miércoles, 26 de noviembre de 2025


 

MEDITACIÓN EUCARÍSTICA

EL BESO DE DIOS

Jesús amigo, aquí estanos delante de ti para sosegar nuestra alma y nuestro corazón. A veces la vida nos sacude y nos incomoda y no sabemos encajar bien los golpes y por eso nos rebelamos y nos desesperamos. Necesitamos de tu presencia, de tu mirada cariñosa y compasiva para sentirnos amados y queridos por ti y por nuestro Padre Dios.

Con este amor en nuestro corazón seguramente viviríamos nuestra existencia con sabiduría y entrega constante, sin quejarnos nunca de los planes de Dios sobre nosotros, que tantas veces nos sabemos interpretar. Ayúdanos tú y nunca nos dejes de tu mano. Sabemos que no lo haces, pero haznos sentirlo con fuerza. Escuchemos esta bonita historia.

El beso de Dios: Cuentan que un niño judío llamado Mortakai se resistía a ir a la escuela. Cuando cumplió seis años, su madre lo llevó al colegio, pero él lloraba y protestaba por el camino e, inmediatamente después que su madre se marchó, el niño terco regresó corriendo a su casa. Ella lo volvió a llevar a la escuela. Esta escena se repitió varios días. El niño se resistía a quedarse en la escuela. Sus padres trataron de convencerle con razones, arguyendo que él, como todos los niños, tenía que ir a la escuela.

En vano. Sus padres intentaron entonces el viejo truco de aplicarle una adecuada combinación de sobornos y amenazas. Tampoco esto fue efectivo.

Finalmente, desesperados, sus padres fueron a visitar a su rabino y le explicaron la situación. Por su parte, el rabino dijo simplemente:

- Si el niño no atiende a las palabras, traédmelo.

Los padres llevaron al niño a la oficina del rabino. El rabino no dijo ni palabra. Sencillamente aupó al niño sobre su regazo, y lo abrazó y apretó un rato largo contra su corazón. Después, todavía sin decir palabra, lo bajó de su regazo.

Lo que las palabras no habían podido lograr, un abrazo silencioso lo consiguió. Mortakai no sólo comenzó a ir a la escuela de buena gana, sino que más adelante llegó a ser gran profesor y rabino.

Lo que esta parábola expresa maravillosamente es cómo funciona la Eucaristía. En ella, Dios nos abraza físicamente. Efectivamente, eso es lo que son los sacramentos, abrazos físicos de Dios. Las palabras, como sabemos, tienen un poder relativo. En ocasiones críticas, con frecuencia nos fallan las palabras. Cuando pasa esto, tenemos todavía otro lenguaje, el lenguaje de los ritos. El ritual más antiguo y más primordial de todos es el ritual del abrazo físico. Puede expresar y lograr lo que no pueden las palabras.

Jesús actuó en esa línea. En la mayor parte de su ministerio, usó palabras. Por medio de palabras intentó traernos el consuelo, el reto y la fuerza de Dios. Sus palabras, como toda palabra, tenían un cierto poder. Efectivamente, sus palabras movían corazones, curaban a la gente y realizaban conversiones. Pero, al mismo tiempo, por más poderosas que fueran, las palabras se volvieron también insuficientes. Se necesitaba algo más. Así pues, en la noche previa a su muerte, habiendo agotado lo que podía expresar y hacer con palabras, Jesús fue más lejos, y las superó. Nos dio la Eucaristía, su abrazo físico, su beso, un ritual por el que nos abraza y nos guarda en su corazón. La Eucaristía es el beso de Dios.

Chesterton escribió una vez: “Llega un momento, normalmente al atardecer, cuando el niño se cansa de jugar a policías y ladrones. Es entonces cuando comienza a molestar y a meterse con el gato”. Las madres con niños pequeños conocen demasiado bien esa hora del atardecer y su dinámica particular. Llega un momento, normalmente justo antes de la cena, cuando la energía del niño es baja, cuando se siente cansado y gimotea y cuando la madre ha agotado su paciencia y su repertorio de avisos: “¡Deja eso quieto! ¡No hagas eso!” El niño, tenso y abatido, se abraza a la pierna de su madre. En ese momento la madre sabe lo que hacer. Coge y coloca al niño en su regazo. Contacto físico, no palabra, es lo que se necesita. En los brazos de su madre, el niño se va calmando y la tensión desaparece de su cuerpo por completo.

Esa es una buena imagen o símbolo aplicable a la Eucaristía. Nosotros somos ese niño tenso, nervioso perdido, siempre atormentando al gato. Llega un momento, también con Dios, cuando las palabras no son suficientes. Dios nos tiene que aupar, tomar en sus brazos, como hace la madre con su hijo. Lo que se necesita es un abrazo físico. La piel necesita que la toquen. Dios sabe eso. Por eso Jesús nos dio la Eucaristía. Amén.

domingo, 23 de noviembre de 2025


 

2025 CICLO C TIEMPO ORDINARIO XXXIV

 SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO

Queridos hermanos esta festividad de Jesucristo rey del universo cierra este ciclo litúrgico y nos preparamos para iniciar un nuevo año con el tiempo del Adviento.

Comenzó su predicación en Galilea anunciando que el Reino de Dios estaba cerca, que ha llegado a nosotros, que está dentro de nosotros. El Reino fue el eje de su predicación.  Jesús no se anuncia a sí mismo, sino al Reino de Dios.

Jesús vino para anunciar el Reino de Dios, con palabras y con signos. El Reino es un don, una gracia de Dios, pero no una gracia barata; es también para nosotros una responsabilidad. Porque el Reino, que no es de este mundo, tiene que ver con este mundo: Jesús presenta actitudes y valores que transforman a las personas y sus relaciones, y que suponen una crítica de las instituciones.

El Reino es un conjunto de actitudes que cambian los corazones, despojándonos de las obras del hombre viejo y revistiéndonos del hombre nuevo, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, apoyo mutuo, capacidad de recibir y otorgar el perdón, y sobre todo, revistiéndonos del amor, que es el vínculo de la perfección.

Nuestro trabajo por el Reino será un trabajo paciente, como el lento crecer de la semilla hasta convertirse en árbol frondoso, aunque sin perder la fe y la esperanza en la bondad del trigo al que no ahoga la cizaña. 

Jesús no es rey al estilo del mundo, sino que su trono es la cruz y su corona no es de oro sino de espinas. Él es el autor y el servidor de la vida. Que cambia la lógica de la historia mediante la revolución de la ternura, la última palabra sobre el sentido de nuestra existencia y, al mismo tiempo, sobre el corazón de Dios. Jesús nos dice con sus palabras y con sus gestos que Dios está involucrado, está aquí, tiene sus manos enredadas para siempre en la espesura de cada vida.

Desde una cierta distancia, las «autoridades» religiosas y el «pueblo» se burlan de Jesús haciendo «muecas». Hasta tres veces repite Lucas la burla: «Sálvate a ti mismo». ¿Qué «Mesías» puede ser este si no tiene poder para salvarse? ¿Qué clase de «Rey» puede ser?

De pronto, en medio de tanta burla, una invocación: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». El otro delincuente, reconoce la inocencia de Jesús, confiesa su culpa y, lleno de confianza en el perdón de Dios, solo pide a Jesús que se acuerde él. Jesús le responde de inmediato: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Ahora están los dos agonizando, unidos en el desamparo y la impotencia. Pero hoy mismo estarán los dos juntos disfrutando de la vida del Padre. El verdadero poder, el que cambia el mundo, es la capacidad de amar así, con amor desarmado, hasta el final, hasta el extremo, hasta el final.

Que venga tu Reino, Señor, y que sea intenso como la vida misma.


 


CELEBRACIÓN DE LA SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, 
REY DEL UNIVERSO EN EL HOSPITAL DE LA PEDRERA

sábado, 22 de noviembre de 2025


 

El próximo domingo 30 de Noviembre, da inicio el Tiempo de Adviento con la bendición y el encendido de la primera vela de la corona.

En todas las eucaristías se bendecirán también las coronas de Adviento familiares.


 


 

ACCIÓN DE GRACIAS

REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR

Cuando anuncie, más allá de trompetas triunfales,

con mi propia vida y hasta con sangre,

que tu reino es justicia, paz y libertad.

Cuando, además de contemplar tu belleza,

descubra la radicalidad de tu mensaje,

la dulzura y, a la vez, la exigencia de tus palabras.

REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR

Huyendo de la grandeza y del poder

abrazando, con humildad y obediencia,

el peso de la cruz que surja por delante.

Sí, Señor, reinaré contigo sabiendo que,

soy y no soy del mundo,

que, no siempre seré comprendido,

como Tú, Señor, tampoco lo fuiste

desde el primer día de tu nacimiento.

REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR

Sin más bandera, que el evangelio en la mano.

Sin más fortaleza, que el alma bien dispuesta.

Sin más armas, que el amor que dinamita el odio.

Sin más corona, que el servicio cumplido.

REINARÉ, CONTIGO, SEÑOR

Anunciando tu misericordia y tu lealtad;

tu presencia y tu comunión con el Padre,

tu fidelidad y tu reinado de vida y verdad.

Amén.

 

miércoles, 19 de noviembre de 2025


 

2025 ADORACIÓN EUCARÍSTICA:

LOS JARRONES

Jesús sacramentado, de nuevo nos presentamos ante ti para pasar unos momentos de adoración, contemplación y reflexión. Como siempre queremos aprender de ti tu vida de servicio, de entrega y sacrificio por todos nosotros.

Servirte a ti es más que realizar grandes obras; es ofrecerte nuestro corazón en lo pequeño y en lo cotidiano, en la paciencia, en el perdón, en la ayuda al prójimo y en la obediencia a ti Palabra.

Si cada día procuramos hacer lo mejor, con nuestras acciones, palabras y pensamientos, entonces podremos legar al final de nuestra vida con paz, sabiendo que, aunque fuimos imperfectos, nuestra intención fue amar y servir al Señor con todo lo que teníamos y con todo lo que éramos capaces.

Así, la muerte no será derrota, sino coronación del servicio fiel.

LOS JARRONES: Hace muchísimos años, un noble le regaló al emperador de Japón 20 hermosísimos jarrones de la más fina y delicada porcelana, para cada uno de los cuales se necesitaron más de 10 años construirlo, por los más diestros y delicados orfebres de todo el país.

Tal era su belleza, tonos, labrados y delicadeza, que el emperador ordenó la construcción de un magnífico pabellón, donde estuvieran los jarrones a su vista, rodeados de un hermoso parque con fuentes, árboles y jardines.

Para su cuidado, escogió al más fiel de sus nobles, al más cercano y de su mayor confianza, pidiéndole que conservara estos jarrones en todo su esplendor, y diciéndole que respondía con su vida por lo que a uno de ellos le pasara.

Durante varios años el mismo noble limpiaba, pulía y cuidaba de los jarrones, pero un día golpeó accidentalmente uno de ellos y se rompió. Al entrarse el Emperador, cono lágrimas hizo que el noble fuera sentenciado a muerte.

Inmediatamente buscó al noble más cercano a él, el de más confianza y más alegato para que reemplazara al anterior, y así, nombró a quien mayores calidades tenía en todo el país, y le hizo jurar que con su vida respondería por el mínimo daño que sufrieran los 19 jarrones restantes.

Mucho tiempo cuidó de los jarrones, hasta que, nuevamente, uno de ellos se agrietó. Al verlo, el noble se suicidó por la deshonra que su familia sufriría, y por su traición a los intereses del emperador.

Buscó al emperador un nuevo custodio para su tesoro, y encontró a su mejor amigo, al más valiente y leal soldado del reino, y le encargó el cuidado del tesoro, con las mismas condiciones y juramento de los anteriores. El noble aceptó, y tomando un arma, destruyó los 18 jarrones restantes.

El emperador, sorprendido y furioso, exclamó que merecía la muerte más cruel e infame por lo que había hecho, pero el amigo le dijo:

- Por estos jarrones han muerto dos de los más valiosos y útiles colaboradores del Imperio; de esta forma queda más desamparado y solo el emperador y su pueblo. Con esto, yo moriré, pero le he salvado la vida a los 17 más valiosos súbditos del Imperio. Moriré sabiendo que hice lo mejor que podía hacer por su majestad.

El gesto del noble puede parecer, a primera vista, un acto de rebeldía o incluso de destrucción irracional. Sin embargo, en su raíz hay una entrega voluntaria y sacrificial inspirada en el amor al prójimo y en el deseo de evitar un mal mayor. Su motivación no es el odio ni el orgullo, sino proteger la vida de otros. Esto recuerda tus palabras: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Jn 15,13).

El emperador valora los jarrones, símbolos de riqueza, belleza y poder, más que las vidas humanas. El noble rompe esos objetos para demostrar que ningún bien material vale más que una vida.

El noble enseña al emperador, con su propia muerte, que los bienes materiales pueden ser ídolos que ciegan el corazón, y que sólo el amor y la misericordia dan sentido a la existencia.

En la lógica del mundo, pierde todo; en la lógica del Evangelio, gana el sentido último del amor y de la salvación. Así como Cristo, su aparente derrota es en realidad su victoria. El amor sacrificial transforma el mal en bien, aunque no sea comprendido de inmediato. Su gesto, leído desde la fe cristiana, es una imagen del Cristo que muere para salvar, del amor que vence al egoísmo, y de la sabiduría que brilla incluso en medio de la incomprensión y la aparente locura. Amén