miércoles, 5 de noviembre de 2025


 

2025 MEDITACIÓN EUCARISTICA

EL MEJOR HIJO

Señor Jesús eucaristía no reunimos de nuevo en torno al altar para saborear tu presencia y lanzarnos de tus mujeres y de tu sabiduría. En nuestra existencia muchos buscan lanzarla con bienes, logros o reconocimientos, creyendo que en ellos encontrarán plenitud. Pero nada de eso basta para iluminar el corazón. Sólo la luz del Espíritu, que viene de Dios, puede lanzar verdaderamente la casa del alma.

Ciertas realidades interiores no ocupan espacio físico, pero lo transforma todo. De la misma forma, Cristo nos invita a ser “la luz del mundo”, a quitar claridad y esperanza allí donde todo parece vacío. A veces no comprendemos que lo más grande no se compra ni se mide, sino que se enciende desde dentro, desde el corazón. Nosotros, muchas veces, intentamos lanzar nuestra vida con cosas pasajeras, trabajo, dinero, actividades, y sin embargo sentimos el vacío. Pero cuando dejamos que la luz de Cristo entre en nuestro corazón, todo se transforma.

No se trata de brillar por nosotros mismos, sino de reflejar la luz de Dios que habita en nosotros. Jesús tú nos llamas a ser portadoras de esa luz, a lanzar nuestras casas, nuestras familias y comunidades con fe, esperanza y amor . Escuchemos esta impresionante historia

EL MEJOR HIJO: Esta historia nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:

- No puedo dividir en tres lo que pongo. Esto dejaría muy pocos bienes a cada uno de ustedes. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, a lo que se muestre más hábil, más inteligente, más astuto, más sagaz. Dicho de otra forma, a mí mejor hijo.

- He dejado sobre la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Cosechada. El que compre con esa moneda algo con lo que echar la casa, se quedará con todo.

Los tres hijos se fueron a ver que podían hacer.

Después de un cierto tiempo el primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad.

El segundo hijo compró sacos de plumas, pero no consiguió echar la casa mucho más que el anterior.

El tercer hijo sólo compró un pequeño objeto. Era una vela. Espero hasta la noche, encendió la vela y echó la casa de luz. Éste fue quien consiguió la herencia, por su inteligencia, sagacidad y sabiduría. El padre no dudó en dejarle a él todo lo que tenía. Sabía que el tercer hijo con su astucia no sólo conservaría la herencia, sino que la multiplicaría.

Querido a Jesús en esta parábola breve pero muy profunda, cargada de simbolismo y enseñanza. Podemos aprender que las realidades, aunque a primera vista, parecen un simple desafío de ingenio, sin embargo, su mensaje va más allá de la astucia práctica: invita a reflexionar sobre el valor de lo intangible frente a lo material.

Los dos primeros hijos interpretan literalmente las palabras del padre, echar la casa con algo comprado, por lo que buscan objetos físicos que ocupan espacio. Representan la mentalidad común, centrada en lo concreto y en la apariencia.

El tercero, en cambio, comprende el sentido simbólico del reto: lanzar la casa no necesariamente implica ocuparla con cosas visibles, sino darle plenitud, significación, vida. Con una simple vela, transforma el espacio vacío en un sitio iluminado. La luz, símbolo del conocimiento, la comprensión y el espíritu, llena donde la materia no puede legar.

En este acto existe una lección sobre sabiduría, creatividad y perspectiva: el valor no está en tener más, sino en saber ver más allá de lo evidente. El “mejor hijo” no es quien posee más bienes ni quien ocupa más espacio, sino quien sabe aportar claridad y sentido.

Podríamos decir que el padre no sólo buscaba heredar sus bienes, sino también transmitir su enseñanza final: La verdadera riqueza está en la luz de que somos capaces de encender dentro ya nuestro alrededor.

Que esta historia nos ayude a recordar que el mejor hijo no fue el más astuto, sino el que supo mirar con el corazón. Que también nosotros sepamos encender la luz de Cristo en cada rincón de nuestra vida, para que, donde haya oscuridad, brille la claridad del Evangelio. Amén.

sábado, 1 de noviembre de 2025


 


 


 

ACCIÓN DE GRACIAS

Nunca será tarde hermanos, para después de la vida, salpicada de obstáculos y de sobresaltos aguardar el momento definitivo donde, lo que no entendíamos, lo veremos donde lo que no alcanzábamos…lo contemplaremos con nuestros propios ojos.

Para los que fuiste padres, recibir el abrazo del que es Padre y premiará los desvelos por vuestros hijos a los que, enseñasteis y dejasteis lo mejor de vosotros mismos.

Para los que, siendo jóvenes o niños, la muerte os cortó sin previo aviso.

Teniendo la vida por delante, os apartó para siempre de nuestros ojos.

No será tarde porque, en el cielo, seréis eternamente jóvenes como joven fue y murió el mismo Jesucristo.

No será tarde porque, en el cielo, siendo niños disfrutaréis de una Madre que acoge, con amor de Madre.

No será tarde amigos y consagrados, sacerdotes y religiosos, enfermos y trabajadores, anónimos y olvidados…

Porque, Dios, lejos de olvidar…siempre recuerda con nombre y apellidos, las huellas que, al pasar por esta tierra, todos vamos dejando en los mil caminos recorridos.

Nunca será tarde, cuando llegue el momento de abrazarnos con abrazo eterno, de sonreír en una inmensa alegría eterna, de vivir en una VIDA que ya no cesará de disfrutar en una ETERNA FIESTA en el cielo.

Amén.

 


 

2025 CICLO C

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS DIFUNTOS

 

Hay una frase en la Escritura que es luminosa: Nuestro Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque todos están vivos para Él. Este día se recuerda con cariño a los seres queridos difuntos y a toda la gente buena que ha existido, existe y existirá. Su estela de bondad nos anima a seguir confiando en la humanidad.

¡La vida no termina! ¡A la vuelta de la esquina, nos aguarda la eternidad! ¡No nos espera algo, sino ALGUIEN! ¿Qué sería de un mundo sin esperanza?  Después de festejar el triunfo de los grandes ante Dios, hoy fijamos nuestra mirada en aquellos que nos han precedido en el camino de la vida.

- Lo hacemos desde el corazón. Donde, la muerte, es incapaz de arrebatarnos a aquellos que hemos querido, con los que hemos compartido tantos momentos buenos y también otros tantos malos. En el corazón cuidamos un agradecimiento emocionado porque, entre otras cosas, dejaron profunda huella en palabras y en obras.

- Fijamos también nuestra mirada en nuestros difuntos con la esperanza de volvernos a ver. ¿Quién ha dicho que no ha vuelto nadie a relatarnos qué hay en la otra orilla? ¡No es cierto! Un tal Jesús de Nazaret, descendió al sepulcro, estuvo tres días en él y, al tercer día, cuando resucitó nos dijo que existía un Padre que nos esperaba. Que había vida suficiente, más que de sobra, para todos los que creyeran y esperaran en El.

- Si Jesús es la VIDA, tendremos vida en abundancia; si Jesús es la VERDAD ¿por qué no nos hemos de fiar de sus promesas de que un día resucitaremos? Si Jesús es el CAMINO, ya sabemos por dónde hemos de avanzar para no quedarnos sumidos en la desesperanza o en el desasosiego, en la tristeza o en la amargura: ¡Dios cumple lo que promete! Conmemorar a nuestros difuntos en este día es querer y pedir lo mejor para ellos, que también lo será para nosotros, la VIDA ETERNA.

- Hoy la gran familia de la Iglesia se reúne para implorar y recordar que la misericordia de Dios es ilimitada. Que, en sus brazos abiertos, esperamos se encuentren todos aquellos que cerraron los ojos a este mundo deseando verle; a todos aquellos que, en sus últimos instantes, no hicieron otra cosa sino proclamar: creo en Dios, creo en Cristo, creo en el Espíritu Santo, en la Resurrección de la carne…en la Vida Eterna. La muerte es un obstáculo, pero nunca un final.

A veces un detalle del texto puede iluminar todo un pasaje: dos palabras de la misma raíz: casa (oikós) y hogar (oikía). Casa es el edificio; hogar es la relación de amor que establece entre lo que viven en una casa. En el evangelio se dice: En el hogar de mi padre hay muchas moradas. En el hogar de Dios se construyen relaciones cálidas, confiadas, hogareñas. No temer al Dios que nos respeta y nos ama: Dios no nos avasalla, ni nos fiscaliza, ni se entromete. Respeta, espera a que le abramos la puerta, es paciente con nosotros. No está en todas partes; está donde le dejamos estar. Si creemos en un Dios hogareño hagamos de nuestra sociedad un verdadero hogar.

viernes, 31 de octubre de 2025


 

ACCIÓN DE GRACIAS

Dichosos…vosotros

Porque, sin meter ruido, fuisteis escuchados por Dios.

Porque, sin ser reconocidos, Dios os ha galardonado.

Porque, sin pretender riquezas, el Señor fue vuestro gran tesoro.

Porque, sin ser comprendidos, comprendisteis que Dios era la última Palabra.

Dichosos…vosotros

Que gozáis lo que, nosotros, quisiéramos festejar.

Que saltáis de alegría al lado del Creador.

Que destelláis en alegría desbordante y celeste.

Que gustáis lo que, tantas veces, vivisteis con sencillez y obediencia.

Dichosos…vosotros

Que no buscasteis la paz que el mundo pretendía sino la justicia de Dios.

Que no os acobardasteis ante las dificultades.

Que no confundisteis paz con tranquilidad de conciencia.

Que no os dejasteis vencer por el poderoso caballero don dinero.

Dichosos…vosotros

Que, siendo perseguidos, supisteis ver en ello un soplo hacia el cielo.

Que, siendo humillados, intuisteis que Dios os engrandecía.

Que, siendo apartados de mil caminos, no os alejasteis del verdadero.

Que no sucumbisteis a falsos ideales que el mundo os ofreció.

Dichosos…vosotros

Que sonreís a carcajada limpia en el cielo.

Que cantáis la gloria de un Dios que os dice ¡bienaventurados!

Que rezáis por los que, aquí y ahora, intentamos ser bienaventurados.

Que ofrecéis a Dios, vuestra felicidad, por los que no la poseemos.

Porque, después de cumplir al dedillo, el plan de Dios.

Tenéis, bien merecida, esa santidad que hoy

el Señor, la Iglesia, y todos los hombres de buena voluntad

reconocen en vuestra virtud heroica, constante y sin tregua. Amén.


 

2025 CICLO C

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Hoy celebramos la solemnidad de todos los santos, hombres y mujeres que a lo largo de la historia han entrado en le corazón de Dios y viven en él.

Las Bienaventuranzas son las guías de la historia. Las nueve palabras que abren el discurso de la montaña no son el reflejo de los preceptos morales, no se refieren a los mandamientos antiguos o a los nuevos (no matar, no robar, amar a su prójimo...). No son un mandato o un deber, pero son la feliz noticia, la alegre proclamación de que Dios da vida a aquellos que producen amor.

Las bienaventuranzas son el nuevo corazón del nuevo hombre que siempre han soñado todos los profetas. En ellas se revelan el rostro de Jesús, el rostro de Dios. Si Dios también es pobre, es decir, mendigo de amor, si Dios es manso, entonces es bueno ser dulce y tierno como él. Si Dios tiene un gran corazón y su medida es perdonar sin medida, si es un pacificador, entonces es bueno inventar con él el milagro frágil y luminoso de la paz.

Las bienaventuranzas se refieren a situaciones de sufrimiento, de prueba. Un ángel misterioso le dice a cualquiera que llora: Dios está contigo, camina a tu lado, enjuaga las lágrimas, abre el futuro. Dios está en las lágrimas para multiplicar el coraje. En la tormenta está a tu lado, es la fuerza de tu fuerza. Al igual que en esa noche tormentosa en el lago de Galilea, él está allí.

Los santos y santas son realmente los amigos de la humanidad, porque trazan los nueve caminos, avanzan en los únicos caminos que aseguran un futuro para esta tierra nuestra. Porque ellos son los amigos de Dios. Como el girasol se vuelve hacia el sol, los santos se vuelven hacia Dios. Se exponen día tras día a la mirada de la ternura divina, recibiendo una belleza inusual.

Hoy el evangelio de las bienaventuranzas dice algo fuerte y dulce al mismo tiempo: la santidad es igual a la felicidad.

Hoy es la fiesta del santo que está dentro de cada uno de nosotros. Una fiesta para sorprendernos: Yo también puedo ser una persona que tiene sus raíces en la tierra pero seducido por lo eterno y enamorado de las cosas divinas. En Apocalipsis Dios clama a su ángel: No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios. Los santos son la salvación de la tierra, la protección contra un futuro de devastación, la salvaguardia de todo el conjunto creado, mientras haya santos. La santidad es la garantía no solo de un paraíso individual sino de una supervivencia del mundo. Nuestra tierra tendrá un futuro si empezamos a recorrer estos caminos juntos, si somos la gente de las Bienaventuranzas.

Hay una historia aparente, hecha por los fuertes, los poderosos, los astutos y otra subterránea, escondida cuyos protagonistas son los pobres, los justos. La historia verdadera, la que tiene sentido, duración, valor, consistencia, es la que pertenece a los hombres de las bienaventuranzas. Sólo ellos conocen el secreto de la felicidad. No seremos juzgados por si hemos alcanzado lo ideal, sino por si hemos caminado hacia él, con lealtad y tenacidad. Felicidades a todos.