miércoles, 9 de diciembre de 2020


MEDITACIÓN EUCARISTICA

En esta tarde delante del Señor Sacramentado queremos ponernos en disposición de escucharle, de mirarle, de sentirle, pero no solo como individuos sino como comunidad. Estamos llamados a vivir la fraternidad universal, la filiación divina de todos los humanos. Somos criaturas formadas a imagen y semejanza de Dios.

Tu Señor que vienes en este adviento quieres que todos te esperemos en nuestro corazón, en los acontecimientos, en el prójimo. Que seamos más hermanos, más humanos y sobretodo que busquemos ser testigos vivos de tu presencia y de tu amor a todos tus hijos, sean quienes sean. Escuchemos esta historia

 

ARROZ EN EL INFIERNO Y EN EL PARAÍSO

Después de una larga y honesta vida un chino murió y fue destinado al paraíso. Como era un tipo muy curioso, pidió permiso para dar primero un vistazo al infierno. Un ángel le acompañó y pudo así mirar desde la ventana lo que sucedía allá dentro. Y se cayó de espaldas al ver un inmenso salón lleno de luz y de mesas con todo tipo de comida. Mesas y mesas preparadas con platos de arroz humeante y apetitoso. Pero los que estaban alrededor de estas mesas, eran flacos, piel y huesos, pálidos y ojerosos.

- ¿Cómo es posible que sean así?, le preguntó al ángel, ¿con tanto arroz que tienen delante?

 - Mira bien le contestó el ángel, "cuando llegan aquí reciben todos dos palitos de los que se usan en china para comer. Pero tienen un metro de largo y, para llevar la comida a la boca, los dos palitos largos un metro no le sirven por ser demasiado largos. De manera que no pueden llevarse el arroz a la boca y sufren un hambre tremenda con tanta comida delante.

El buen chino quedó horrorizado. Era verdaderamente un terrible castigo que sufrían aquellos condenados que, por más que esfuerzos que hacían, no podían probar ni siquiera un granito de arroz. No quiso ver nada más y se fue al cielo.

Allí lo esperaba otra sorpresa. El paraíso parecía la misma cosa que el infierno. Un inmenso salón lleno de gente alrededor de mesas con arroz humeante y los convidados todos con dos palitos laaaaaaar.... gos un metro cada uno. Pero estaban todos alegres y gorditos, rozagantes de salud.

- ¿Cómo puede ser esto? le preguntó el chino al ángel.

- Y éste le sonrió diciendo: "Mira bien como se ayudan el uno al otro. Aquí cada uno se preocupa de dar de comer al que está en frente o al vecino de la derecha y de la izquierda. Y todos comen en abundancia porque cada uno se preocupa por el otro.

 

Esta parábola no pretende describir lo que pasa en el infierno o en el paraíso, sino que imagina lo que sería este mundo si superando nuestro egoísmo individualista, nos preocupáramos del bien de los demás. Y el paraíso se encuentra donde existe un grupo de personas que se preocupan los unos por los otros y viven como hermanos. Y el infierno se anticipa cuando nos encerramos en nosotros mismos buscando únicamente nuestro interés.

Quién sabe abrirse al amor tiene ya un pie en el paraíso. La muerte consistirá en retirar el pie que está aquí para colocarlo donde está el otro, en el cielo. De la misma manera, el egoísta tiene ya un pie en el infierno y su muerte, a menos que no se arrepienta, consistirá en colocar el pie donde ya está el otro, en el infierno.

Ayúdanos tu Jesús eucaristía, en esta Navidad que se acerca, a compartir la vida con los demás al igual que tú compartiste tu vida con nosotros y nos dejaste tu cuerpo entregado en el pan y tu sangre derramada en la copa de vino. Amén

 

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