miércoles, 4 de noviembre de 2020


ADORACIÓN EUCARISTICA

 

LLAMA DE AMOR VIVA

Una llama para los que buscan en la noche

 

¿Por qué tenemos miedo, si nada es imposible para Ti?

Hombre es amor, y Dios habita dentro de ese pecho y profundo, en él se acalla” (Dámaso Alonso).

En esta tarde ante el santísimo sacramento le pedimos al Señor que cierre nuestros oídos a toda falsedad y nuestros labios, a palabras mentirosas. Que Él abra nuestro corazón a todo lo que es bueno, que nuestro espíritu se llene de bendiciones y las derrame a nuestro paso.

Nos hacemos preguntas y buscamos sentido a la vida; no nos asusta porque solo quien hace preguntas acoge con alegría las respuestas. Muchas veces nadamos contracorriente, como peces que buscan aguas frescas. 

Muchas personas buscan tener experiencia de Dios. Por eso es necesario que les ayudemos a encontrarse con Dios. Muchos han perdido el rastro de Dios y esperan que alguien, con la palabra viva de la vida, pueda decirles: “Dios existe, yo lo he encontrado”. Muchos, que solo conocen lo útil y lo rentable, tienen hambre de encontrarse con la gratuidad. Muchos desconocen que su interioridad puede ser lugar para la escucha de este Dios que habla en el silencio interior de cada uno.

“El hombre europeo, lejos de su origen, con las entrañas cerradas, opacas y confusas, se ha hecho un desalmado. Oscuridad del corazón que le desorienta y le hace andar perdido” (María Zambrano).

Como una hoguera encendida en medio del campo que invita a los peregrinos a que se acerquen y calienten su cuerpo aterido por el frío, así ofrece Jesús su experiencia de Dios, para dar calor y luz a quien lo busque. Toda experiencia de Dios aspira a ser comunicada. “Lo que gratis habéis recibido dadlo gratis” (Mt 10,8). “Se educa mucho con lo que se dice, más con lo que se hace, mucho más con lo que se es” (San Ignacio de Antioquia).

Queremos que ese fuego que Jesús prendió en nuestro interior se convierta en amor real, concreto, palpable. Nuestra llama es fruto de una llama verdadera y autentica, la de Jesús. En esta tarde queremos mantenerla siempre viva y encendida en Él que es el Amor verdadero y único. Quien posee esta llama en su corazón, habla desde dentro, desde la experiencia de este amor. No habla de oídas. La persona está transformada en fuego de amor.

Solo es necesario una cierta comunión previa que le permita admirarse, creer, perder miedo a Dios y confiar. No es una tarea que reclame una acción inmediata, que señale prácticas concretas y conductas deseables o recomendables. Al contrario, todo se realiza de una manera paulatina y contagiosa. No existe sensación alguna de proceso ni de cambio, no hay vértigo. Todo se identifica con una exclamación admirativa de paz y sosiego. La actitud de sorpresa se mantiene. Rompe las lógicas, a las que somos tan dados muchos al hablar e intentar vivir el camino cristiano. Es como el agua del rio que va bajando majestuosamente hasta su lugar de destino, el mar.

Hay una experiencia vital y central de Dios que proviene de la enfermedad grave, donde el enfermo y los que le rodean tienen que respirar muy hondo para poder superar esta etapa. “Dios, en verdad, es el único que sabe de la vida en plenitud. Una comparación: el sol lo único que produce es luz; si hay sombra, no viene del sol, sino de algo que se interpone. Así con Dios: lo único que produce es vida; todo lo que frena o debilita la vida viene de otro lado, de nuestra propia debilidad, de nuestro propio pecado, de nuestra propia limitación. Y Dios lo que hace es confirmar nuestra debilidad para siempre con su fuerza resucitadora. La enfermedad me ha hecho más humano” (Eso escribió Carlos Bravo, tras una operación de un tumor cerebral).

 

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