domingo, 27 de febrero de 2022
2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO VIII
Continuamos con Lucas. Jesús usa unas imágenes estupendas; los semitas no emplean conceptos para expresar sus ideas, sino que recurren a imágenes, analogías que resultan mucho más ricas y rotundas para hablar de lo trascendente. (Nosotros al decir que una persona es “hospitalaria”, todos entendemos, un semita probablemente lo diría de esta forma: «La puerta de su casa está siempre abierta» ... una fuerza muy superior a la del concepto seco de occidente).
Jesús habla de errores
que cometemos constantemente:
- Si te consideras con
buena vista para juzgar y condenar, te equivocas. Nos fijamos en motas,
tonterías, cositas torcidas. Estamos ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego,
los dos caen en el hoyo.
- Si te consideras digno
de juzgar y condenar a los demás, te equivocas y eres un hipócrita. Tus fallos
son mucho mayores. La viga de tu ojo es mucho más grande que la mota en el ojo
de tu hermano y te impide ver bien.
- Si crees que cuando
juzgas y críticas a los demás lo único que haces es disfrutar o hacerles daño,
te equivocas. Te haces daño a ti mismo, porque las palabras que salen de tu
boca dejan al descubierto la maldad de tu corazón. “De lo que rebosa el corazón habla la boca”.
- Del hombre bueno
nunca saldrán críticas, juicios malévolos ni murmuraciones; solo saldrá perdón
y generosidad. En cambio, quien critica, juzga, murmura, revela que tiene el
corazón podrido. El Dios Padre de Jesús es un Dios feliz, que no sólo ve el
bien, sino que lo emana, porque tiene un corazón de luz y su ojo bueno es como
una lámpara, donde la luz se esparce.
El árbol bueno no puede
dar frutos malos. Dios no busca árboles perfectos, sin defectos, sin ramas
rotas por la tormenta o torcidas por el cansancio o atravesadas por el pájaro
carpintero o el insecto. El árbol verdadero no es el que no tiene defectos,
sino el que se encorva por el peso de tantos frutos hinchados por el sol y los
buenos jugos. Así, en el último día, la mirada del Señor no se posará en el mal
sino en el bien; no sobre manos limpias sino aquellas que carguen espigas y
pan, racimos, sonrisas y lágrimas. La moral evangélica es una ética de la
fecundidad, de los buenos frutos, de la esterilidad vencida y no de la
perfección.
Los árboles no crecen
durante décadas para sí mismos, solamente necesitan un fruto para reproducirse.
En cambio, cada año ofrecen el espectáculo de un enjambre de frutos, un
desperdicio de semillas, un exceso de cosecha, mucho más de lo que necesitan
para reproducirse. Es la vida al servicio de la vida, de las aves del cielo, de
los insectos hambrientos, de los hijos del hombre, de la madre tierra. Las
leyes de la realidad física y las del espíritu coinciden. La persona para estar
bien, debe dar, es ley de vida: el hijo, el esposo, la esposa, la madre con su
hijo, el anciano con sus recuerdos deben hacerlo. Todo hombre bueno saca lo
bueno del buen tesoro de su corazón. Todos tenemos un tesoro, es el corazón: no
seas tacaño con tu corazón: dáselo.
miércoles, 23 de febrero de 2022
2022 FEBRERO
MEDITACIÓN EUCARISTICA:
LAS ALAS SON
PARA VOLAR
Ante ti Jesús sacramentado venimos esta
tarde para adorarte y para descubrirte tan cercano a nosotros. Tu potencias
nuestros dones y talentos y nos animas para que los pongamos a disposición de
los demás, para que todos puedan bonificarse de los dones recibidos.
LAS
ALAS SON PARA VOLAR: Cuando su hijo
se hizo mayor, su padre le dijo:
-
Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación
de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas
que el buen Dios te ha dado.
-
Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
-
Ven – dijo el padre. Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del
abismo en la montaña. ¿Ves hijo?, este es el vacío. Cuando quieras podrás
volar. Sólo debes ponerte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez
en el aire extenderás las alas y volarás…
-
El hijo dudó ¿Y si me caigo?
-
Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para
el siguiente intento –contestó el padre. El hijo volvió al pueblo a ver a sus
amigos, a sus compañeros, aquellos con los que había caminado toda su vida. Los
más estrechos de mente dijeron:
-
¿Estás loco? ¿Para qué? Tu padre está medio loco. ¿Para qué necesitas volar? ¿Por
qué no te dejas de tonterías? Y, además, ¿quién necesita volar?
Los
mejores amigos también sentían miedo:
-
¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba a
tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol, pero… ¿desde la cima?
El
joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y
con coraje saltó…desplegó sus alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas,
pero desgraciadamente, se precipitó a tierra. Con un gran chichón en la frente
se cruzó con su padre:
-
¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di! No soy como
tú. Mis alas son de adorno… – lloriqueó.
-
Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre
necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en un paracaídas:
necesitas cierta altura antes de saltar. Para volar hay que empezar asumiendo
riesgos. Si no quieres, lo mejor quizá sea resignarse y seguir caminando como
siempre.
Esta historia nos hace reflexionar sobre
la necesidad imperiosa de darnos cuenta de lo que somos y de nuestras
potencialidades. La necesidad de ser
conscientes en todo momento de nuestra vida y de nuestra relación con Dios y
con los demás. Tomar conciencia de nuestros dones y talentos, aunque de vez en
cuando aparezca el miedo a no poder o deber soltar lo que tenemos, esto sería
saltar sin paracaídas. Si cogemos fuerza, nos damos tiempo y tomamos la
responsabilidad de lo que queremos y de quienes somos y hacía donde queremos
ir, podremos volar sin miedo, y buscar alternativas que nos den mayor felicidad
y al fin permitirnos sentir, descubrir, explorar nuestra propia forma de
existir, lo más íntimo y verdadero de nosotros mismos. Que al fin y al cabo es:
ser nosotros mismos y vivir nuestra vida como realmente queremos vivirla. ¡Atrevámonos
a vivir la vida!
Es verdad que no todos nacemos con
«alas», o con el «don de la palabra», o con el «don de la enseñanza», o con el
«don de la pintura», o con el don de… pero, como en el cuento le dice el padre
al hijo que sería penoso que teniendo un «don», sea el que sea, lo dejemos
enterrado sin compartirlo, sin que crezca ni nos haga crecer.
Quizá no tengamos «alas», pero podemos
tener el don de «la sonrisa», el don del «trabajo desinteresado», el don de «la
escucha», el don del «abrazo», el don de «la mirada», el don de «la
comprensión», el don «del perdón» etc. No seamos tacaños con nuestros dones. Como
nos diría Jesús si tienes «alas» yo quiero que me lleves a volar. Si tu don es
la «sonrisa», quiero reír contigo. Si tu don es el «trabajo desinteresado»,
cuenta con mis brazos. Si tu don es la «escucha», invítame a un café que tengo
mucho que contarte. Si tu don es el «abrazo», abrázame. Si tu don es la
«mirada», mis ojos están abiertos. Si tu don es la «comprensión», no temeré
hablarte. Si tu don es el «perdón», contigo me sentiré aliviado. Amén
sábado, 19 de febrero de 2022
2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO VII
FESTIVIDAD SIETE SANTOS FUNDADORES
El verbo usado es
ágape; amaos como Dios ama. No se nos exige simpatía o amistad con el enemigo
sino el amor de Dios al que tenemos que imitar. Dios ama a todos los seres, no
porque son buenos, sino porque Él es bueno.
La Festividad de los
Siete Santos Fundadores nos recuerda que ellos son imagen y modelo de
seguidores del Reino. Ellos nos enseñan a vivir a tope porque vivieron con
sencillez de corazón. Los Siete Santos tuvieron que luchar para conseguir su
sueño, se comprometieron con valentía y paciencia, a vivir el amor de Dios para
con todas sus criaturas. A todos consideraban hermanos y dignos de su servicio.
Fueron siervos del Evangelio y propusieron y nos proponen hoy volver al
Evangelio, a vivir la fraternidad, rompiendo los muros, las divisiones de todo
tipo. Quisieron servir a la Madre del Salvador; para servir como Ella; para servir con Ella a los pies de las infinitas cruces
de hoy. No olvidemos que no somos amos y señores sino siervos humildes, fieles,
obedientes. Como se ama a los enemigos, a los que nos odian, maldicen o
injurian:
- Cuidar mejor las actitudes
como la paciencia, el respeto, la discreción, la dulzura, la honradez, el
sentido del deber..., hablar con delicadeza. Usamos lenguaje decadente y de mal
gusto.
- Profundizar la
experiencia de Dios, y sentirnos amados, a pesar de nuestra fragilidad,
solidarios y cercanos a todos. Ser hermanos y solidarios con la humanidad y
menos dogmáticos.
- Asumir un estilo de
vida desprendido. Un estilo sencillo sin consumismos excesivos y sus
consecuencias; una transparente serenidad y libertad interior que no necesita
títulos especiales.
- Desechar todo aquello
que nos separa de los demás, apostar por espacios que ayuden a la comunicación
con las personas, a la acogida sincera con el calor suficiente.
- Ser amigos de la
humanidad, y en especial de aquellos que viven situaciones de exclusión en
nuestra sociedad. Recordando que la amistad no surge porque yo quiera sino
porque dos quieren, esto significa que los demás tienen que experimentar
nuestra sinceridad de ánimo y de trato.
Que la celebración de los
Siete Santos nos anime a no sentirnos protagonistas de nada, sino todos
contribuyendo para realizar una sociedad nueva y unas comunidades renovadas en
la matriz y en la intención, a nivel humano y cristiano, que brillen por el
ejemplo, la sinceridad, y la verdad de sus vidas. Amén
sábado, 12 de febrero de 2022
2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO VI
Campaña contra el hambre
Hoy Jesús proclama las bienaventuranzas y según el evangelio de Lucas lo contrapone a los “ayes”: Ay de vosotros los ricos, los saciados, los que reis, … y bienaventurados los pobres, los que tenéis hambre, los que ahora lloráis. Y a esos los proclama dichosos, felices, bienaventurados.
El lugar de la
felicidad es Dios, pero el lugar de Dios es la cruz, las infinitas cruces de
los hombres. Por eso la pobreza, el hambre, el sufrimiento son acompañados
siempre por Dios.
Jesús destaca solo dos
grupos de personas: el de los pobres, que pasan hambre, lloran y son odiados; y
el de los ricos, saciados y sonrientes, alabados por la gente. Al primero lo
tratan mal, como a los antiguos profetas; al segundo bien, como
a los falsos profetas.
Las Bienaventuranzas,
con las veces que las hemos oído y meditado, nos siguen desconcertando. Es
fácil imaginar el impacto en esos primeros oyentes. Dichosos los pobres,
dichosos los que lloráis… Claro que Jesús se opuso a la injusticia y la
marginación. Tampoco dejó la solución para el más allá. Esas contradicciones y
contrastes son aldabonazos para hacernos pensar. ¿De verdad las riquezas nos
van a hacer felices? ¿Es la desgracia la última palabra o importa más la
actitud que adoptemos ante ella? La riqueza y la pobreza no es mala en sí, sino
la actitud que adoptemos ante ella. (El
fariseo rico Zaqueo que invitó a Jesús en su casa y después de esta experiencia
repartió la mitad de sus bienes entre los pobres)
Jesús no dice sois bienaventurados
porque habrá un revés, una alternancia, os haréis ricos. No. El plan de Dios es
más profundo. El mundo no será mejorado por aquellos que han acumulado la mayor
cantidad de dinero. El verdadero problema del mundo no es la pobreza, es la
riqueza. Pobreza significa libertad del corazón de las posesiones; libertad
como paz con las cosas, paz con la tierra, fuente de cualquier otra paz. El
rico, en cambio, es un hombre siempre en guerra con los elementos, un violento,
un usurpador, el primer sujeto del desorden en el mundo. No son los pobres los
culpables del desorden, la pobreza no es el mal que hay que combatir; el mal
que hay que combatir es la riqueza.
Mirad lo que sucede con
los países ricos consumimos las fuentes de energía, no hay posibilidad de pan
para todos, y la inmensa población mundial no tiene lo suficiente. Hay que
declarar la lucha contra el hambre, ahora y siempre. Este año el lema de la
campaña de manos unidas bien muy a propósito: “Nuestra indiferencia los condena
al olvido”. Colaboremos con ellos para intentar paliar tanto dolor y
tanta exclusión.
Las bienaventuranzas
son el corazón del anuncio de Jesús: son la buena noticia de que Dios da vida a
quien produce amor, Dios da alegría a quien construye la paz. En ellos está el
principio de la curación del corazón, de modo que el corazón curado es el
principio de la curación del mundo.
miércoles, 9 de febrero de 2022
CICATRICES DE AMOR
Sentir la vida
con toda la crueldad con que ella se reviste y a pesar de todo confiar en ti y
sentirnos orgullosos de tu cariño y de tu amor. Saber que siempre estarás con
aquellos que más sufren y a pesar de todo sigue confiando en ti y en tu gracia.
Tus planes no son nuestros planes, tus caminos no son nuestros caminos.
Queremos creer y esperar en ti. En ti confiamos.
Esta es la
impactante historia de unas cicatrices hechas por amor.
CICATRICES DE AMOR: En un día caluroso de verano en el sur de la
Florida, un niño decidió ir a nadar en la laguna detrás de su casa, salió
corriendo por la puerta trasera, se tiró en el agua y nadó feliz, no se daba
cuenta de que un caimán se le acercaba.
Su mamá desde la casa miraba por la ventana, y vio
con horror lo que sucedía, enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más
fuerte que podía.
Oyéndole, el niño se alarmó, y siguió nadando hacia
su mamá lo más rápido que podía, pero fue demasiado tarde.
Desde el muelle, la mamá agarró al niño por sus
brazos justo cuando el caimán le agarraba sus piernitas, la mujer tiraba con
fuerte determinación, con toda la fuerza de su corazón.
El caimán era más fuerte, pero la mamá era mucho más
apasionada y su amor no la abandonaba.
Un señor que escuchó los gritos, se apresuró hacia
el lugar con una pistola y mató al caimán. El niño sobrevivió y aunque sus
piernas sufrieron bastantes desgarros, logró volver a caminar.
Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó
al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus piernas, el niño levantó la
colcha y se las mostró, pero entonces, con gran orgullo, se remango las mangas,
señalando hacia las cicatrices en sus brazos diciéndole:
"Pero las que usted debe ver... son
estas".
Eran las marcas de las uñas de su mamá, quien habían
presionado con mucha fuerza.
"Las tengo porque mi mamá no me soltó... y me
salvo la vida".
Nosotros quizás
también tengamos las cicatrices de un pasado doloroso, algunas son causadas por
nuestros pecados, pero algunas son la huella de Dios, Quién nos ha sostenido
con fuerza, para que no caigamos en las garras del mal.
Recordemos que,
si nos ha dolido alguna vez el alma, es porque Dios nos ha agarrado demasiado
fuerte... para que no caigamos.
Nos da mucha
serenidad saber que tu estarás con nosotros en todos los momentos de la vida,
en los fáciles y en los difíciles, y que nos agarrarás de tal modo que nunca
nos dejaras caer en las garras del mal, ni de la aflicción. Pero sobre todo nos
consuela saber tu prontitud en acercarte a nosotros y que a pesar de todo nos
manifestarás siempre tu misericordia con la ternura que te caracteriza. Somos
afortunados tenerte como hermano y sobretodo que nos hayas dado a conocer que
Dios es Padre y que siempre está pendiente de cada uno de nosotros.
Las cicatrices
nos enorgullecen y las estimamos como producto del amor y de un bien mayor.
Amén
domingo, 6 de febrero de 2022
ARTÍCULO PUBLICADO EN EL PERIODICO
CANFALI MARINA ALTA
Pepe, gracias por tanto
Por MARIAN ALBALAT
Hace unas mañanas, como siempre, la alarma de mi móvil me despertó, pero no era como un día más, con ella me encontré un mensaje que al leerlo no pude contener mi emoción. Era el padre Pepe Correcher de la Parroquia San Antonio de Dénia, me decía que se iba destinado a Plasencia y le gustaría despedirse de mí. La noticia sabía que tarde o temprano llegaría, pero yo, al igual que tanta y tanta gente a la que ha ayudado, la he sentido al conocerla. Y es que hay personas a las que la vocación les lleva a sembrar de amor allí por donde pasan, en silencio, sin hacer ruido, cogiéndote de la mano cuando vas a caerte, para saber que no estás solo.
El padre Correcher Blasco es de una raza especial, de esas que atienden sin censuras, de esas que comprenden el lenguaje de la calle, sin tener que compartir religiones ni opiniones, tan solo contagiado de la esencia de la vida: la bondad, el respeto y la humildad.
Su extensa trayectoria nos lleva a un punto de partida, a sus trece años, en el seminario de Toledo; más tarde cursa Filosofía en Plasencia y Teología en Turín. Allí, un joven Correcher, lejos de los suyos y sin permiso durante cuatro años, aún mantiene el recuerdo de las vacaciones en los Alpes en medio de la naturaleza. Sus inicios de sacerdocio trascurren en Plasencia, luego Dénia, Tui (Pontevedra) y Valencia, su tierra natal.
Toda una vida de entrega que los dianenses comienzan a conocer durante 1969; no fue hasta 1976 cuando se instaló en la ciudad como párroco y también profesor de religión en el Colegio Paidos y en el instituto. Sus facetas se han diversificado por numerosos ámbitos de la sociedad, siempre con un leitmotiv: tender la mano a los más desfavorecidos. Su ayuda trasciende lo material para tocarte el corazón; te escucha, te habla, te aconseja y sobre todo, entiende y empatiza como un amigo. Un párroco en el más amplio sentido de la palabra.
No en vano se ha ganado el aprecio de generaciones, creando la asociación de vecinos Baix La Mar o Gregal y Juniors para los niños, colaborando con medios de comunicación o llevando a cabo actividades de grupos de reflexión bíblica; todo para nutrirse de la sensibilidad del pueblo y participar de sus inquietudes y preocupaciones.
Pero si algo me impresionó al conocer al padre Correcher, hace más de dos décadas, fue su dedicación y entrega a los pobres en el tercer mundo. Su larga estancia en Matola (Mozambique), sin duda, lo ha marcado. Su compromiso durante doce años en los poblados más humildes aportó la construcción de guarderías, escuelas, centros de nutrición o pozos, pero también supo enfrentarse al sonido de las explosiones que causan muerte; a jugarse la vida en una zona minada para salvar a un niño o atender improvisados partos donde los cordones de zapatos valen incluso para cortar el cordón umbilical. En un territorio ocupado por las guerrillas, desplazarse era toparse con los fusiles de frente. La miseria se mezclaba con el sufrimiento de una guerra civil, sin dar abasto a dar, y de tanto dar, dio hasta su salud; la malaria se apoderó de él. Pepe estuvo años luchando por recuperarse, pero ni por esas desistió.
África lo necesitaba y él también a ella, “crea dependencia” decía. Su espíritu misionero lo devolvió allí durante otro periodo, tres años más. La recompensa fue ver a aquellos niños que recogió en la calle, ya convertidos en jóvenes con sus familias, y la continuidad de sus proyectos a través de GRAMM Dénia Matola, Cáritas Parroquial y Manos Unidas Dénia, gracias a las aportaciones de los feligreses. Un hombre dedicado por completo a las causas humanitarias agradecía toda la riqueza espiritual que se había llevado con unas palabras recogidas en la web de GRAMM, dignas de resaltar: “Hoy, me queda el grato recuerdo de haberme enamorado y haber dado, incluso mi salud, a un pueblo que especialmente en aquella época se debatía en el sufrimiento. Pero también, la sensación de haber aprendido a valorar día a día, el desprendimiento con serenidad, vivir la entrega con otros con alegría y comprender que es la Divina Providencia la que finalmente guía nuestros pasos.” Allí donde la línea que separa la vida de la muerte es tan frágil, es muy fácil doblegarse, pero él mantuvo su entrega y fortaleza.
Su visión de la vida, influenciada por los viajes y cambios culturales, le ha permitido licenciarse en la Escuela de la Generosidad, para así apreciar distintos pensamientos y descubrir las relaciones con los demás bajo el prisma de la comprensión.
De vuelta a la Marina Alta, su carisma, alegría, extroversión, vitalidad, sencillez, humildad, generosidad, y sobre todo, su forma de ser y su humanidad, han hecho que lo admiremos, y por eso lo sentimos como el mejor de los amuletos, llamando a su puerta para una boda o bautizo, incluso a cientos de kilómetros. Pepe atiende a todos, pudiendo o sin poder, a los jóvenes y no tan jóvenes, con la destreza de evolucionar con los tiempos. En un mundo diverso ha sabido aglutinarnos bajo la bandera del respeto y eso nos ha unido a él. En una entrevista que me concedió para un programa de la televisión comarcal, recuerdo sus palabras como lecciones de vida: “La confianza que me deposita la gente ha hecho sentirme útil y enamorado de mi vocación.”
Su día a día está lleno de compromisos, su imparable agenda la agradecen cientos de enfermos y familiares del Hospital La Pedrera de Dénia, donde ha acudido casi a diario para compartir momentos difíciles, para acompañar a los que no tienen a nadie y para ofrecer una bocanada de aliento o una sonrisa que te llena el alma. Su labor es inconmensurable y quien haya tenido la suerte de cruzarse en su camino lo sabe.
A nuestro Vicente Ferrer de Dénia el destino le ha puesto Plasencia de nuevo a sus pies. Una nueva etapa se abre para ti Pepe, y en nombre de muchísimas personas, con el corazón en la mano, te deseo lo mejor, lo mereces. Cada uno tenemos fe en algo, decidimos seguir o no una religión, pero sin duda, tu presencia cobra sentido en nuestra vida para tomar impulso cuando Dios aprieta. Ya lo decía Teresa de Calcuta: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.” A sus ochenta y un años, Correcher ha llenado mares, es parte de muchas familias, nos ha tratado como hijos y por eso hoy merece que Dénia lo acoja como su Hijo Predilecto. Él es historia viva de una ciudad donde ha dejado enseñanza y huella; una ciudad que lo adora y que hoy ya lo echa de menos. Pepe, gracias por ta