miércoles, 30 de diciembre de 2020

2020 TÚ ERES LA NAVIDAD

 La pandemia nos invita a reducir el contacto humano. El Evangelio de san Lucas recoge uno de los pasajes más extraordinarios. Dice: «Estaba aún lejos, cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó».

Navidad es tiempo de abrazar, es tiempo de reconciliación. Llevar a Cristo en el corazón, razón de la Navidad, es vivir en Él, con Él y para Él dándose a los demás en fraternal comunión.

El mundo ha impregnado la Navidad de materialismo. Lleno de regalos y de dones sorpresas, pero el mejor regalo que podemos hacer a los seres queridos somos nosotros mismos. Convertir nuestra presencia en el mejor regalo llenándolo todo de amor, humildad, generosidad, entrega, servicio, reconciliación, perdón.

Basta con mirar hacia Belén y ante el portal donde tiene lugar el más grande Misterio de la Historia. Buscar la Luz y el sentido de nuestra vida en el único lugar donde es posible encontrarlo: en la inocencia de un Niño, el silencio amoroso y generoso de un Padre y la entrega paciente, amorosa y servicial de una Madre. Un entorno extraordinario de paz, ternura, cariño y amor… sentimientos que pueden impregnar el cotidiano caminar de nuestra vida en Navidad y siempre.

Señor sacramentado ayúdanos a ser un buen regalo para los demás. A donarnos plenamente, a entregarnos con el corazón abierto, a hacerte presente en la vida del prójimo y llenar sus vidas de tu presencia por medio nosotros. Señor auméntanos la fe para darla a los demás, para que las preocupaciones y temores no disipen nuestro servicio, para confiar en que tus designios no nos apartan de la senda del amor; ayúdanos a construir caminos de bondad. Ayúdanos Señor, a ser una bendición para el prójimo, ser reflejo de tus virtudes, a tener un ánimo grande, a ser magnánimos, a tener un espíritu de generosidad, de humildad. Ayúdanos a evangelizar con el ejemplo, con alegría, hablando de Ti a través de nuestros gestos, palabras y acciones.

Señor, es un privilegio poder observarte tan pequeño y humilde en esta cuna; nos permite reflexionar sobre la humildad y recordar el mensaje para que aprendamos de Ti que eres manso y humilde de corazón. En este tiempo de Navidad Señor, queremos acercarnos a tu vida, meditarla, para aprender a caminar en la vida de compromiso.

Gracias, Señor, porque tu propia Encarnación es el símbolo más grande de humildad. Ojalá nosotros nos desprendiéramos de los egoísmos y de las actitudes soberbias, de las actitudes prepotentes, de una forma de actuar poco caritativa.

Señor ayúdanos a ser capaces de poner nuestra pequeñez y nuestra fragilidad en consonancia con la humildad para tener ante Ti una actitud correcta, para vivir en completa dependencia de tu gracia, de tu amor y de tu misericordia.

Que tu nacimiento rodeado de sencillez, sea una escuela de la que aprender que debemos renunciar a los apegos de gloria, de reconocimiento, de aplausos, de ambición, de vanagloria, de honores, de aferrarnos a cosas que a todas luces son superfluas, de buscar nuestro propio interés y no el de los demás. Ayúdanos, Señor, por medio del Espíritu Santo, a tener tus mismos sentimientos

Queremos aprender de Ti, Señor, a inclinarnos ante los planes de Dios como hiciste tú con la Encarnación y tu Nacimiento, poniéndote al servicio de la misión que el Padre te encomendó.

Queremos cumplir también la voluntad del Padre en nuestra vida, a ser obedientes a los planes de Dios que tan estrechamente están relacionados con tu vida y que por ende deben estarlo también con la nuestra.

Señor, te vemos tan pequeño y frágil, tan dependiente de san José y de la Virgen, que solo podemos reconocer ante Ti nuestra pequeñez y nuestras fragilidades; reconocer nuestra pequeñez ante Dios al mismo tiempo que nuestra alegría de haber sido creados a su imagen y semejanza.

Gracias, Padre, porque todo lo hemos recibido de Ti. Queremos vivir en la humildad, a tratar de vivir en el servicio y a renunciar a todo lo que nos aparta de Ti y de los demás. Amén

 

 

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