¡Y EL VERBO SE HIZO
CARNE!
En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a
Dios y el Verbo era Dios. En Él estaba la vida y la vida era la luz de los
hombres. En el mundo estaba y, el mundo
no lo reconoció. Pero a cuantos los recibieron, les dio poder de ser hijos de
Dios. A Dios nadie lo ha visto…
ENTRA EN TU INTERIOR
Por dos veces en este corto tiempo desde la Natividad, nos
propone la liturgia en este 2º Domingo
del Tiempo de Navidad, el evangelio de Juan, más concretamente el prólogo. Una
pieza literaria y filosófica de gran profundidad, que anticipa los principales
temas que aparecerán a través de la historia de Jesús.
Desde niños vamos percibiendo una gran multitud de imágenes
de Dios que nos van dibujando nuestra propia idea de Él, condicionados en demasiadas ocasiones por
lo que vamos escuchando, lo que se nos transmite, o bien la imagen que nos es
más cómoda, pero el evangelista Juan nos recuerda de manera rotunda una
evidencia que atraviesa toda la
tradición bíblica: “A Dios no lo ha visto nadie jamás”. Quien nos lo ha dado a
conocer es el Hijo unigénito de Dios –
Jesús – El Verbo hecho carne, el Dios hecho hombre. Y en su condición humana se
acerca a nosotros, aunque el mundo no lo reconoció. La idea de que la Vida es
anterior a la luz es la clave para entender el evangelio de Juan. La luz brilló
en las tinieblas y, las tinieblas no la
comprendieron. Pero la luz no puede permanecer ni quedar encerrada, destila por
los poros y alumbra corazones. Él es la
luz, el Verbo-la Palabra encarnada- la palabra de Dios habita entre nosotros,
Dios nos habla por su Hijo y nos revela su misterio eterno. Cristo la Palabra
viva, nos habla hoy y nos comunica que Él es la luz que nos ilumina
y vence la oscuridad, las tinieblas. La Luz recibida no se puede almacenar, la
luz se propaga al igual que la Palabra- la finalidad de la Palabra es comunicar-.
Comuniquemos e iluminemos llevando la luz de la Palabra, del Verbo, a los que nos rodean para que también puedan
experimentar el Amor de Dios en sus corazones. Abramos nuestros corazones a la
Palabra, para llegar a ser Hijos de Dios.
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