2025 CICLO C TIEMPO ORDINARIO XXIV
EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo. Palabras para repetir sin cansarse, para grabar en la carne del corazón, cada vez que un duda vuelve a extender su velo de preguntas. Amar mucho es cosa de Dios , pero también nosotros necesitamos mucho amor para vivir bien. Cuando amamos se duplica la vida, aumenta la fuerza, somos más felices. Cada gesto de cuidado, de ternura, de amistad quita la fuerza de Dios, abre una ventana al infinito.
Cuando amamos a los hombres hacemos gestos divinos. Cuando amamos a Dios hacemos gestos muy humanos.
El evangelio de hoy nos dice que Tanto amó a Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca a nadie de los que crean en él, sino que tengan vida eterna . En el evangelio amar
no es una emoción o un hecho sentimental, sino que se traduce siempre con otro verbo sencillo, seco, sobrio, de manos: dar . Amar se dar generosamente, de un modo ilógico, simplemente dar.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
Salvar quiere decir conservar, que nada se pierda: ningún gesto de amor, ninguna fatiga generosa, ninguna paciencia dolorosa. Todo esto circula a través del mundo como una fuerza de vida y Dios dará eternidad a todo lo más bello que quitamos en el corazón.
Al Padre no le interesa instruir procesos contra nosotros, ni siquiera para absolvernos y mostrarse misericordioso. La vida del creyente no está pensada a modo tribunal, sino de floración y abrazo.
La fe cristiana se funda en lo más bello del mundo: un acto de amor, doble, el de Dios que tanto ha amado y nos dio al Hijo y lo ocurrido justo fuera de los muros de Jerusalén, sobre el Calvario.
En ese cuerpo desgarrado, desfigurado por la tortura, en aquel cuerpo que es el eco visible del corazón, que es el reflejo de un amor loco y escandaloso, hermoso por morir, allí está la belleza que salva al mundo, el esplendor de un Cristo que todavía me seduce. Bella es la persona que ama, hermoso el amor hasta el extremo. La norma, la regla, de la belleza es siempre el amor.
Ésta es la exaltación de la cruz, punto de encuentro entre Dios y el mundo, cruz que levanta la tierra, baja el cielo, recoge los cuatro horizontes, es encrucijada de los corazones dispersos.
Somos herederos de un cristianismo que sueña con milagros y se queja ante Dios cuando no los cumple. Mira el verdadero milagro, fíjalo: es este Señor que está con los brazos extendidos. Éste es el milagro nuevo.
Jesús ha hecho milagros sobre el mar, sobre las piezas, sobre los ciegos y sobre los leprosos, pero el nuevo miraculo es este Dios que no hace un miraculo por sí mismo, sino que se queda con los brazos abiertos. Abiertas al Padre y al mundo.

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