sábado, 5 de diciembre de 2020

2020 AÑO B TIEMPO DE ADVIENTO II


El segundo domingo del tiempo de adviento aparecen las dos figuras claves para poder interpretar este tiempo: el profeta Isaías y Juan el Bautista. Son dos voces, con siglos de diferencia, que gritan las mismas palabras, en el calor del mismo desierto de Judá. Los dos profetas usan el mismo verbo, siempre en el presente: "Dios viene". Simple, directo, seguro: Él viene. Como una semilla que se convierte en árbol, como la luz de la mañana, que parece mínima, pero está creciendo, una pequeña brecha que se traga la noche.

Una frase muy intensa abre este evangelio: «Comienzo de la buena noticia de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios». Estas palabras nos permiten evocar algo de lo que encontraremos en su relato. Lo que hace que la vida comience a vivir de nuevo, a planear, a crear lazos, lo que hace que la vida comience de nuevo es siempre una buena noticia, una grieta de esperanza. El comienzo del evangelio que es Jesucristo. La buena noticia es una persona, el Evangelio es Jesús, un Dios que florece bajo nuestro sol, que vino a hacer florecer al ser humano. Y sus ojos que sanan cuando acarician, y su voz que impactaba en las gentes que los escuchaba.

Es Dios quién dibuja otro mundo posible. Otro posible corazón. Dios se propone como el Dios de los comienzos: desde allí donde todo parece detenerse, volver a empezar; cuando el viento de la vida gira y gira y vuelve a girar y nada parece nuevo bajo el sol, es posible abrir el futuro, generar cosas nuevas.

No desde el pesimismo, ni desde observaciones amargas, ni siquiera desde la realidad existente y su pretendida primacía, que no contienen la sabiduría del Evangelio, sino desde la "buena noticia". Al principio hay algo bueno. En la base de toda la vida hay algo bueno.

La voz de Juan resuena preparad los caminos… porque viene alguien más fuerte que yo. No es fuerza física, sino que Jesús es fuerte porque tiene el coraje de amar hasta el extremo, de no guardarse nada y de darlo todo. Es el más fuerte porque es el único que habla al corazón, de hecho, habla "con el corazón", cercano y cálido como el aliento, tierno y fuerte como el afecto, bello como el más bello sueño.

Todos vivimos momentos de desierto, de esa realidad dura que nos toca vivir, ahí es donde hemos de construir un camino para el Señor. El adviento nos vacía, nos esponja, nos sensibiliza: Tenemos que estar dispuestos a realizar un camino para Dios desde nuestra realidad.

Los caminos que conducen a la Navidad no pueden ser aquellos falsos anuncios de felicidad, de lucecitas, del sueño de la lotería, del dulce o del cotillón de nochevieja. Sin embargo, los caminos que hay que preparar es el corazón, el afecto, el sentimiento, la voluntad que nos hacen vivir y recuperar el sentido más profundo de esos días: Dios sale a nuestro encuentro. 

 

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