo.

Allí lo esperaba otra sorpresa. El paraíso parecía la misma cosa que el infierno. Un inmenso salón lleno de gente alrededor de mesas con arroz humeante y los convidados todos con dos palitos laaaaaaar.... gos un metro cada uno. Pero estaban todos alegres y gorditos, rozagantes de salud.

- ¿Cómo puede ser esto? le preguntó el chino al ángel.

- Y éste le sonrió diciendo: "Mira bien como se ayudan el uno al otro. Aquí cada uno se preocupa de dar de comer al que está en frente o al vecino de la derecha y de la izquierda. Y todos comen en abundancia porque cada uno se preocupa por el otro.

 

Esta parábola no pretende describir lo que pasa en el infierno o en el paraíso, sino que imagina lo que sería este mundo si superando nuestro egoísmo individualista, nos preocupáramos del bien de los demás. Y el paraíso se encuentra donde existe un grupo de personas que se preocupan los unos por los otros y viven como hermanos. Y el infierno se anticipa cuando nos encerramos en nosotros mismos buscando únicamente nuestro interés.

Quién sabe abrirse al amor tiene ya un pie en el paraíso. La muerte consistirá en retirar el pie que está aquí para colocarlo donde está el otro, en el cielo. De la misma manera, el egoísta tiene ya un pie en el infierno y su muerte, a menos que no se arrepienta, consistirá en colocar el pie donde ya está el otro, en el infierno.

Ayúdanos tu Jesús eucaristía, en esta Navidad que se acerca, a compartir la vida con los demás al igual que tú compartiste tu vida con nosotros y nos dejaste tu cuerpo entregado en el pan y tu sangre derramada en la copa de vino. Amén

 

lunes, 7 de diciembre de 2020


 8 de diciembre

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA

CONCEPCIÓN DE MARÍA

HORARIOS DE MISAS:

8 - 10 - 11 - 20 horas


 2020 AÑO B SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA

Celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción, como un regalo de gracia. Las lecturas nos ayudan a comprender el significado del misterio de la Inmaculada Concepción de María.

El libro del Génesis Dios va en busca de Adán: ¿Dónde estás? Pero Adán es consciente de la caída y se esconde con miedo: Escuché tu voz en el jardín: tuve miedo, porque estoy desnudo, y me escondí. En su deseo de ser como Dios, el hombre se encontró desnudo, privado de la gloria original en la que fue creado. Dios no se resigna a perder a sus criaturas y al final hay una promesa: pondré enemistad entre tú y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Ella te aplastará la cabeza.

En el Evangelio el Ángel Gabriel es enviado a una casa, la de María. Aquí también encontramos una situación de diálogo, pero de un tono y fondo completamente diferentes. Adán se esconde de Dios, tiene miedo; en el Evangelio tenemos una situación de paz, con María abierta a un diálogo en el que es libre, en plena armonía con el plan de Dios que siente como suyo, totalmente disponible para declararse sierva del Señor.

El cristianismo no empieza en el templo, sino en una casa. La primera palabra del ángel, el primer buen anuncio que abre el Evangelio, es: Alégrate, alégrate, sé feliz. Ábrete a la alegría, como una puerta se abre al sol: Dios está aquí, y quiere abrazarte, en una promesa de felicidad.

Las palabras que siguen revelan la razón de la alegría: estás llena de gracia. Es un misterioso apelativo que ilumina su identidad. María está llena porque se vació de si y así puede aceptar la gracia, es decir, todo el amor, la bondad, el don de Dios, puede generar al Hijo del Altísimo, lleno de gracia y de verdad. María no está llena de gracia porque haya respondido "sí" a Dios, sino porque Dios le dijo primero "sí" a ella, sin condiciones. Y ella dice "sí" en nombre de cada uno de nosotros. Si soy amado depende de Dios, no depende de mí. Somos amados de Dios: buenos o menos buenos, justos o injustos, cada uno es amado para siempre. Pequeño o grande, todo constantemente lleno de cielo. El Señor está contigo.

Dios llama a María para que se convierta en colaboradora de la historia más grande. Darás a luz un hijo, que será hijo de la tierra e hijo del cielo, tu hijo e hijo del Altísimo. Se sentará en el trono de David para siempre. La primera palabra de María no es el "sí" que hubiéramos esperado, sino la suspensión de una pregunta: ¿Cómo sucederá esto? Madura e inteligente, quiere entender cómo se salvará la distancia entre ella y la propuesta de Dios. Hacerle preguntas a Dios no es carecer de fe, sino más bien querer crecer en conciencia.


























VIGILIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA