domingo, 5 de enero de 2020


¡Y EL VERBO SE HIZO CARNE!
En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios. En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. En el  mundo estaba y, el mundo no lo reconoció. Pero a cuantos los recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios. A Dios nadie lo ha visto…
ENTRA EN TU INTERIOR
Por dos veces en este corto tiempo desde la Natividad, nos propone la liturgia  en este 2º Domingo del Tiempo de Navidad, el evangelio de Juan, más concretamente el prólogo. Una pieza literaria y filosófica de gran profundidad, que anticipa los principales temas que aparecerán a través de la historia de Jesús. 
Desde niños vamos percibiendo una gran multitud de imágenes de Dios que nos van dibujando nuestra propia idea de  Él, condicionados en demasiadas ocasiones por lo que vamos escuchando, lo que se nos transmite, o bien la imagen que nos es más cómoda, pero el evangelista Juan nos recuerda de manera rotunda una evidencia  que atraviesa toda la tradición bíblica: “A Dios no lo ha visto nadie jamás”. Quien nos lo ha dado a conocer es el Hijo unigénito  de Dios – Jesús – El Verbo hecho carne, el Dios hecho hombre. Y en su condición humana se acerca a nosotros, aunque el mundo no lo reconoció. La idea de que la Vida es anterior a la luz es la clave para entender el evangelio de Juan. La luz brilló en las tinieblas  y, las tinieblas no la comprendieron. Pero la luz no puede permanecer ni quedar encerrada, destila por los poros y  alumbra corazones. Él es la luz, el Verbo-la Palabra encarnada- la palabra de Dios habita entre nosotros, Dios nos habla por su Hijo y nos revela su misterio eterno. Cristo la Palabra viva,  nos habla hoy y  nos comunica que Él es la luz que nos ilumina y vence la oscuridad, las tinieblas. La Luz recibida no se puede almacenar, la luz se propaga al igual que la Palabra- la finalidad de la Palabra es comunicar-. Comuniquemos e iluminemos llevando la luz de la Palabra, del Verbo,  a los que nos rodean para que también puedan experimentar el Amor de Dios en sus corazones. Abramos nuestros corazones a la Palabra, para llegar a ser Hijos de Dios.

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