Jesús
pasó a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades. Le seguía un
enorme gentío… Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos…levantó
los ojos y, al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: "¿Dónde
iremos a comprar pan para que coma esa gente?" …Simón Pedro, dijo:
"Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados.
Pero, ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús les dijo: "Hagan que se
siente la gente"…Entonces Jesús tomó los panes, dio las gracias y los
repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y
todos recibieron cuanto quisieron…
ENTRA EN
TU INTERIOR
El
evangelio de esta semana “ el signo de la multiplicación de los panes y los
peces”, como popularmente se le conoce está lleno de simbolismos. En el relato
destacaríamos en primer lugar al muchacho que destaca entre toda la multitud
reunida. Un muchacho “anónimo”, sin rostro, sin nombre que pone al servicio de
los demás su humilde comida, que aunque puede parecer muy poco lo que ofrece es
todo lo que posee, y así con su disponibilidad al compartir hace posible lo que
a primera vista puede parecer imposible. Jesús nos llama a la contribuir, a
compartir, a ser colaboradores, cooperantes suyos, Dios hará el resto.
Cuando
pensamos en colaboración, en generosidad, en compartir en la mayoría de los
casos nos sentimos “limitados” a aspectos económicos. Pero Dios nos sugiere
más. Estar atentos a las necesidades de quienes nos rodean. Ser generoso de
momentos, alimentar corazones solitarios compartiendo nuestro tiempo, generosos
de afectos, de ternura, ese tiempo compartido alimenta y oxigena, devuelve
alientos, alimentamos vidas a través no solo de pan sino de entrega humana,
disponibilidad al necesitado con nuestras “riquezas personales”, ¿Quién es el
qué es tan pobre que no tiene tiempo para compartir?
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