SABADO SANTO - SOLEDAD Y DOLOR
Descolgado el cuerpo de Jesús, María recibe en sus brazos,
los brazos heridos de su hijo, de su adorado Hijo, de su pequeño Jesús.
Solitaria queda la cruz, erguida, clavada en el Calvario.
Y allí está ella, SOLA, al pie de la cruz, acompañada de
Juan, convertido en hijo de María por las Palabras de Jesús.
Madre...si pero que ¡Que Madre y que Hijo! Madre del
Redentor, Madre Compasiva, Madre Tierna, rota por el dolor desgarrador. Y ella
meditando en su corazón todo el sufrimiento vivido por su Hijo. Digna, de pie.
Dice S. Ambrosio “no representéis a María desmayada ni sollozando”- Aquella
joven de gran fe, que se fió plenamente de Dios cuando recibió el anuncio de su
especial maternidad, la misma divinidad del Padre que le había otorgado la
maternidad, le daba fuerzas para soportar el dolor desgarrador. ¿Qué sentiría
al pie de la cruz viendo morir a su hijo?
Acompañamos a María en estas horas, donde el corazón de
Nuestra Madre está desgarrado, rasgado de dolor, traspasado como por espadas,
rota de dolor pero erguida, firme y fuerte.
La unión indisoluble de tu corazón con el corazón de Jesús,
queda revelada para toda la eternidad.
Todo parece acabado... y todo lo guardaste silenciosamente
en tu corazón...Permanezcamos CON ELLA Y POR ELLA a su lado.
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