domingo, 8 de julio de 2018


CONOCER A JESUS Y RECONOCERLE POR LO QUE ES
Jesús empezó a enseñar en la sinagoga de su pueblo, y muchos de ellos dudaban de su sabiduría…¿De dónde saca todo eso? ¿No es este el carpintero, el hijo de María..?...
ENTRA EN TU INTERIOR
En el relato de esta semana Marcos nos habla de la humanidad de Jesús, nos confirma que su humanidad no tiene privilegios y de ahí surge la dificultad  de los habitantes de Nazaret en descubrir a Dios a quien se les muestra como humano sin prerrogativas El evangelio de esta semana nos presenta a Jesús etiquetado, humillado por los que miran sin ver y oyen sin escuchar.  Cuantas veces nosotros caemos en el mismo error de etiquetar o basar nuestro criterio solo por la apariencias- vemos solo el papel en que está envuelto el verdadero “regalo”-, nos quedamos en lo superfluo… Es siempre más fácil esperar cosas extraordinarias y espectaculares mirando aspectos exteriores, “milagros” que nos prometen anuncios televisivos, que aceptar signos cotidianos de solidaridad y fraternidad de nuestros vecinos. Nos resulta sencillo “poner etiquetas”, pero a la vez nos cuesta quitarlas.
No es lo mismo conocer a Jesús que experimentar a Jesús, saber de Dios que tener la experiencia de Dios, no es lo mismo lo que creemos que conocemos que conocer desde la experiencia y no de la apariencia. ¿Me esfuerzo en conocer a Jesús en profundidad o llevo una idea preconcebida de lo oído? En su ciudad creen conocerle, se han hecho una idea de él desde niño, no le acogen tal cual se presenta ante ellos pues están bloqueados por la imagen que tienen de él. ¿Qué imagen tengo de Jesús? ¿ He actualizado la imagen o tengo aun la imagen desde mi niñez, desde que estuve en catequesis de comunión?. Cada día se nos presenta una nueva oportunidad de conocerle mejor, de creer, y de crecer en la fe
Interioricemos ¿cómo reacciona Jesús? Él no se desanima, el evangelio acaba diciendo: Y recorría los pueblos de alrededor enseñando” Un buen ejemplo para cada uno de nosotros, un ejemplo a seguir cuando nos sentimos derrotados, cuando hemos experimentado el fracaso aunque nos hemos esforzado para transformar y nos hemos sentido rechazados. Si tomamos conciencia de nuestra naturaleza como hijos de Dios y con la fuerza de Dios las adversidades no harán mella para no seguir el camino y la misión que Dios nos ha encomendado.

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