2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO VI
Campaña contra el hambre
Hoy Jesús proclama las bienaventuranzas y según el evangelio de Lucas lo contrapone a los “ayes”: Ay de vosotros los ricos, los saciados, los que reis, … y bienaventurados los pobres, los que tenéis hambre, los que ahora lloráis. Y a esos los proclama dichosos, felices, bienaventurados.
El lugar de la
felicidad es Dios, pero el lugar de Dios es la cruz, las infinitas cruces de
los hombres. Por eso la pobreza, el hambre, el sufrimiento son acompañados
siempre por Dios.
Jesús destaca solo dos
grupos de personas: el de los pobres, que pasan hambre, lloran y son odiados; y
el de los ricos, saciados y sonrientes, alabados por la gente. Al primero lo
tratan mal, como a los antiguos profetas; al segundo bien, como
a los falsos profetas.
Las Bienaventuranzas,
con las veces que las hemos oído y meditado, nos siguen desconcertando. Es
fácil imaginar el impacto en esos primeros oyentes. Dichosos los pobres,
dichosos los que lloráis… Claro que Jesús se opuso a la injusticia y la
marginación. Tampoco dejó la solución para el más allá. Esas contradicciones y
contrastes son aldabonazos para hacernos pensar. ¿De verdad las riquezas nos
van a hacer felices? ¿Es la desgracia la última palabra o importa más la
actitud que adoptemos ante ella? La riqueza y la pobreza no es mala en sí, sino
la actitud que adoptemos ante ella. (El
fariseo rico Zaqueo que invitó a Jesús en su casa y después de esta experiencia
repartió la mitad de sus bienes entre los pobres)
Jesús no dice sois bienaventurados
porque habrá un revés, una alternancia, os haréis ricos. No. El plan de Dios es
más profundo. El mundo no será mejorado por aquellos que han acumulado la mayor
cantidad de dinero. El verdadero problema del mundo no es la pobreza, es la
riqueza. Pobreza significa libertad del corazón de las posesiones; libertad
como paz con las cosas, paz con la tierra, fuente de cualquier otra paz. El
rico, en cambio, es un hombre siempre en guerra con los elementos, un violento,
un usurpador, el primer sujeto del desorden en el mundo. No son los pobres los
culpables del desorden, la pobreza no es el mal que hay que combatir; el mal
que hay que combatir es la riqueza.
Mirad lo que sucede con
los países ricos consumimos las fuentes de energía, no hay posibilidad de pan
para todos, y la inmensa población mundial no tiene lo suficiente. Hay que
declarar la lucha contra el hambre, ahora y siempre. Este año el lema de la
campaña de manos unidas bien muy a propósito: “Nuestra indiferencia los condena
al olvido”. Colaboremos con ellos para intentar paliar tanto dolor y
tanta exclusión.
Las bienaventuranzas
son el corazón del anuncio de Jesús: son la buena noticia de que Dios da vida a
quien produce amor, Dios da alegría a quien construye la paz. En ellos está el
principio de la curación del corazón, de modo que el corazón curado es el
principio de la curación del mundo.
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