ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Se apareció Jesús a los
doce y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. Después de
hablarles, el Señor ascendió al cielo y se sentó a la derecha del Padre. La Ascensión
de Cristo al cielo no es el fin de su presencia entre nosotros, sino el inicio
de una nueva forma de estar en el mundo. Permanece en la Palabra y en el Pan
partido y compartido, en el rostro de cada hombre, junto al que sufre y con
aquel que lucha por la paz y la justicia. Su presencia acompaña la
evangelización de sus discípulos y colabora haciendo que realicen signos de
liberación.
Jesús promete las
siguientes señales: expulsarán demonios, hablaran nuevas lenguas, agarrarán
serpientes y el veneno no les hará daño,
impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos. ¿Pero como interpretar
este relato en nuestro siglo XXI?
Expulsar demonios: es
luchar en contra del poder del mal que mata la vida. Es vivir en la Buena Nueva
de la presencia de Dios en nuestro día a día.
Hablar lenguas nuevas: es
comenzar a comunicarse con los demás de forma nueva. Es decir hablar el
lenguaje del amor.
Vencer el veneno: hay
muchas cosas que envenenan nuestra convivencia. Quien vive la presencia de Dios
vive por encima de todo mal que mata.
Curar a los enfermos: una
conciencia más clara y más viva de la presencia de Dios, aparece en el cuidado
especial que damos a las personas excluidas y marginadas, en los cuidados hacia
los enfermos, porque nuestra actitud
favorece que la persona se sienta acogida y amada.
¿Como acontecen en mi
vida estas señales de la presencia de Jesús?
Jesús, antes de subir al
cielo, al despedirse, pidió a sus amigos asumir la misión.
¿ Y yo asumo su misión?
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