La grandeza
del Señor
Una grandeza diferente a la
nuestra. No es una grandeza que explota, que se aprovecha, que minimiza y
rebaja. Al contrario, es una grandeza que se fija en lo pequeño, en lo que no
hace ruido, en lo insignificante, para darle relieve, para destacarlo, para
potenciarlo. Dios eleva lo pequeño a lo grande no para darle el poder que le
quite su encanto sino para demostrar que el auténtico poder, el que transforma
el mundo, es el que se refleja, el que se manifiesta válido, con capacidad de
transformarlo todo en algo bueno, está en los gestos de las personas sencillas que
salen al encuentro de los otros, como María.
Ésa es la Asunción de María, ésa es la asunción a
la que estamos llamados nosotros y que comienza ya ahora; porque cada vez que
sonreímos, cada vez que tendemos nuestras manos, cada vez que aportamos gestos
sencillos de vida, elevamos nuestra dignidad humana, crecemos y ayudamos a
crecer. La Asunción de María nos asegura que es ése despegue el que nos eleva y
nos elevará a la altura y a la hondura del Dios humano, del Dios de los
sencillos, del Dios del amor.
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