2020 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXIV
“No te digo hasta siete
veces, sino hasta setenta veces siete”, es decir, siempre.
La única medida del
perdón es perdonar sin medida. Porque el evangelio de Jesús es noticia gozosa y
alegre de que el amor de Dios no tiene medida, es abundante, generoso y
exagerado.
Jesús nos cuenta la
parábola de los dos deudores. El primero debía a su señor una cantidad
desorbitada, casi impagable y le suplicaba. El rey tuvo compasión, no es el
campeón del derecho y de la ley sino de la compasión. Siente como suyo el dolor
del siervo, y es que el dolor pesa tanto… Pero apenas recibió la condonación de
la gran deuda, al salir se encontró con un compañero, siervo como él. No pasó
una semana, ni un día, sino apenas salió de la casa del señor, apenas liberado
y experimentar como era el corazón del rey, “lo agarró, lo estrangulaba
diciendo: págame lo que me debes”. Era una nadería en comparación de su deuda
perdonada. Este siervo malvado solo exige lo que es de justicia, quiere cobrar
la deuda. Es
justo pero despiadado, cruel.
La justicia humana es
dar a cada uno lo que es suyo. Pero Jesús nos propone la lógica de Dios,
aquella que excede en todo: perdona setenta veces siete, amar a los enemigos,
poner la otra mejilla, dar sin medida, es el perfume de nardo por 300 denarios.
El perdón no pertenece al
mundo del instinto, sino al mundo de la decisión. Yo decido vivir perdonando y
asumo sus consecuencias. Perdonar significa deshacer nudos, dejar andar con libertad;
creer en el otro, mirar no a su pasado sino a su futuro.
Así hace Dios que nos
perdona no como un desmemoriado, sino como el gran liberador que es, hasta la
medida que trastoca nuestros números y nuestra lógica. El Señor nos exhorta a
perdonar siempre, sin límites. El perdón al hermano que nos ha ofendido puede
ser una buena manera de servir al Señor.
Por tanto, el perdón no
tiene límites, puesto que hay que perdonar siempre y en toda circunstancia. No
es fácil el perdón, como tampoco es fácil el amor. Pero hace feliz. El
auténtico amor y el auténtico perdón son gratuitos. El perdón no es un favor
que hacemos al ofensor, es un bien que nos hacemos a nosotros. El primer
beneficiario del perdón es el que perdona.
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