sábado, 8 de noviembre de 2025


 

ACCIÓN DE GRACIAS

Somos templos vivos de Dios.

Y precisamente por ello, necesitamos “construirnos” día a día.

Mejorarnos y renovarnos.

Cada iglesia, en cientos lugares del mundo, se convierte en un estandarte que pregona la presencia de un grupo que espera, intenta vivir y seguir las enseñanzas de Jesús Maestro.

Sólo podremos edificar un mundo mejor, si nos edificamos, primero, a nosotros mismos.

Dejemos que brille la naturalidad que Dios nos ha dado.

Los extremos son malos.

La belleza del templo católico es, precisamente, la comunidad que celebra y se congrega dentro de él.

La mayor inversión que podemos hacer es, vivir lo que escuchamos dentro de cada iglesia.

Lo contrario sería un maquillaje con sonidos de campanas, altas torres y bonitas fachadas pero con poco cimiento y fundamento.

El Señor nos invita cada día a ofrecer y levantar un espacio de nuestro corazón y de nuestra vida a Dios.

Y, eso, no es maquillaje es –simplemente- hacer de nosotros mismos un templo vivo, eficaz y real para Dios.

Amén.

 

2025 CICLO C TIEMPO ORDINARIO XXXII

DEDICACIÓN DE LA BASILICA DE SAN JUAN DE LETRÁN

 

Dedicación de la catedral de Roma, San Juan de Letrán, raíz de comunión de un extremo al otro de la tierra. Por lo tanto, no celebramos un templo de piedras, sino la casa de un Dios que ha elegido como morada al hombre y la tierra su cielo.

El Evangelio nos propone encontramos al Jesús que no esperábamos, con un látigo en la mano. Nos presenta al maestro apasionado, que utiliza gestos y palabras, para indicar el camino y que no se resigna con las cosas mal hechas: lucha con nosotros para que florezca el hombre y el mundo.

Probablemente, una hora después, los mercaderes, recuperadas las palomas y las monedas, habían vuelto a ocupar sus puestos. Pero el gesto de Jesús ha llegado hasta nosotros, profecía que sacude a nuestras prácticas religiosas del riesgo de hacer mercado de la fe.

Jesús expulsa a los mercaderes porque la fe se ha convertido en objeto de compraventa. Los astutos la utilizan para ganar dinero, los piadosos para congraciarse con el Poderoso: yo te doy oraciones, tú me das gracias; yo te doy sacrificios, tú me das la salvación.

Jesús expulsa del patio a los animales destinados al sacrificio cruento, anticipando el cambio radical que traerá consigo la cruz: Dios ya no nos pide sacrificios, sino que se sacrifica a sí mismo por nosotros. No exige nada, lo da todo. Fuera los mercaderes, entonces. La Iglesia se volverá bella y santa si realiza las acciones de Jesús en el patio del templo: expulsemos la fe que se convierte en mercado y en compra venta. Una Iglesia con delantal y no opulenta.

Jesús amó mucho el templo de Jerusalén, lo admiró, se indignó, incluso lloró por su inminente destrucción. Lo llamó «casa del Padre» y lo cuestionó: destruid este templo y yo lo resucitaré en tres días. De nuestros magníficos templos no quedará piedra sobre piedra. Hablaba del templo de su cuerpo. Nosotros seguiremos siendo la casa de Dios para siempre: hay gracia y presencia de Dios en cada criatura. Es mejor que se derrumben todas las iglesias y templos, antes que caiga un solo hombre. El templo de Dios somos nosotros, es la carne del hombre. Todo lo demás es decorativo. El templo santo de Dios es la persona, ante el cual «deberíamos quitarnos las sandalias» como Moisés ante la zarza ardiente «porque es tierra santa», morada de Dios.

Pasemos, pues, de la gracia de las paredes a la gracia y la santidad de los rostros.

Jesús no se dirige a los guardianes de los templos, sino a cada uno: la última casa del Padre eres tú. Una casa abarrotada de ovejas y bueyes, de dineros y palomas, ya no deja traslucir a Dios.

Hay que volver a encaminarse, a volver a ser transparencia y rendija de Dios. Que sigue y siempre sigue de viaje: el misericordioso sin templo busca un templo, el Dios que no tiene casa la busca precisamente en mí. Si lo acogemos, solo entonces todo el mundo será cielo, cielo de un solo Dios.

Dia de la Iglesia diocesana, abramos los horizontes de nuestra parroquia y ensanchemos el corazón.

 

miércoles, 5 de noviembre de 2025


 

2025 MEDITACIÓN EUCARISTICA

EL MEJOR HIJO

Señor Jesús eucaristía no reunimos de nuevo en torno al altar para saborear tu presencia y lanzarnos de tus mujeres y de tu sabiduría. En nuestra existencia muchos buscan lanzarla con bienes, logros o reconocimientos, creyendo que en ellos encontrarán plenitud. Pero nada de eso basta para iluminar el corazón. Sólo la luz del Espíritu, que viene de Dios, puede lanzar verdaderamente la casa del alma.

Ciertas realidades interiores no ocupan espacio físico, pero lo transforma todo. De la misma forma, Cristo nos invita a ser “la luz del mundo”, a quitar claridad y esperanza allí donde todo parece vacío. A veces no comprendemos que lo más grande no se compra ni se mide, sino que se enciende desde dentro, desde el corazón. Nosotros, muchas veces, intentamos lanzar nuestra vida con cosas pasajeras, trabajo, dinero, actividades, y sin embargo sentimos el vacío. Pero cuando dejamos que la luz de Cristo entre en nuestro corazón, todo se transforma.

No se trata de brillar por nosotros mismos, sino de reflejar la luz de Dios que habita en nosotros. Jesús tú nos llamas a ser portadoras de esa luz, a lanzar nuestras casas, nuestras familias y comunidades con fe, esperanza y amor . Escuchemos esta impresionante historia

EL MEJOR HIJO: Esta historia nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:

- No puedo dividir en tres lo que pongo. Esto dejaría muy pocos bienes a cada uno de ustedes. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, a lo que se muestre más hábil, más inteligente, más astuto, más sagaz. Dicho de otra forma, a mí mejor hijo.

- He dejado sobre la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Cosechada. El que compre con esa moneda algo con lo que echar la casa, se quedará con todo.

Los tres hijos se fueron a ver que podían hacer.

Después de un cierto tiempo el primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad.

El segundo hijo compró sacos de plumas, pero no consiguió echar la casa mucho más que el anterior.

El tercer hijo sólo compró un pequeño objeto. Era una vela. Espero hasta la noche, encendió la vela y echó la casa de luz. Éste fue quien consiguió la herencia, por su inteligencia, sagacidad y sabiduría. El padre no dudó en dejarle a él todo lo que tenía. Sabía que el tercer hijo con su astucia no sólo conservaría la herencia, sino que la multiplicaría.

Querido a Jesús en esta parábola breve pero muy profunda, cargada de simbolismo y enseñanza. Podemos aprender que las realidades, aunque a primera vista, parecen un simple desafío de ingenio, sin embargo, su mensaje va más allá de la astucia práctica: invita a reflexionar sobre el valor de lo intangible frente a lo material.

Los dos primeros hijos interpretan literalmente las palabras del padre, echar la casa con algo comprado, por lo que buscan objetos físicos que ocupan espacio. Representan la mentalidad común, centrada en lo concreto y en la apariencia.

El tercero, en cambio, comprende el sentido simbólico del reto: lanzar la casa no necesariamente implica ocuparla con cosas visibles, sino darle plenitud, significación, vida. Con una simple vela, transforma el espacio vacío en un sitio iluminado. La luz, símbolo del conocimiento, la comprensión y el espíritu, llena donde la materia no puede legar.

En este acto existe una lección sobre sabiduría, creatividad y perspectiva: el valor no está en tener más, sino en saber ver más allá de lo evidente. El “mejor hijo” no es quien posee más bienes ni quien ocupa más espacio, sino quien sabe aportar claridad y sentido.

Podríamos decir que el padre no sólo buscaba heredar sus bienes, sino también transmitir su enseñanza final: La verdadera riqueza está en la luz de que somos capaces de encender dentro ya nuestro alrededor.

Que esta historia nos ayude a recordar que el mejor hijo no fue el más astuto, sino el que supo mirar con el corazón. Que también nosotros sepamos encender la luz de Cristo en cada rincón de nuestra vida, para que, donde haya oscuridad, brille la claridad del Evangelio. Amén.

sábado, 1 de noviembre de 2025


 


 


 

ACCIÓN DE GRACIAS

Nunca será tarde hermanos, para después de la vida, salpicada de obstáculos y de sobresaltos aguardar el momento definitivo donde, lo que no entendíamos, lo veremos donde lo que no alcanzábamos…lo contemplaremos con nuestros propios ojos.

Para los que fuiste padres, recibir el abrazo del que es Padre y premiará los desvelos por vuestros hijos a los que, enseñasteis y dejasteis lo mejor de vosotros mismos.

Para los que, siendo jóvenes o niños, la muerte os cortó sin previo aviso.

Teniendo la vida por delante, os apartó para siempre de nuestros ojos.

No será tarde porque, en el cielo, seréis eternamente jóvenes como joven fue y murió el mismo Jesucristo.

No será tarde porque, en el cielo, siendo niños disfrutaréis de una Madre que acoge, con amor de Madre.

No será tarde amigos y consagrados, sacerdotes y religiosos, enfermos y trabajadores, anónimos y olvidados…

Porque, Dios, lejos de olvidar…siempre recuerda con nombre y apellidos, las huellas que, al pasar por esta tierra, todos vamos dejando en los mil caminos recorridos.

Nunca será tarde, cuando llegue el momento de abrazarnos con abrazo eterno, de sonreír en una inmensa alegría eterna, de vivir en una VIDA que ya no cesará de disfrutar en una ETERNA FIESTA en el cielo.

Amén.

 


 

2025 CICLO C

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS DIFUNTOS

 

Hay una frase en la Escritura que es luminosa: Nuestro Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque todos están vivos para Él. Este día se recuerda con cariño a los seres queridos difuntos y a toda la gente buena que ha existido, existe y existirá. Su estela de bondad nos anima a seguir confiando en la humanidad.

¡La vida no termina! ¡A la vuelta de la esquina, nos aguarda la eternidad! ¡No nos espera algo, sino ALGUIEN! ¿Qué sería de un mundo sin esperanza?  Después de festejar el triunfo de los grandes ante Dios, hoy fijamos nuestra mirada en aquellos que nos han precedido en el camino de la vida.

- Lo hacemos desde el corazón. Donde, la muerte, es incapaz de arrebatarnos a aquellos que hemos querido, con los que hemos compartido tantos momentos buenos y también otros tantos malos. En el corazón cuidamos un agradecimiento emocionado porque, entre otras cosas, dejaron profunda huella en palabras y en obras.

- Fijamos también nuestra mirada en nuestros difuntos con la esperanza de volvernos a ver. ¿Quién ha dicho que no ha vuelto nadie a relatarnos qué hay en la otra orilla? ¡No es cierto! Un tal Jesús de Nazaret, descendió al sepulcro, estuvo tres días en él y, al tercer día, cuando resucitó nos dijo que existía un Padre que nos esperaba. Que había vida suficiente, más que de sobra, para todos los que creyeran y esperaran en El.

- Si Jesús es la VIDA, tendremos vida en abundancia; si Jesús es la VERDAD ¿por qué no nos hemos de fiar de sus promesas de que un día resucitaremos? Si Jesús es el CAMINO, ya sabemos por dónde hemos de avanzar para no quedarnos sumidos en la desesperanza o en el desasosiego, en la tristeza o en la amargura: ¡Dios cumple lo que promete! Conmemorar a nuestros difuntos en este día es querer y pedir lo mejor para ellos, que también lo será para nosotros, la VIDA ETERNA.

- Hoy la gran familia de la Iglesia se reúne para implorar y recordar que la misericordia de Dios es ilimitada. Que, en sus brazos abiertos, esperamos se encuentren todos aquellos que cerraron los ojos a este mundo deseando verle; a todos aquellos que, en sus últimos instantes, no hicieron otra cosa sino proclamar: creo en Dios, creo en Cristo, creo en el Espíritu Santo, en la Resurrección de la carne…en la Vida Eterna. La muerte es un obstáculo, pero nunca un final.

A veces un detalle del texto puede iluminar todo un pasaje: dos palabras de la misma raíz: casa (oikós) y hogar (oikía). Casa es el edificio; hogar es la relación de amor que establece entre lo que viven en una casa. En el evangelio se dice: En el hogar de mi padre hay muchas moradas. En el hogar de Dios se construyen relaciones cálidas, confiadas, hogareñas. No temer al Dios que nos respeta y nos ama: Dios no nos avasalla, ni nos fiscaliza, ni se entromete. Respeta, espera a que le abramos la puerta, es paciente con nosotros. No está en todas partes; está donde le dejamos estar. Si creemos en un Dios hogareño hagamos de nuestra sociedad un verdadero hogar.