sábado, 27 de enero de 2024


 

2024 CICLO B TIEMPO ORDINARIO IV

 

Todos estamos convencidos que Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra. El evangelista Marcos nos relata la actividad de Jesús, para darnos un resumen de lo que fue su vida como Maestro. Jesús habla del Reino de Dios con palabras y obras, que siempre están fuertemente entrelazadas. También aquí, en esta sinagoga de Cafarnaúm, Jesús pronuncia una enseñanza, cuyo contenido Marcos no relata. En cambio, el evangelista relata las reacciones de los oyentes de Jesús. Todos están asombrados y sienten que este predicador tiene un poder de atracción que supera a todos los demás predicadores a los que estaban acostumbrados y que estaban oficialmente reconocidos, incluso a los oficialmente calificados como escribas.

A Jesús se le reconoce una autoridad que proviene de la fuerza de sus palabras, siempre fuertemente unidas a la acción. Jesús pronuncia dos verbos: calla y sal, dirigidos al demonio que esclaviza allí a un pobre hombre. No hay que olvidar que este gesto liberador de curación realizado en sábado era fuertemente transgresor de la ley religiosa. Sin embargo, Jesús las hace a propósito para mostrar un rostro distinto de Dios y una forma distinta de vivir la religión.

En definitiva, muestra lo que es Jesús; un hombre que tiene palabras que asombran y atraen porque son palabra que liberan y tocan lo más profundo de la vida concreta de las personas. Jesús ante un hombre que sufre, como este poseído, no se queda en la teoría de las buenas palabras e intenciones, sino que actúa aún a costa de arriesgar su vida. Jesús haciendo el bien comunica a Dios que es el bien absoluto. Jesús al amar habla del amor, y así muestra a Dios que es amor.

Esta profunda unidad entre palabra y obra, entre boca, corazón y manos, generó ese asombro que atrajo a muchos hacia sí, empezando por sus discípulos.

La experiencia nos dice que las personas aprendemos bien no sólo por la precisión de los datos y de las explicaciones, sino sobre todo si nos sentimos queridos, apreciados, animados. La autoridad no se basa en el papel, sino en el amor y en gestos concretos que vinculan la palabra a la vida.

Como Iglesia tenemos hoy una gran misión que es ser Jesús que enseña en el mundo de hoy. Tenemos la tarea de hablar de Dios y anunciarlo. Debemos estar siempre atentos a conjugar en nuestro testimonio la palabra y la vida, la oración y la caridad. Y como Jesús, debemos suscitar asombro porque la fe que profesamos en los labios se vea también en nuestras manos que ayudan y en nuestras actitudes cotidianas de bondad, paciencia y perdón. No podemos hablar de Dios si esto no se vislumbra en lo que hacemos, en nuestras miradas de estima al prójimo, en nuestras opciones concretas de humildad y caridad.

Seguro que a lo largo de nuestra vida no todas las palabras que hemos oído sobre Dios se han quedado en nuestro corazón, pero sí los ejemplos de vida de personas creyentes. El ejemplo nos libera de los muchos pequeños y grandes demonios que nos esclavizan. Jesús convenció a muchos con palabras, porque su ejemplo atrajo y condujo por caminos de verdadera liberación.

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