jueves, 14 de marzo de 2013

PAPA FRANCISCO



ENCÍCLICA DEL PAPA FRANCISCO




VIDEO MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO






DISCURSO DEL PAPA EN EL CENTRO PARA REFUGIADOS



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CREDO DEL PAPA FRANCISCO

Creo que en la historia, que fue traspasada por la mirada de amor de Dios y en el día de la primavera, 21 de septiembre, me salió al encuentro para invitarme a seguirle. 
Creo en mi dolor, infecundo por el egoísmo, en el que me refugio. 
Creo en la mezquindad de mi alma que buscar tragar sin dar…, sin dar. Creo que los demás son buenos y que debo amarlos sin temor y sin traicionarlos nunca buscando una seguridad para mí.
Creo en la vida religiosa.
Creo que quiero amar mucho.
Creo en la muerte cotidiana, quemante, a la que huyo, pero que me sonríe invitándome a aceptarla. 
Creo en la paciencia de Dios, acogedora, buena, como una noche de verano. 
Creo que papá está en el cielo, junto al Señor. 
Creo que el padre Duarte está también allí, intercediendo por mi sacerdocio. Creo en María, mi Madre, que ama y nunca me dejará solo. Y espero en la sorpresa de cada día en que se manifestará el amor, la fuerza, la traición y el pecado, que me acompañarán siempre hasta ese encuentro definitivo con ese rostro maravilloso que no sé cómo es, que le escapo continuamente, pero quiero conocer y amar. Amén.

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A PROPOSITO DE LO ESCRITO SOBRE EL NUEVO PAPA FRANCISCO
El juzgar incluye primero escuchar y conocer al juzgado
Benjamín Forcano 
(- La Tribuna - htpp://www.cuartopoder.es/tribuna)
24 – Marzo - 2013

         Comienzo por reconocer que yo mismo me he puesto en autoexamen para no caer en la pretensión de diseñar la personalidad del  nuevo Papa a imagen y semejanza  de mis querencias, fobias o prejuicios. Tras leer más  de 35 artículos, veo que a todos nos coge un poco la manía de sentenciar y definir.  Lo confirman la variedad y aún disparidad de los muchos  comentarios. Uno deduce que alguien habla desde la ignorancia y prejuicio, pues no es posible que cosas tan contradictorias quepan en una misma persona. 
         No me propongo escribir ni decir nada nuevo, que no haya sido dicho ya, sobre este “jesuita franciscano”, nacido en 1936 en Argentina, de padre y madre italianos, novicio de la Compañía de Jesús  en 1958, antes estudiante de química y que ya había perdido un pulmón, sacerdote a los 32 años, provincial de la Compañía de Jesús en Argentina, Arzobispo, Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina  y, finalmente, Cardenal. 
         Sus 76 años hablan de su larga trayectoria en la sociedad y en la Iglesia. Y leyendo unas  reflexiones suyas (25 páginas, del 2002), sobre el quehacer  nacional de Argentina “A partir de Martín Fierro” advierto con qué solidez domina la historia, la política, la ética y la originalidad del mensaje de Jesús de Nazaret. Y adivino que no llega a la silla de Pedro desconociendo la responsabilidad inmensa que le viene encima, pues lleva muy adentro la evolución y avatares de esa gran realidad eclesial e institucional que es la Iglesia católica, trajinada muy desde el  principio por el mensaje profético y transformador del Nazareno y al mismo tiempo por  los intereses  de los poderosos y  políticos que disputarán relacionarla y dominarla con miras muy opuestas a las del Nazareno.
         En esa arena histórica,  avanzará siempre la realidad de la Iglesia, una realidad impura y dialéctica, conflictiva y fiel,  si es que quiere incidir  y obrar sobre ella como fermento que moldee conciencias y conductas bajo la  inspiración del EvangelioEl Concilio Vaticano II y su inspirador el Papa Juan XXIII  abrieron caminos para una reforma profunda de la Iglesia,  pero los Papas posteriores  (Juan Pablo II y Benedicto XVI) más que acometer esa reforma la estancaron y consolidaron volviendo al pasado. A pesar de eso, como en todas las épocas, la Iglesia no careció de la vitalidad que absorbía del Evangelio y de la nube de sus testigos, y que la enriquecía con el florecer vigoroso de  una nueva cristología y eclesiología y, en paralelo,  con una nueva teología, pastoral y moral. La espiritualidad samaritana  del Vaticano II, como la denominó Pablo VI, siguió adelante por más   que desde algunas instancias oficiales se la intentara frenar y desactivar.  Convendría no olvidar esto: en las entrañas de la Iglesia, y en niveles singulares de la jerarquía,  por más condicionamientos negativos que operen, son miles y millones los seguidores de Jesús que con libertad y entrega  sostienen la validez y credibilidad de la Iglesia.
         Mucho camino ha recorrido la Iglesia desde que en el siglo IV el obispo Eusebio de Cesárea  crease la figura de Pedro-Papa. Ciertamente, el papado no es de origen cristiano ni hay nada en el Evangelio que lo fundamente. Existían en los primeros siglos las grandes metrópolis de Constantinopla, Roma, Antioquía y Alejandría, cada una con su obispo, en igualdad de  funciones y poder. Eran obispos o patriarcas y se les llamaba popularmente popes = padres en señal de respeto  y estima. Luego, fue Roma la que se apropió del título  de Papa por obra del obispo Eusebio de Cesarea, todo evolucionó y acabó dando al Papado figura  de una Monarquía la más absoluta, en tiempos de la reforma de Gregorio VII.
         Francisco I sabe que el reto primero y más difícil que tiene es éste:  cambiar la estructura actual del gobierno de la curia, ponerla al día democráticamente  con la participación universal del pueblo de Dios, y en un primer plano, con la colegialidad corresponsable de todos  los obispos. Sin ella en primer lugar, no serán  posibles otros muchos  cambios y reformas.
         Sobre este punto, analizando lo hecho por Jorge Mario Bergoglio en los diversos momentos y ámbitos de su vida, se abren muchos resquicios de luz y esperanza. Francisco I es sencillo, austero y tierno, disciplinado, muy popular, reacio a todo lujo y ostentación,  no le resulta indiferente la desigualdad y la injusticia, las miserias y depredaciones del neoliberalismo globalizado en el Primero y en el Tercer mundo. De todo ello es testigo contemporáneo,  muy cercano, y de ello ha escrito y se ha pronunciado  con energía a favor de los más pobres.
          Y eso le ha provocado en ocasiones  malquerencias y duras críticas. Una de ellas la de que, -no salgo de mi asombro-,  habría sido elegido como papa del Tercer Mundo  en compenetración con el poder dominante del Norte, para  combatir el resurgir de la nueva política de nuestra América, la Patria Grande.  ¡Así de simple! Los cardenales electores habrían sido persuadidos y preparados desde fuera,  con la labor sutil  de representantes políticos de la troika europea, otros de Estados Unidos y no sé de quién más,  para esta votación de subordinación al gran capital. Algo parecido de lo que habría  ocurrido  con Juan Pablo II, que habría sido elegido para combatir el comunismo.  ¿Desde dónde  y con qué intenciones se hacen estas lecturas del Papado y de la vida del nuevo Papa Francisco?
         Como he advertido, no voy a escribir nada nuevo que no se haya dicho ya.
          Pero entre todos los escritos, encuentro persistente un aspecto, que pretende dejar a Francisco I  malparado y hasta condenado sin apelación: su apoyo a la dictadura argentina y  su complicidad en el secuestro de dos  jesuitas que dependían de él. No los habría defendido o los habría abandonado al terrorismo del Estado  haciéndose partícipe de su secuestro y sufrimientos.
            Es de esto que voy a  hablar casi exclusivamente.  Por lógica no podía conformarme con lo que de una manera uniforme, pero incomprobada, se decía en los medios. Eran pocos los testimonios o fuentes que se aducían, pero me llamó la atención el silencio que el cardenal Bergoglio  guardaba sobre esto. Pero, no estaba yo en lo cierto, el  silencio no era tal, pues en  el año 2010, el cardenal habló claro  sobre estos puntos. Lo hizo a los periodistas Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti,  en un libro de 192 páginas  (editorial Vergara, Argentina) titulado: “EL JESUITA, Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio, sj”. En el libro, 13 de sus páginas llenan el capítulo 14: “La noche oscura que vivió la Argentina”. Páginas que casi nadie cita con detalle y de las que yo me voy a hacer eco preciso.   
         Han circulado bastantes testimonios que aseguran que el cardenal estaba libre de toda complicidad. Cito, por ejemplo, el de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz: “Es indiscutible  que hubo complicidades de buena parte de la jerarquía eclesial  en el genocidio perpetrado contra el pueblo argentino...No considero que Jorge Bergoglio haya sido cómplice de la dictadura, pero creo que le faltó  coraje para acompañar nuestra lucha por los derechos humanos en los momentos más difíciles”. Otro testimonio es el de Álvaro Restrepo, ex provincial jesuita  y maestro de novicios que ha hecho pública unas carta, que le escribe Orlando, unos de los jesuitas secuestrados: “El nos trató bien y si estamos vivos es por él”.
         Me aferré al capítulo 14 del libro citado  y no lo dejé hasta que entresaqué, casi literalmente, todo lo que el cardenal dice: su visión, actitud y respuestas en tiempo de la dictadura. En asunto como éste, era primordial contar con las palabras directas de quien era cuestionado. Como actor de lo sucedido, nadie como él tiene experiencia, autoridad y versión directas.  
         
Esta es la versión del cardenal Bergoglio: 
-“Durante la dictadura, -yo tenía entonces 37 años y mis relaciones eran escasas para poder abogar por personas secuestradas- , escondí en el colegio Máximo de la Compañía, donde yo residía,  a varias personas. En el mismo colegio cobijé a tres seminaristas  de la diócesis del obispo Enrique Angelleli, cuando ya él había sido asesinado. Uno de estos seminaristas  le comentó al obispo Maletti que en el colegio había personas  “para hacer ejercicios espirituales de 20 días”, pero que en realidad aquello no era sino una pantalla para esconder a gente.
-Por Foz de Iguazú saqué  a un joven con  parecido a mí. Le presté mi cédula de identidad y, vestido con clerygman,  salió y pude salvarlo. 
-Intenté por dos veces conversar con el general Videla. Procuré averiguar quién era el capellán que le oficiaba la  Misa y me le ofrecí para sustituirle, todo con el fin de poder conocer el paradero de curas  detenidos. Sólo una vez  pude acudir a una base aeronáutica para averiguar la muerte de un muchacho.
- En una reunión, Esther Balestrino me trajo una señora que fue jefa mía en el laboratorio. Esta mujer, que me enseñó mucho de política, era viuda y tenía dos hijos  casados, de militancia comunista, que fueron secuestrados. Nunca olvidaré cómo lloraba aquella mujer. Hice algunas averiguaciones  que no me llevaron a ninguna parte. Con frecuencia, me reprocho no haber hecho lo suficiente. Fue luego secuestrada y asesinada.
-En otra ocasión, pude interceder por un joven catequista secuestrado. Me moví, hice averiguaciones y supe luego que el muchacho, no sé si por causa de mis influencias, fue liberado.
-Sobre el secuestro de los sacerdotes jesuitas  Yorio y Yalics, puedo decir que por aquel entonces ellos estaban  preparando una nueva congregación. Tengo una copia de lo que era ese proyecto. El Padre Arrupe, superior general de los jesuitas,  les comunicó que debían dejar la comunidad en que vivían y que debían elegir entre la comunidad o la Compañía de Jesús. Persistieron en su proyecto y el grupo se disolvió, no  por decisión mía. Al padre Jalics no se le podía aceptar la dimisión, porque tenía profesión solemne y solamente el papa podía atender esa solicitud. El 19 de marzo de 1976, cinco días antes  del derrocamiento de Isabel Perón, al padre Yorio y a otro llamado  Luis Dourron, que convivía con ellos, les dije  que tuvieran mucho cuidado, les ofrecí  para mayor seguridad que viniesen a la casa provincial de la Compañía.
         Estos padres corrían peligro por desempeñar su labor en el Barrio de Rivadavia del Bajo Flores. Nunca creí que estuvieran involucrados  en “actividades subversivas”. Pero estaban expuestos a la paranoia  de caza de brujas. Yorio y Jalics siguieron, por iniciativa propia, en el Barrio y allí fueron secuestrados  durante un rastrillaje. El Padre Dourron  no estaba allí en ese momento y pudo escapar del lugar  huyendo por la calle Varela. Afortunadamente, no tardaron en ser liberados, porque no se les pudo acusar de nada y porque nos movimos como locos. La misma noche de su secuestro yo comencé a moverme todo lo que pude. Y las dos únicas veces que estuve con Videla y con Masera fue por el secuestro de ellos.
-De modo que allá en su conciencia  con quienes sostengan que yo les acusé de subversivos o les perseguí por progresistas. Mi actitud con ellos fue la que he dicho. Con toda sinceridad: ni los eché de la Compañía ni quedaron desprotegidos.
- A los dos años de esto y ya en el extranjero, Jalics, nacido en Hungría, pero ciudadano argentino con pasaporte argentino,  me escribió  para que le gestionara la renovación del pasaporte, pues tenía temor fundado  de que si volvía a Argentina, podría ser detenido. Escribí a las autoridades argentinas una carta, que les entregué en mano, para que instruyeran a las de Bon. El funcionario de entonces me preguntó cuáles fueron las circunstancias  que precipitaron la salida  de Jalics. Le respondí: “A él y a su compañero  lo acusaron de guerrillero y no tenían nada que ver”.  No aceptaron la petición.  Quien me denunció  por esto  ha dicho que él revisó el archivo de la secretaría  de Culto de Argentina, pero el papelito en que él dice haber leído  que yo le dije al funcionario que eran guerrilleros ponía también  “que ellos no tenían nada ver con eso”. Y él lo omitió. Y omitió que  en mi carta yo dije al funcionario “que ponía la cara por Jalics y hacía la petición”.
-Se me atribuye haber promovido y propiciado que la universidad del Salvador entregara un doctorado honoris causa al almirante Masera. Creo que fue un profesorado, no un doctorado.  Pero, yo no promoví para nada ese profesorado.  Se me invitó al acto y no fui. Y enterado de que un grupo había politizado la Universidad, con mi autoridad de sacerdote  fui a una reunión de la Asociación Civil  y les pedí que se fueran. Y, encima, hay quien me vincula con ese grupo político.
- Considero que éste - cuando a uno le imputan injustamente- es  un  juego en el que no debo entrar. Lo entendí así  en una sinagoga, mientras participaba  en una ceremonia: Recé mucho y, mientras lo hacía, escuché un verso de los textos sapienciales: “Señor, que en la burla sepa mantener el silencio”. Lo que me dio mucha paz y alegría”. 

Benjamín  Forcano



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Vicente Durà, máximo responsable de los jesuitas en Valencia. Levante-EMV-18.03.2013 | 05:30

`A los jesuitas nos gusta morir con las botas puestas, no con honores´
Provincial de la Compañía de Jesús. El valenciano Vicente Durá es el responsable provincial de los jesuitas de Aragón, la Comunitat Valenciana y Baleares. Interrumpe las veces que haga falta para que se le tutee. Sencillo y afable, es de la orden del nuevo papa Francisco.
18.03.2013 | 05:30
 Paco cerdà | valencia ­­
-Por fin tienen papa. ¿Se alegra más por los jesuitas o por la Iglesia?
Por la Iglesia.
-¿Por qué?
Porque si Francisco da continuidad a los primeros signos que ha dado, habrá un giro en la Iglesia.
-¿Qué signos?
Se ha quitado muchas piezas de las vestiduras que se solía poner el papa al ser aclamado por las multitudes en la plaza. Ni mitra, ni esclavina, ni báculo… Todo eso no ha aparecido. Se ha despojado de símbolos que evocan el poder. Incluso dicen que la cruz que lleva en el pecho es de madera. Pero, sobre todo, es la actitud de no querer ser aclamado. Se inclinó y reconoció ser una persona necesitada y, por ello, pidió que todos rezaran una plegaria por él. Es una actitud de servicio.
-Eso cuadra con la filosofía jesuita de huir de ritos, símbolos y liturgia y pisar la tierra y el barro de la realidad.
La liturgia de este nuevo papa es pisar la tierra. Se trata de mirar a Dios en el rostro del más pobre, el más viejo, el más necesitado. Y él encuentra a Dios en el hermano necesitado, en el oprimido, en el marginado. No podemos ser ajenos a estas personas, y él es consciente de ello. Es una persona que baja a la realidad.
-¿Por qué se admira tanto a los jesuitas en el seno de la Iglesia.
¿Por qué se nos admira? Hombre, más que admirar…
-Ese reflejo de humildad ya parece muy jesuita…
No, pero creo que lo más importante es que los jesuitas tenemos mucho sentido de la vida. San Ignacio de Loyola nos legó un tesoro al dejarnos esta pregunta: «¿Cuál es el sentido de mi vida?, ¿Qué hago yo aquí?». Uno ha de elegir hacia dónde quiere ir, qué puede hacer por los demás. En este sentido, los jesuitas elegimos ir donde hay más necesidades, donde hay fronteras, donde hay puentes que cruzar… Allá encontramos a los jesuitas, que van en plena libertad entendiendo que ésa es la misión de su vida. Por eso vamos a Japón, Chad, República Dominicana, Haití o donde sea. Ayudar al necesitado es la experiencia más guapa que se puede hacer en la vida.
-Y al mismo tiempo huyen de la vida contemplativa…
Es que nosotros decimos que somos contemplativos en la acción. No huimos de la contemplación, porque oramos cada día. Y de la plegaria y la oración surge esa dedicación total y libre a lo que nos muestra el Señor que debemos hacer.
-Igual es muy atrevido, pero si San Ignacio de Loyola hubiera fundado hoy su proyecto, ¿haría una orden religiosa o una ONG?
A lo mejor fundaría una ONG, pero en condiciones. Él tenía un sentido del bien mayor: cuanto más universal, mejor, y siempre juntos. Mira: las ONG y las fundaciones son un instrumento, pero lo que está en el fondo es el cuerpo universal de la Compañía de Jesús: todos tenemos el mismo sentimiento, indistintamente de si nos encontramos en Japón o en Valencia.
-¿Pero prima el componente social al religioso entre los jesuitas?
He estado 17 años trabajando con menores marginados que no tenían ni familia ni nada. Fui allí porque me envió el Señor tras hacerme una pregunta clave: ¿Quiero ir con los ricos o con los pobres?
-¿Qué es lo que más aborrece de la actual Iglesia, de la jerarquía católica?
Siempre que hablamos de Iglesia, en vez de referirnos al «pueblo de Dios» —como insistía el Concilio Vaticano II— cada vez más hablamos de la Iglesia jerárquica. A mí eso no me dice nada. Me gusta trabajar más con las personas de la Iglesia sin el objetivo de alcanzar el poder o la satisfacción personal o institucional. Uno tiene el sentimiento de trabajar en la Iglesia cuando trabaja al servicio de los demás. Allá donde no hay nadie que ayude, está la Iglesia. Eso es la Iglesia. Y ahí, jerarquía, la mínima.
-¿Cree que ese sentimiento de Iglesia es el que prima en el cónclave, entre el cuerpo de electores?
Ese cuerpo está formado por un mosaico de personas y trayectorias y es muy difícil de valorar a distancia y sin conocimiento de causa. Si están ahí, se tiene que dar por supuesto que tienen una trayectoria social, intelectual, universitaria o de cualquier otra cualidad.
-¿Y usted se siente representado en esos cardenales?
En la medida en que la finalidad es alcanzar las dignidades eclesiásticas y acabar la carrera, a mí no me gusta. A los jesuitas nos gusta más morir con las botas puestas, pero no con los honores puestos. No trabajamos por el reconocimiento, sino que somos muy discretos. Por ejemplo: cuando un provincial termina de serlo, se vuelve a trabajar y se olvida de que ha sido provincial.
-Sufren una crisis de vocaciones los jesuitas y las demás órdenes.
No crea… Eso ocurre fundamentalmente en Europa, pero no pasa en Asia, África o América. Tenemos provincias en África donde la mitad de sus miembros son jóvenes.
-¿Y a qué atribuye la crisis de vocaciones en España?
Al fenómeno de la secularización de la sociedad. Estamos en un mundo en el que se ha globalizado la superficialidad. Y lo que hablábamos antes, «el sentido de la vida», se ha olvidado. Vivimos sin tiempo para nosotros, para el interior. Somos robots: vamos deprisa y nos olvidamos de reír, cuidar a los amigos, etc.
-¿Y algo ha hecho mal la Iglesia para que esto cambie y no surjan vocaciones?
La Iglesia forma parte del mundo, y como el mundo ha cambiado, nosotros tenemos que cambiar y adaptarnos. Pero la Iglesia está viva, y cuando ve dificultades ha de escoger entre dos posturas: dejarse arrastrar por la corriente o dar pasos adelante para incidir en la sociedad. Es un reto. Cuando la gente ve que hay vitalidad, también se apunta.
-¿Y espera que la llegada de Francisco al Vaticano, con su nuevo estilo, consiga atraer a la Iglesia a más feligreses?
Él hará propuestas, seguro. No se quedará quieto, estoy convencido.
-¿Le recuerda a Juan XXIII?
Sí, ya lo he pensado algunas veces.
-¿Le gustaría que fuera así?
Yo tengo un aprecio muy grande por lo que hizo Juan XXIII por la Iglesia en un momento tan delicado.
-¿Qué dos cosas le pediría al nuevo papa?
Que sea evangélico y que tenga calma, que no se precipite. Que estudie bien los objetivos.
-¿Vuelven los jesuitas a primera fila, a recuperar su influencia?
No, no. La Compañía no estará detrás del papa. Cada uno estará en su sitio. Ésa es nuestra forma de servir a la Iglesia.








EL PAPA Y LOS ENFERMOS






MENSAJE "URBI ET ORBI" 
DEL PAPA FRANCISCO


Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz Pascua! ¡Feliz Pascua!

Es una gran alegría para mí poderos dar este anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Quisiera que llegara a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles...

Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena Nueva: Jesús ha resucitado, hay la esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. La misericordia de Dios siempre vence.

También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos qué sentido tiene este evento (cf. Lc 24,4). ¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que hay en nuestro corazón. Y esto lo puede hacer el amor de Dios.

Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha ido hasta el fondo por la senda de la humildad y de la entrega de sí, hasta descender a los infiernos, al abismo de la separación de Dios, este mismo amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna. Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a un futuro de esperanza.
He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre vivo (cf. san Ireneo, Adv. haereses, 4,20,5-7).

Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana. Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos (cf. Ez 37,1-14).

He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz.

Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo entero.

Paz para Oriente Medio, en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Iraq, y que cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo. ¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto dolor se ha de causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política a la crisis?

Paz para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Para Malí, para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad; y para Nigeria, donde lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes de grupos terroristas. Paz para el Este la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo.

Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.

Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia; egoísmo que continúa en la trata de personas, la esclavitud más extendida en este siglo veintiuno: la trata de personas es precisamente la esclavitud más extendida en este siglo ventiuno. Paz a todo el mundo, desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y la explotación inicua de los recursos naturales. Paz a esta Tierra nuestra. Que Jesús Resucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales y nos haga custodios responsables de la creación.

Queridos hermanos y hermanas, a todos los que me escuchan en Roma y en todo el mundo, les dirijo la invitación del Salmo: «Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: / “Eterna es su misericordia”» (Sal 117,1-2).

Queridos hermanos y hermanas venidos de todas las partes del mundo y reunidos en esta plaza, corazón de la cristiandad, y todos los que estáis conectados a través de los medios de comunicación, os renuevo mi felicitación: ¡Buena Pascua!

Llevad a vuestras familias y vuestros Países el mensaje de alegría, de esperanza y de paz que cada año, en este día, se renueva con vigor.

Que el Señor resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, reconforte a todos, especialmente a los más débiles y necesitados. Gracias por vuestra presencia y el testimonio de vuestra fe. Un pensamiento y un agradecimiento particular por el don de las hermosas flores, que provienen de los Países Bajos. Repito a todos con afecto: Cristo resucitado guíe a todos vosotros y a la humanidad entera por sendas de justicia, de amor y de paz.




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                                 FRANCISCO I

Cardenal Jorge Mario Bergoglio, S.J., Arzobispo de Buenos Aires (Argentina).


Ciudad del Vaticano, 13 marzo 2013 (VIS).- Reproducimos la biografia oficial del nuevo Papa, editada con ocasión del Cónclave por la Sala de Prensa de la Santa Sede, con los datos facilitados por los propios cardenales.
JORGE MARIO BERGOGLIO, S.I
El cardenal Jorge Mario Bergoglio, S.I., arzobispo de Buenos Aires (Argentina), Ordinario para la Fe de Rito Oriental de los residentes en Argentina y desprovisto de Ordinario del mismo rito, nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Estudió y se diplomó como Técnico Quimico, para después escoger el camino del sacerdocio y entrar en el seminario de Villa Devoto.
El 11 de marzo de 1958 ha ingresado en el noviciado de la Compañía de Jesús, ha realizado estudios humanísticos en Chile, y en 1963, de regreso a Buenos Aires, se ha licenciado en Filosofía en la Facultad de Filosofía del Colegio «San José» de San Miguel.
De 1964 a 1965 fue profesor de Literatura y Psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe, y en 1966 enseñó la misma materia en el colegio de El Salvador de Buenos Aires.
De 1967 a 1970 estudió Teología en la Facultad de Teología del Colegio «San José», en San Miguel, donde se licenció.
El 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote.
En el curso 1979-71, superó la tercera probación en Alcalá de Henares (España) y el 22 de abril hizo la profesión perpetua.
Fue maestro de novicios en Villa Barilari, en San Miguel (1972-1973), profesor de la Facultad de Teología, Consultor de la Provincia y Rector del Colegio Massimo. El 31 de julio de 1973 fue elegido Provincial de Argentina, cargo que ejerció durante seis años.
Entre 1980 y 1986, fue rector del Colegio Massimo y de la Facultad de Filosofía y Teología de la misma casa y párroco de la parroquia del Patriarca San José, en la diócesis de San Miguel.
En marzo de 1986, se trasladó a Alemania para concluir su tesis doctoral, y sus superiores lo destinaron al colegio de El Salvador, y después a la iglesia de la Compañía de Jesús, en la ciudad de Cordoba, como director espiritual y confesor.
El 20 de mayo de 1992, Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires. El 27 de junio del mismo año recibió en la catedral de Buenos Aires la ordenación episcopal de manos del cardenal Antonio Quarracino, del Nuncio Apostólico Monseñor Ubaldo Calabresi y del obispo de Mercedes-Luján, monseñor Emilio Ogñénovich.
El 13 de junio de 1997 fue nombrado arzobispo coauditor de Buenos Aires, y el 28 de febrero de 1998, arzobispo de Buenos Aires por sucesión, a la muerte del cardinal Quarracino.





















Escudo y lema episcopal del Papa Francisco: Miserando atque eligendo


2013-03-14 Radio Vaticana
Jesús vio a un hombre, llamado Mateo, sentado ante la mesa de cobro de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano, y lo vio con misericordia y eligiéndolo, (miserando atque eligendo), y le dijo Sígueme, "Sígueme", que quiere decir: "Imítame". Le dijo "Sígueme", más que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que está siempre en Cristo debe andar de continuo como él y anduvo. 
(San Beda el Venerable, presbítero; Homilía 21)


“MISERANDO ATQUE ELIGENDO”

El lema episcopal de Jorge Mario Bergoglio es la frase latina del Evangelio de Mateo "Miserando atque eligendo", que describe la postura de Jesús hacia el publicano (considerado un público pecador) que "lo miró con misericordia y lo eligió". 

(ER - RV)





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