Celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción, como un regalo de gracia. Las lecturas nos ayudan a comprender el significado del misterio de la Inmaculada Concepción de María.
El libro del Génesis
Dios va en busca de Adán: ¿Dónde estás? Pero Adán es consciente de la caída y
se esconde con miedo: Escuché tu voz en el jardín: tuve miedo, porque estoy
desnudo, y me escondí. En su deseo de ser como Dios, el hombre se encontró
desnudo, privado de la gloria original en la que fue creado. Dios no se resigna
a perder a sus criaturas y al final hay una promesa: pondré enemistad entre tú
y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Ella te aplastará la cabeza.
En el Evangelio el
Ángel Gabriel es enviado a una casa, la de María. Aquí también encontramos una
situación de diálogo, pero de un tono y fondo completamente diferentes. Adán se
esconde de Dios, tiene miedo; en el Evangelio tenemos una situación de paz, con
María abierta a un diálogo en el que es libre, en plena armonía con el plan de
Dios que siente como suyo, totalmente disponible para declararse sierva del
Señor.
El cristianismo no
empieza en el templo, sino en una casa. La primera palabra del ángel, el primer
buen anuncio que abre el Evangelio, es: Alégrate, alégrate, sé feliz. Ábrete a
la alegría, como una puerta se abre al sol: Dios está aquí, y quiere abrazarte,
en una promesa de felicidad.
Las palabras que siguen
revelan la razón de la alegría: estás llena de gracia. Es un misterioso
apelativo que ilumina su identidad. María está llena porque se vació de si y
así puede aceptar la gracia, es decir, todo el amor, la bondad, el don de Dios,
puede generar al Hijo del Altísimo, lleno de gracia y de verdad. María no está
llena de gracia porque haya respondido "sí" a Dios, sino porque Dios
le dijo primero "sí" a ella, sin condiciones. Y ella dice
"sí" en nombre de cada uno de nosotros. Si soy amado depende de Dios,
no depende de mí. Somos amados de Dios: buenos o menos buenos, justos o
injustos, cada uno es amado para siempre. Pequeño o grande, todo constantemente
lleno de cielo. El Señor está contigo.
Dios llama a María para
que se convierta en colaboradora de la historia más grande. Darás a luz un
hijo, que será hijo de la tierra e hijo del cielo, tu hijo e hijo del Altísimo.
Se sentará en el trono de David para siempre. La primera palabra de María no es
el "sí" que hubiéramos esperado, sino la suspensión de una pregunta: ¿Cómo sucederá esto? Madura e inteligente, quiere entender cómo se salvará la
distancia entre ella y la propuesta de Dios. Hacerle preguntas a Dios no es
carecer de fe, sino más bien querer crecer en conciencia.
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