DISCURSO DEL PAPA EN EL CENTRO PARA REFUGIADOS
_____________________________________
CREDO DEL PAPA FRANCISCO
Creo que en
la historia, que fue traspasada por la mirada de amor de Dios y en el día de la
primavera, 21 de septiembre, me salió al encuentro para invitarme a seguirle.
Creo en mi dolor, infecundo por el egoísmo, en el que me refugio.
Creo en la
mezquindad de mi alma que buscar tragar sin dar…, sin dar. Creo que los demás
son buenos y que debo amarlos sin temor y sin traicionarlos nunca buscando una
seguridad para mí.
Creo en la
vida religiosa.
Creo que
quiero amar mucho.
Creo en la
muerte cotidiana, quemante, a la que huyo, pero que me sonríe invitándome a
aceptarla.
Creo en la paciencia de Dios, acogedora, buena, como una noche de
verano.
Creo que papá está en el cielo, junto al Señor.
Creo que el padre
Duarte está también allí, intercediendo por mi sacerdocio. Creo en María, mi
Madre, que ama y nunca me dejará solo. Y espero en la sorpresa de cada día en
que se manifestará el amor, la fuerza, la traición y el pecado, que me
acompañarán siempre hasta ese encuentro definitivo con ese rostro maravilloso
que no sé cómo es, que le escapo continuamente, pero quiero conocer y amar.
Amén.
___________________________________
A PROPOSITO DE LO ESCRITO SOBRE EL NUEVO PAPA FRANCISCO
El juzgar incluye primero escuchar y
conocer al juzgado
Benjamín
Forcano
(- La
Tribuna - htpp://www.cuartopoder.es/tribuna)
24 –
Marzo - 2013
Comienzo
por reconocer que yo mismo me he puesto en autoexamen para no caer en la
pretensión de diseñar la personalidad del
nuevo Papa a imagen y semejanza
de mis querencias, fobias o prejuicios. Tras leer más de 35 artículos, veo que a todos nos coge un
poco la manía de sentenciar y definir. Lo
confirman la variedad y aún disparidad de los muchos comentarios. Uno deduce que alguien habla
desde la ignorancia y prejuicio, pues no es posible que cosas tan
contradictorias quepan en una misma persona.
No me
propongo escribir ni decir nada nuevo, que no haya sido dicho ya, sobre este
“jesuita franciscano”, nacido en 1936 en Argentina, de padre y madre italianos,
novicio de la Compañía de Jesús en 1958,
antes estudiante de química y que ya había perdido un pulmón, sacerdote a los
32 años, provincial de la Compañía de Jesús en Argentina, Arzobispo, Presidente
de la Conferencia Episcopal Argentina y,
finalmente, Cardenal.
Sus 76
años hablan de su larga trayectoria en la sociedad y en la Iglesia. Y leyendo
unas reflexiones suyas (25 páginas, del
2002), sobre el quehacer nacional de
Argentina “A partir de Martín Fierro” advierto con qué solidez domina la
historia, la política, la ética y la originalidad del mensaje de Jesús de Nazaret.
Y adivino que no llega a la silla de Pedro desconociendo la responsabilidad
inmensa que le viene encima, pues lleva muy adentro la evolución y avatares de
esa gran realidad eclesial e institucional que es la Iglesia católica,
trajinada muy desde el principio por el
mensaje profético y transformador del Nazareno y al mismo tiempo por los intereses
de los poderosos y políticos que
disputarán relacionarla y dominarla con miras muy opuestas a las del Nazareno.
En esa
arena histórica, avanzará siempre la
realidad de la Iglesia, una realidad impura y dialéctica, conflictiva y
fiel, si es que quiere incidir y obrar sobre ella como fermento que moldee
conciencias y conductas bajo la
inspiración del Evangelio. El Concilio Vaticano II y su inspirador
el Papa Juan XXIII abrieron caminos para
una reforma profunda de la Iglesia, pero
los Papas posteriores (Juan Pablo II y
Benedicto XVI) más que acometer esa reforma la estancaron y consolidaron
volviendo al pasado. A pesar de eso, como en todas las épocas, la Iglesia no
careció de la vitalidad que absorbía del Evangelio y de la nube de sus
testigos, y que la enriquecía con el florecer vigoroso de una nueva cristología y eclesiología y, en
paralelo, con una nueva teología,
pastoral y moral. La espiritualidad samaritana
del Vaticano II, como la denominó Pablo VI, siguió adelante por más que
desde algunas instancias oficiales se la intentara frenar y desactivar. Convendría no olvidar esto: en las entrañas de
la Iglesia, y en niveles singulares de la jerarquía, por más condicionamientos negativos que
operen, son miles y millones los seguidores de Jesús que con libertad y
entrega sostienen la validez y
credibilidad de la Iglesia.
Mucho
camino ha recorrido la Iglesia desde que en el siglo IV el obispo Eusebio de
Cesárea crease la figura de Pedro-Papa.
Ciertamente, el papado no es de origen cristiano ni hay nada en el Evangelio
que lo fundamente. Existían en los primeros siglos las grandes metrópolis de
Constantinopla, Roma, Antioquía y Alejandría, cada una con su obispo, en
igualdad de funciones y poder. Eran
obispos o patriarcas y se les llamaba popularmente popes = padres en señal de respeto
y estima. Luego, fue Roma la que se apropió del título de Papa por obra del obispo Eusebio de
Cesarea, todo evolucionó y acabó dando al Papado figura de una Monarquía la más absoluta, en tiempos
de la reforma de Gregorio VII.
Francisco
I sabe que el reto primero y más difícil que tiene es éste: cambiar la estructura actual del gobierno de
la curia, ponerla al día democráticamente
con la participación universal del pueblo de Dios, y en un primer plano,
con la colegialidad corresponsable de todos
los obispos. Sin ella en primer lugar, no serán posibles otros muchos cambios y reformas.
Sobre
este punto, analizando lo hecho por Jorge Mario Bergoglio en los diversos
momentos y ámbitos de su vida, se abren muchos resquicios de luz y esperanza.
Francisco I es sencillo, austero y tierno, disciplinado, muy popular, reacio a
todo lujo y ostentación, no le resulta
indiferente la desigualdad y la injusticia, las miserias y depredaciones del
neoliberalismo globalizado en el Primero y en el Tercer mundo. De todo ello es
testigo contemporáneo, muy cercano, y de
ello ha escrito y se ha pronunciado con
energía a favor de los más pobres.
Y eso le ha provocado en ocasiones malquerencias y duras críticas. Una de ellas
la de que, -no salgo de mi asombro-, habría sido elegido como papa del Tercer Mundo en compenetración con el poder dominante del
Norte, para combatir el resurgir de la
nueva política de nuestra América, la Patria Grande. ¡Así de simple! Los cardenales electores
habrían sido persuadidos y preparados desde fuera, con la labor sutil de representantes políticos de la troika europea,
otros de Estados Unidos y no sé de quién más, para esta votación de subordinación al gran
capital. Algo parecido de lo que habría ocurrido
con Juan Pablo II, que habría sido elegido para combatir el comunismo. ¿Desde dónde
y con qué intenciones se hacen estas lecturas del Papado y de la vida
del nuevo Papa Francisco?
Como he advertido, no voy a escribir nada
nuevo que no se haya dicho ya.
Pero entre todos los escritos, encuentro
persistente un aspecto, que pretende dejar a Francisco I malparado y hasta condenado sin apelación: su
apoyo a la dictadura argentina y su
complicidad en el secuestro de dos
jesuitas que dependían de él. No los habría defendido o los habría
abandonado al terrorismo del Estado haciéndose partícipe de su secuestro y
sufrimientos.
Es de
esto que voy a hablar casi
exclusivamente. Por lógica no podía
conformarme con lo que de una manera uniforme, pero incomprobada, se decía en
los medios. Eran pocos los
testimonios o fuentes que se aducían, pero me llamó la atención el silencio que
el cardenal Bergoglio guardaba sobre
esto. Pero, no estaba yo en lo cierto, el silencio no era tal, pues en el año 2010, el cardenal habló claro sobre estos puntos. Lo hizo a los periodistas
Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti, en
un libro de 192 páginas (editorial
Vergara, Argentina) titulado: “EL JESUITA, Conversaciones
con el cardenal Jorge Bergoglio, sj”. En el libro, 13 de sus páginas llenan
el capítulo 14: “La noche oscura que
vivió la Argentina”. Páginas que casi nadie cita con detalle y de las que
yo me voy a hacer eco preciso.
Han
circulado bastantes testimonios que aseguran que el cardenal estaba libre de toda
complicidad. Cito, por ejemplo, el de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la
Paz: “Es indiscutible que hubo
complicidades de buena parte de la jerarquía eclesial en el genocidio perpetrado contra el pueblo
argentino...No considero que Jorge Bergoglio haya sido cómplice de la
dictadura, pero creo que le faltó coraje
para acompañar nuestra lucha por los derechos humanos en los momentos más difíciles”.
Otro testimonio es el de Álvaro Restrepo, ex provincial jesuita y maestro de novicios que ha hecho pública
unas carta, que le escribe Orlando, unos de los jesuitas secuestrados: “El nos
trató bien y si estamos vivos es por él”.
Me
aferré al capítulo 14 del libro citado y
no lo dejé hasta que entresaqué, casi literalmente, todo lo que el cardenal
dice: su visión, actitud y respuestas en tiempo de la dictadura. En asunto como
éste, era primordial contar con las palabras directas de quien era cuestionado.
Como actor de lo sucedido, nadie como él tiene experiencia, autoridad y versión
directas.
Esta es la versión del cardenal Bergoglio:
-“Durante la dictadura, -yo tenía entonces 37 años y
mis relaciones eran escasas para poder abogar por personas secuestradas- ,
escondí en el colegio Máximo de la Compañía, donde yo residía, a varias personas. En el mismo colegio cobijé
a tres seminaristas de la diócesis del
obispo Enrique Angelleli, cuando ya él había sido asesinado. Uno de estos
seminaristas le comentó al obispo
Maletti que en el colegio había personas
“para hacer ejercicios espirituales de 20 días”, pero que en realidad
aquello no era sino una pantalla para esconder a gente.
-Por Foz de Iguazú saqué a un joven con parecido a mí. Le presté mi cédula de
identidad y, vestido con clerygman,
salió y pude salvarlo.
-Intenté por dos veces conversar con el general
Videla. Procuré averiguar quién era el capellán que le oficiaba la Misa y me le ofrecí para sustituirle, todo
con el fin de poder conocer el paradero de curas detenidos. Sólo una vez pude acudir a una base aeronáutica para
averiguar la muerte de un muchacho.
- En una reunión, Esther Balestrino me trajo una
señora que fue jefa mía en el laboratorio. Esta mujer, que me enseñó mucho de
política, era viuda y tenía dos hijos
casados, de militancia comunista, que fueron secuestrados. Nunca
olvidaré cómo lloraba aquella mujer. Hice algunas averiguaciones que no me llevaron a ninguna parte. Con
frecuencia, me reprocho no haber hecho lo suficiente. Fue luego secuestrada y
asesinada.
-En otra ocasión, pude interceder por un joven
catequista secuestrado. Me moví, hice averiguaciones y supe luego que el
muchacho, no sé si por causa de mis influencias, fue liberado.
-Sobre el secuestro
de los sacerdotes jesuitas Yorio y Yalics, puedo decir que por aquel
entonces ellos estaban preparando una
nueva congregación. Tengo una copia de lo que era ese proyecto. El Padre
Arrupe, superior general de los jesuitas,
les comunicó que debían dejar la comunidad en que vivían y que debían
elegir entre la comunidad o la Compañía de Jesús. Persistieron en su proyecto y
el grupo se disolvió, no por decisión
mía. Al padre Jalics no se le podía aceptar la dimisión, porque tenía profesión
solemne y solamente el papa podía atender esa solicitud. El 19 de marzo de
1976, cinco días antes del derrocamiento
de Isabel Perón, al padre Yorio y a otro llamado Luis Dourron, que convivía con ellos, les
dije que tuvieran mucho cuidado, les
ofrecí para mayor seguridad que viniesen
a la casa provincial de la Compañía.
Estos
padres corrían peligro por desempeñar su labor en el Barrio de Rivadavia del
Bajo Flores. Nunca creí que estuvieran involucrados en “actividades subversivas”. Pero estaban
expuestos a la paranoia de caza de
brujas. Yorio y Jalics siguieron, por iniciativa propia, en el Barrio y allí
fueron secuestrados durante un
rastrillaje. El Padre Dourron no estaba
allí en ese momento y pudo escapar del lugar
huyendo por la calle Varela. Afortunadamente, no tardaron en ser
liberados, porque no se les pudo acusar de nada y porque nos movimos como
locos. La misma noche de su secuestro yo comencé a moverme todo lo que pude. Y
las dos únicas veces que estuve con Videla y con Masera fue por el secuestro de
ellos.
-De modo que allá en su conciencia con quienes sostengan que yo les acusé de
subversivos o les perseguí por progresistas. Mi actitud con ellos fue la que he
dicho. Con toda sinceridad: ni los eché de la Compañía ni quedaron
desprotegidos.
- A los dos años de esto y ya en el extranjero,
Jalics, nacido en Hungría, pero ciudadano argentino con pasaporte
argentino, me escribió para que le gestionara la renovación del
pasaporte, pues tenía temor fundado de
que si volvía a Argentina, podría ser detenido. Escribí a las autoridades
argentinas una carta, que les entregué en mano, para que instruyeran a las de
Bon. El funcionario de entonces me preguntó cuáles fueron las circunstancias que precipitaron la salida de Jalics. Le respondí: “A él y a su
compañero lo acusaron de guerrillero y
no tenían nada que ver”. No aceptaron la
petición. Quien me denunció por esto
ha dicho que él revisó el archivo de la secretaría de Culto de Argentina, pero el papelito en
que él dice haber leído que yo le dije
al funcionario que eran guerrilleros ponía también “que
ellos no tenían nada ver con eso”. Y él lo omitió. Y omitió que en mi carta yo dije al funcionario “que ponía
la cara por Jalics y hacía la petición”.
-Se me atribuye haber promovido y propiciado que la
universidad del Salvador entregara un doctorado
honoris causa al almirante Masera. Creo que fue un profesorado, no un
doctorado. Pero, yo no promoví para nada
ese profesorado. Se me invitó al acto y
no fui. Y enterado de que un grupo había politizado la Universidad, con mi autoridad
de sacerdote fui a una reunión de la
Asociación Civil y les pedí que se
fueran. Y, encima, hay quien me vincula con ese grupo político.
- Considero que éste - cuando a uno le imputan
injustamente- es un juego en el que no debo entrar. Lo entendí
así en una sinagoga, mientras participaba
en una ceremonia: Recé mucho y, mientras
lo hacía, escuché un verso de los textos sapienciales: “Señor, que en la burla
sepa mantener el silencio”. Lo que me dio mucha paz y alegría”.
Benjamín Forcano
_______________________________________________
Vicente Durà, máximo responsable de los jesuitas en
Valencia. Levante-EMV-18.03.2013 | 05:30
`A los jesuitas
nos gusta morir con las botas puestas, no con honores´
Provincial de la Compañía de Jesús. El
valenciano Vicente Durá es el responsable provincial de los jesuitas de Aragón,
la Comunitat Valenciana y Baleares. Interrumpe las veces que haga falta para
que se le tutee. Sencillo y afable, es de la orden del nuevo papa Francisco.
18.03.2013 | 05:30
Paco cerdà | valencia
-Por fin tienen papa. ¿Se alegra más por los jesuitas
o por la Iglesia?
Por la Iglesia.
Por la Iglesia.
-¿Por qué?
Porque si Francisco da continuidad a los primeros
signos que ha dado, habrá un giro en la Iglesia.
-¿Qué signos?
Se ha quitado muchas piezas de las vestiduras que se
solía poner el papa al ser aclamado por las multitudes en la plaza. Ni mitra,
ni esclavina, ni báculo… Todo eso no ha aparecido. Se ha despojado de símbolos
que evocan el poder. Incluso dicen que la cruz que lleva en el pecho es de madera.
Pero, sobre todo, es la actitud de no querer ser aclamado. Se inclinó y
reconoció ser una persona necesitada y, por ello, pidió que todos rezaran una
plegaria por él. Es una actitud de servicio.
-Eso cuadra con la filosofía jesuita de huir de ritos,
símbolos y liturgia y pisar la tierra y el barro de la realidad.
La liturgia de este nuevo papa es pisar la tierra. Se trata de mirar a Dios en el rostro del más pobre, el más viejo, el más necesitado. Y él encuentra a Dios en el hermano necesitado, en el oprimido, en el marginado. No podemos ser ajenos a estas personas, y él es consciente de ello. Es una persona que baja a la realidad.
La liturgia de este nuevo papa es pisar la tierra. Se trata de mirar a Dios en el rostro del más pobre, el más viejo, el más necesitado. Y él encuentra a Dios en el hermano necesitado, en el oprimido, en el marginado. No podemos ser ajenos a estas personas, y él es consciente de ello. Es una persona que baja a la realidad.
-¿Por qué se admira tanto a los jesuitas en el seno de
la Iglesia.
¿Por qué se nos admira? Hombre, más que admirar…
¿Por qué se nos admira? Hombre, más que admirar…
-Ese reflejo de humildad ya parece muy jesuita…
No, pero creo que lo más importante es que los jesuitas tenemos mucho sentido de la vida. San Ignacio de Loyola nos legó un tesoro al dejarnos esta pregunta: «¿Cuál es el sentido de mi vida?, ¿Qué hago yo aquí?». Uno ha de elegir hacia dónde quiere ir, qué puede hacer por los demás. En este sentido, los jesuitas elegimos ir donde hay más necesidades, donde hay fronteras, donde hay puentes que cruzar… Allá encontramos a los jesuitas, que van en plena libertad entendiendo que ésa es la misión de su vida. Por eso vamos a Japón, Chad, República Dominicana, Haití o donde sea. Ayudar al necesitado es la experiencia más guapa que se puede hacer en la vida.
No, pero creo que lo más importante es que los jesuitas tenemos mucho sentido de la vida. San Ignacio de Loyola nos legó un tesoro al dejarnos esta pregunta: «¿Cuál es el sentido de mi vida?, ¿Qué hago yo aquí?». Uno ha de elegir hacia dónde quiere ir, qué puede hacer por los demás. En este sentido, los jesuitas elegimos ir donde hay más necesidades, donde hay fronteras, donde hay puentes que cruzar… Allá encontramos a los jesuitas, que van en plena libertad entendiendo que ésa es la misión de su vida. Por eso vamos a Japón, Chad, República Dominicana, Haití o donde sea. Ayudar al necesitado es la experiencia más guapa que se puede hacer en la vida.
-Y al mismo tiempo huyen de la vida contemplativa…
Es que nosotros decimos que somos contemplativos en la acción. No huimos de la contemplación, porque oramos cada día. Y de la plegaria y la oración surge esa dedicación total y libre a lo que nos muestra el Señor que debemos hacer.
Es que nosotros decimos que somos contemplativos en la acción. No huimos de la contemplación, porque oramos cada día. Y de la plegaria y la oración surge esa dedicación total y libre a lo que nos muestra el Señor que debemos hacer.
-Igual es muy atrevido, pero si San Ignacio de Loyola
hubiera fundado hoy su proyecto, ¿haría una orden religiosa o una ONG?
A lo mejor fundaría una ONG, pero en condiciones. Él tenía un sentido del bien mayor: cuanto más universal, mejor, y siempre juntos. Mira: las ONG y las fundaciones son un instrumento, pero lo que está en el fondo es el cuerpo universal de la Compañía de Jesús: todos tenemos el mismo sentimiento, indistintamente de si nos encontramos en Japón o en Valencia.
A lo mejor fundaría una ONG, pero en condiciones. Él tenía un sentido del bien mayor: cuanto más universal, mejor, y siempre juntos. Mira: las ONG y las fundaciones son un instrumento, pero lo que está en el fondo es el cuerpo universal de la Compañía de Jesús: todos tenemos el mismo sentimiento, indistintamente de si nos encontramos en Japón o en Valencia.
-¿Pero prima el componente social al religioso entre
los jesuitas?
He estado 17 años trabajando con menores marginados que no tenían ni familia ni nada. Fui allí porque me envió el Señor tras hacerme una pregunta clave: ¿Quiero ir con los ricos o con los pobres?
He estado 17 años trabajando con menores marginados que no tenían ni familia ni nada. Fui allí porque me envió el Señor tras hacerme una pregunta clave: ¿Quiero ir con los ricos o con los pobres?
-¿Qué es lo que más aborrece de la actual Iglesia, de
la jerarquía católica?
Siempre que hablamos de Iglesia, en vez de referirnos
al «pueblo de Dios» —como insistía el Concilio Vaticano II— cada vez más
hablamos de la Iglesia jerárquica. A mí eso no me dice nada. Me gusta trabajar
más con las personas de la Iglesia sin el objetivo de alcanzar el poder o la
satisfacción personal o institucional. Uno tiene el sentimiento de trabajar en
la Iglesia cuando trabaja al servicio de los demás. Allá donde no hay nadie que
ayude, está la Iglesia. Eso es la Iglesia. Y ahí, jerarquía, la mínima.
-¿Cree que ese sentimiento de Iglesia es el que prima
en el cónclave, entre el cuerpo de electores?
Ese cuerpo está formado por un mosaico de personas y
trayectorias y es muy difícil de valorar a distancia y sin conocimiento de
causa. Si están ahí, se tiene que dar por supuesto que tienen una trayectoria
social, intelectual, universitaria o de cualquier otra cualidad.
-¿Y usted se siente representado en esos cardenales?
En la medida en que la finalidad es alcanzar las dignidades eclesiásticas y acabar la carrera, a mí no me gusta. A los jesuitas nos gusta más morir con las botas puestas, pero no con los honores puestos. No trabajamos por el reconocimiento, sino que somos muy discretos. Por ejemplo: cuando un provincial termina de serlo, se vuelve a trabajar y se olvida de que ha sido provincial.
En la medida en que la finalidad es alcanzar las dignidades eclesiásticas y acabar la carrera, a mí no me gusta. A los jesuitas nos gusta más morir con las botas puestas, pero no con los honores puestos. No trabajamos por el reconocimiento, sino que somos muy discretos. Por ejemplo: cuando un provincial termina de serlo, se vuelve a trabajar y se olvida de que ha sido provincial.
-Sufren una crisis de vocaciones los jesuitas y las
demás órdenes.
No crea… Eso ocurre fundamentalmente en Europa, pero no pasa en Asia, África o América. Tenemos provincias en África donde la mitad de sus miembros son jóvenes.
No crea… Eso ocurre fundamentalmente en Europa, pero no pasa en Asia, África o América. Tenemos provincias en África donde la mitad de sus miembros son jóvenes.
-¿Y a qué atribuye la crisis de vocaciones en España?
Al fenómeno de la secularización de la sociedad. Estamos en un mundo en el que se ha globalizado la superficialidad. Y lo que hablábamos antes, «el sentido de la vida», se ha olvidado. Vivimos sin tiempo para nosotros, para el interior. Somos robots: vamos deprisa y nos olvidamos de reír, cuidar a los amigos, etc.
Al fenómeno de la secularización de la sociedad. Estamos en un mundo en el que se ha globalizado la superficialidad. Y lo que hablábamos antes, «el sentido de la vida», se ha olvidado. Vivimos sin tiempo para nosotros, para el interior. Somos robots: vamos deprisa y nos olvidamos de reír, cuidar a los amigos, etc.
-¿Y algo ha hecho mal la Iglesia para que esto cambie
y no surjan vocaciones?
La Iglesia forma parte del mundo, y como el mundo ha
cambiado, nosotros tenemos que cambiar y adaptarnos. Pero la Iglesia está viva,
y cuando ve dificultades ha de escoger entre dos posturas: dejarse arrastrar
por la corriente o dar pasos adelante para incidir en la sociedad. Es un reto.
Cuando la gente ve que hay vitalidad, también se apunta.
-¿Y espera que la llegada de Francisco al Vaticano,
con su nuevo estilo, consiga atraer a la Iglesia a más feligreses?
Él hará propuestas, seguro. No se quedará quieto, estoy convencido.
Él hará propuestas, seguro. No se quedará quieto, estoy convencido.
-¿Le recuerda a Juan XXIII?
Sí, ya lo he pensado algunas veces.
-¿Le gustaría que fuera así?
Yo tengo un aprecio muy grande por lo que hizo Juan
XXIII por la Iglesia en un momento tan delicado.
-¿Qué dos cosas le pediría al nuevo papa?
Que sea evangélico y que tenga calma, que no se
precipite. Que estudie bien los objetivos.
-¿Vuelven los jesuitas a primera fila, a recuperar su
influencia?
No, no. La Compañía no estará detrás del papa. Cada uno estará en su sitio. Ésa es nuestra forma de servir a la Iglesia.
No, no. La Compañía no estará detrás del papa. Cada uno estará en su sitio. Ésa es nuestra forma de servir a la Iglesia.
EL PAPA Y LOS ENFERMOS
MENSAJE "URBI ET ORBI"
DEL PAPA FRANCISCO
Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz
Pascua! ¡Feliz Pascua!
Es una gran alegría para mí poderos dar este anuncio: ¡Cristo ha
resucitado! Quisiera que llegara a todas las casas, a todas las familias,
especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los hospitales, en las
cárceles...
Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí
donde Dios quiere sembrar esta Buena Nueva: Jesús ha resucitado, hay la
esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido
el amor, ha triunfado la misericordia. La misericordia de Dios siempre vence.
También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús que fueron al
sepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos qué sentido tiene este
evento (cf. Lc 24,4). ¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa
que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que
el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de
desierto que hay en nuestro corazón. Y esto lo puede hacer el amor de Dios.
Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha
ido hasta el fondo por la senda de la humildad y de la entrega de sí, hasta
descender a los infiernos, al abismo de la separación de Dios, este mismo amor
misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha
transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna. Jesús no ha vuelto a su vida
anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y
ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a un futuro de
esperanza.
He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la
esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios
es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre vivo (cf. san
Ireneo, Adv. haereses, 4,20,5-7).
Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez para
siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la
esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos
los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida
cotidiana. Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre
todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del
prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador
nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta
la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos (cf. Ez
37,1-14).
He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de
la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios,
dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme también
nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través
de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer
florecer la justicia y la paz.
Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en
vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí,
Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo
entero.
Paz para Oriente Medio, en particular entre israelíes y palestinos,
que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que
reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de
poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Iraq, y que
cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para
su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están
esperando ayuda y consuelo. ¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto dolor se ha de
causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política a la
crisis?
Paz para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Para Malí,
para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad; y para Nigeria, donde
lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de
tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes
de grupos terroristas. Paz para el Este la República Democrática del Congo y la
República Centroafricana, donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares
y viven todavía con miedo.
Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que se superen
las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.
Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan
fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la
familia; egoísmo que continúa en la trata de personas, la esclavitud más
extendida en este siglo veintiuno: la trata de personas es precisamente la
esclavitud más extendida en este siglo ventiuno. Paz a todo el mundo,
desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y la explotación inicua
de los recursos naturales. Paz a esta Tierra nuestra. Que Jesús Resucitado
traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales y nos haga
custodios responsables de la creación.
Queridos hermanos y hermanas, a todos los que me escuchan en Roma y en
todo el mundo, les dirijo la invitación del Salmo: «Dad gracias al Señor porque
es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: /
“Eterna es su misericordia”» (Sal 117,1-2).
Queridos hermanos y hermanas venidos de todas las partes del mundo y
reunidos en esta plaza, corazón de la cristiandad, y todos los que estáis
conectados a través de los medios de comunicación, os renuevo mi felicitación:
¡Buena Pascua!
Llevad a vuestras familias y vuestros Países el mensaje de alegría, de
esperanza y de paz que cada año, en este día, se renueva con vigor.
Que el Señor resucitado, vencedor del pecado y de la muerte,
reconforte a todos, especialmente a los más débiles y necesitados. Gracias por
vuestra presencia y el testimonio de vuestra fe. Un pensamiento y un
agradecimiento particular por el don de las hermosas flores, que provienen de
los Países Bajos. Repito a todos con afecto: Cristo resucitado guíe a todos
vosotros y a la humanidad entera por sendas de justicia, de amor y de paz.
___________________________________________________________________
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario