sábado, 25 de octubre de 2025


 

SÁBADO 1 DE NOVIEMBRE

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Horario de misas:

Parroquia de S. Antonio a las 8, 10, 11 y 20 horas

Misa en el Cementerio a las 10 horas

Ermita de las Rotas a las 18 horas


 

ACCIÓN DE GRACIAS

Al templo se sube para vivir conscientemente, superación de la monotonía, ir más allá de donde estamos.

Se sube a orar, a escuchar atentamente, a dialogar, a dejarse interpelar e interpelar a cobijarse en el amor y a amar, a gozar en soledad de tu compañía.

A orar estamos invitados todos, aunque sea a escondidas, tengamos costumbre o monotonía, seamos legos en esta materia o no sea lo que se estila.

Todos, fariseos y publicanos, ricos y pobres, sabios y torpes, agnósticos, ateos y creyentes, cristianos y no cristianos.

Y oramos al mismo Dios, aunque no nos pongamos de acuerdo y parezca mentira.

Al orar, hoy y siempre, lo importante es lo que sale de dentro, y el que seamos un poco más conscientes de quién eres tú y de quiénes somos nosotros.

Para ello, hay que desnudarse, estemos en primera o última fila, y bañarnos en tus fuentes de agua viva que corre gratis y ofrece vida, paz y alegría.

Pero no siempre sucede lo que decimos, porque el quedar bien y la apariencia nos lleva al autoengaño, y las justificaciones nos visten, nos hacen impermeables y no nos dejan exponernos, como nos creaste, e introducirnos en tus manantiales.

¡Pero qué distinto es hacerlo cargados o ligeros de equipaje, conscientemente o envueltos en redes, sostenidos u orgullosamente firmes, humildemente o entronados en pedestales, seguros de nosotros mismos o asidos a tu Espíritu, justificados o como hemos ido...como el publicano o como el fariseo!

 

 


 

2025 CICLO C

TIEMPO ORDINARIO XXX

Hoy la Palabra de vida nos presenta a dos personajes que suben al templo a rezar: un fariseo devoto y buen ciudadano, que paga los diezmos incluso más de lo que debe, ayuna el doble de lo requerido y reza. Y un publicano, un transgresor público de la ley, hombre de dinero y poder. Una vez más el evangelio nos desconcierta con esta parábola. Lo normal hubiera sido hablar bien del que hacía tantas cosas buenas y reprender la conducta del pecador. Pero la lógica de Dios es distinta y no juzga a las personas.

- El primero, de pie ante el altar, comienza dando gracias, y eso correcto; pero luego lo estropea todo, porque no hace más que erigirse un monumento a sí mismo; y redobla el error añadiendo: yo no soy como los demás, todos ellos embusteros, ladrones, falsos y deshonestos. Yo soy mucho mejor. Pero no se puede alabar a Dios y despreciar a sus hijos; es pura falsedad rezar y al mismo tiempo denigrar, humillar, acusar. Ay de los formalistas, que se preocupan por las más mínimas normas y desprecian al hombre.

- el segundo un publicano, un montón de humanidad encorvado en la oscuridad del templo y de su vida: deteniéndose a distancia, se golpeaba el pecho diciendo: Dios, ten piedad de mí, que soy pecador. Ni siquiera sabe muy bien qué decir, pero lo da todo: cuerpo, corazón y voz; de él sale una súplica, en la que surge Señor, ten piedad de mí, que soy pecador. En el fondo hay un reconocimiento por parte del publicano que en su oficio habrá robado, extorsionado y por tanto no está bien, no es feliz. Le gustaría ser diferente, pero no puede, todavía no lo consigue, por eso pide compasión y ayuda.

Éste volvió a su casa justificado. ¿Por qué el otro no? Porque el fariseo siguió girando todo en sí mismo: yo, yo pago, yo ayuno, yo... En el fondo, no reza a Dios, sino a la imagen de sí mismo proyectada en el cielo, una máscara que deforma el rostro de Dios.

La parábola nos revela dos reglas de la oración, tan sencillas como las de la vida:

1. Si pones el yo en el centro, ninguna relación funciona. Ni en la pareja, ni con los hijos, ni en la comunidad, y mucho menos con Dios. El tú viene antes que el yo.

2. Se reza no para obtener cosas, sino para ponerse en camino y ser transformados.

El publicano volvió a casa perdonado, no porque fuera más honesto o más humilde que el fariseo, sino porque se abre a Dios, como una puerta que se abre al sol, y Dios entra en él, con su misericordia, esa extraordinaria debilidad de Dios que es su verdadera omnipotencia.

Jesús decía: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos... Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Jesús no se dirigió a los sectores piadosos, sino a los indignos e indeseables. Él captó rápidamente que su mensaje es superfluo para quienes viven seguros y satisfechos. Los justos no tienen sensación de estar necesitados de salvación. Les basta la tranquilidad que proporciona sentirse dignos ante Dios y ante la consideración de los demás.

miércoles, 22 de octubre de 2025


 

2025 MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:

EL CABALLITO

Querido Jesús nos encontramos junto a ti en esta tarde para descansar y serenar nuestra alma. A veces, en el camino de la vida, creemos que la fuerza depende únicamente de nuestras propias camas. Caminamos confiados, pero lega un momento en que el cansancio, la tristeza o el miedo nos detienen.

Dios Padre sale siempre a nuestro encuentro, puede ser una persona que nos escucha sin juzgar, una palabra de aliento que lega en el momento justo, un sonrisa inesperada o incluso un silencio que transmita paz. Dios muchas veces no interviene de forma espectacular, sino a través de gestos sencillos que nos reaniman y nos permiten seguir adelante.

Cuando somos conscientes de lo mucho que hemos sido sostenidos por ti gracia, aprendemos a mirar con compasión a nuestros hermanos que se han detenido en el camino. Escuchemos esta historia.

EL CABALLITO : Un padre levantó a su hijito a dar un paseo largo en el bosque. El padre le iba enseñando las cosas del bosque, como se llamaban los árboles, las flores, solo tenía 5 años y le dijo a su papá: móntame a caballo. Su padre subió a Pablito sobre sus hombros y empezaron a caminar. Pablito estaba emocionado y preguntaba a su papá por todo aquello veía desde la altura de los hombros.

Cuando regresaban el padre de Pablito le dijo: ahora el regreso a casa lo vas a hacer caminando. Como era pequeño, lo había levantado sobre sus hombros por mucho rato. Luego, lo puso sobre sus pies y le dijo que debería caminar hasta la casa. Al rato, el pequeño lloraba porque estaba muy cansado, demasiado cansado para dar un paso más. El padre cortó un palito y lo limpió muy bien de toda astilla, mientras el niño observaba. Al terminar, dijo:

- Mira, hijo, te presento contigo propio caballito, para que te quite a casa.

Encantado, el niño se montó sobre su caballito, y felizmente llegó a su casa. Y en casa dio vueltas por todo el jardín, hasta que tuvo que ir a bañarse y acercarse, ya rendido.

A veces nuestro Padre Celestial nos quita, ya veces nos deja andar, y muchas veces creemos que ya no podemos más cuando alguien, movido por El, nos ofrece un caballito - una idea, una promesa, una canción nueva, un cariño, una oración intercesora -, lo que sea, y sobre ese corcel legamos a la meta. Todos necesitamos un caballito en algún momento de la vida.

Señor Jesús en este sencillo relato encontramos una hermosa imagen de la pedagogía de Dios. Nuestro Padre celestial, en su infinita sabiduría, sabe cuándo debe cargarnos sobre sus hombros y cuándo permitir que caminemos por nuestro cuenta. Es ahí donde se revela el amor del Padre: no siempre quitando el cansancio, sino dándonos un caballito que nos devuelva la esperanza.

Ese caballito puede tomar muchas formas. No porque se desentienda de nosotros, sino porque desea que aprendamos a confiar, a fortalecer la fe, ya descubrir que incluso en la debilidad su presencia permanece constante.

Cuando el niño del cuento ya no puede más, el padre no lo reanuda ni lo deja solo. Tampoco vuelve a cargarlo como antes, sino que le ofrece algo nuevo: un caballito que desperta en él ilusión, fuerza y ​​alegría. Así actúa Dios con nosotros: cuando sentimos que ya no tenemos fuerzas, Él nos sorprende con un signo de amor, un detalle pequeño pero lleno de fuerza espiritual. El Señor nos anima a continuar el camino. No siempre quita el peso, pero sí nos enseña a quitarlo como esperanza.

Dios es un Padre que no se olvida de sus hijos cansados. En los momentos de prueba, cuando la oración parece seca o la vida difícil, puede estar preparándonos nuestro propio caballito: algo que, aunque sencillo, nos devolverá la alegría de andar con El.

Y también nosotros somos llamados a ser instrumentos de esa ternura divina. El Espíritu Santo puede usar nuestras manos, nuestras palabras y nuestra oración para ofrecerle descanso a otros peregrinos que ya no pueden seguir. Quizás el caballito que Dios quiere entregarles pase por nosotros: un gesto de comprensión, una bendición, una sonrisa que nace del amor. El amor cristiano no se demuestra sólo en grandes obras, sino en la capacidad de reconocer el cansancio ajeno y ofrecer alivio. Tal vez no podamos resolver todos los problemas del otro, pero podemos ponerle en las manos un pequeño palo convertido en esperanza, con la ternura y la fe de quien confía en que Dios va a usar ese gesto para obrar algo más grande. Amén

sábado, 18 de octubre de 2025


 

2025 CICLO C TIEMPO ORDINARIO XXIX. DOMUND

El Señor sigue enseñando a sus discípulos y a nosotros cada día, cada vez que nos acercamos a su Palabra y la escuchamos. En el evangelio Jesús, a través de una parábola, nos enseña cómo debemos orar siempre, sin desfallecer, sin desanimarnos.

También celebramos la jornada de oración por las misiones y las personas que allí anuncian a Jesucristo, la jornada del Domund.

La parábola es breve y se entiende bien. Dos personajes: Un juez que No teme a Dios y no le importan las personas. Es un hombre sordo a la voz de Dios e indiferente al sufrimiento de los oprimidos.

Una viuda, una mujer sola, privada de un esposo que la proteja y sin apoyo social alguno; es frágil e indomable al mismo tiempo. Ha sufrido una injusticia y no baja la cabeza. En la tradición bíblica, estas «viudas» son, junto con los huérfanos y los extranjeros, el símbolo de las gentes más indefensas. Los más pobres de los pobres. La mujer no puede hacer otra cosa sino presionar, moverse una y otra vez para reclamar sus derechos, sin resignarse a los abusos de su adversario. Sólo quiere que le hagan justicia.

Durante un tiempo, el juez no reacciona. No se deja conmover; no quiere atender aquel grito incesante. Después reflexiona y decide actuar. No por compasión ni por justicia. Sencillamente para evitarse molestias y para que las cosas no vayan a más.

Si un juez tan mezquino y egoísta termina haciendo justicia a esta viuda, Dios, que es un Padre compasivo, atento a los más indefensos, «¿no hará justicia a sus elegidos, que le gritan día y noche?».

La parábola encierra un mensaje de confianza. Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura. Pero ¿no tarda demasiado? Hemos de confiar, de invocar a Dios de manera incesante y sin desanimarnos. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

Porque rezar es como amar. De hecho, siempre hay tiempo para amar: si amas a alguien, lo amas siempre. No se reza para cambiar la voluntad de Dios, sino el corazón del hombre. No se reza para obtener, sino para ser transformados. Contemplar transforma. Uno se convierte en lo que contempla con los ojos del corazón. Uno se convierte en lo que reza. Uno se convierte en lo que ama.

El Domund y la necesidad de rezar por los misioneros y por sus gentes a las cuales sirven, rezar para que sea un servicio eficaz que cure las heridas y las llagas de la humanidad, no solo con palabras de fe y confianza sino en actitudes concretas y actos reconocibles y transformantes. La misión es esencial para la Iglesia y todos podemos participar en ella a través de la oración, el testimonio y la solidaridad económica, apoyando así la labor evangelizadora en lugares de mayor necesidad. Es una invitación a compartir la esperanza y ser parte de una gran familia.


 


 

ACCIÓN DE GRACIAS

Señor, que nos llamas a seguirte como discípulos.

Haz que respondamos con generosidad a tu llamada.

Haz que nuestras comunidades cristianas, vivan el misterio de tu amor, irradien la luz de tu perdón y misericordia.

Danos fortaleza para superar las dificultades que como cristianos y misioneros encontramos.

Sabemos que Tú estás siempre con nosotros, enséñanos a permanecer en ti, envíanos incesantemente tu Espíritu Santo.

Te lo pedimos por intercesión de María, Madre tuya y Madre nuestra.

Con ella te seguimos como discípulos y con ella caminamos hacia todos los pueblos como misioneros de tu Palabra.

Amén.