miércoles, 16 de septiembre de 2020


ADORACIÓN EUCARÍSTICA

AL PIE DE LA CRUZ

 

Ayer celebramos la fiesta de María dolorosa, al pie de la cruz y el día anterior la Exaltación de la santa Cruz. Hoy queremos, delante del santísimo, meditar sobre el dolor y la cruz.

Estamos en un mundo donde el dolor no es extraño para nadie. También el grito de cansancio y sufrimiento de la humanidad no es extraño para Dios Padre, porque Jesús, el Hijo, está presente en tantos de nuestros hermanos y hermanas que sufren como él. 

Jesús es el gran Paciente del dolor humano y su corazón abierto está siempre dispuesto a acogernos y darnos su amor. Recemos en esta adoración, para que los que sufren encuentren caminos de vida, dejándose tocar por el Corazón de Jesús.

Mateo 11, 28-30: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.

“Venid a mí”. Dirigiéndose a aquellos que están cansados ​​y oprimidos, se trata de aquellos que no pueden depender de sus propios medios o de amistades importantes. Sólo pueden confiar en Dios, conscientes de su condición humilde y pequeña, saben que dependen de la misericordia del Señor. En la invitación de Jesús finalmente encuentran una respuesta a su expectativa: al convertirse en sus discípulos reciben la promesa de encontrar un refrigerio para toda la vida. 

"Tomad mi yugo". La imagen del yugo indica el estrecho vínculo que une al pueblo con Dios. Jesús coloca su yugo sobre sus discípulos, quiere enseñarles que descubrirán la voluntad de Dios a través de su persona: a través de Jesús, no a través de leyes frías y prescripciones que Jesús mismo condena. Al recibir el "yugo de Jesús", cada discípulo entra así en comunión con él y se hace partícipe del misterio de su cruz y de su destino de salvación. 

"Aprended de mí". Jesús ofrece a sus discípulos un camino de conocimiento e imitación. Jesús no es un maestro que impone severamente a los demás, cargas que no soporta. Se dirige hacia los humildes, los pequeños, los pobres, los necesitados porque él mismo se hizo pequeño y humilde. 

En esta tarde queremos reconocer que también para nosotros hay momentos de cansancio y decepción. Por eso recordemos estas palabras del Señor, que tanto consuelo nos dan y nos hacen comprender si ponemos nuestras fuerzas al servicio del bien. De hecho, a veces nuestro cansancio se debe a haber puesto fe en cosas que no son lo esencial, porque nos hemos alejado de lo que realmente vale la pena en la vida. El Señor nos enseña a no tener miedo de seguirlo, porque la esperanza que depositamos en él no se verá defraudada. Vivir en la misericordia para ser instrumentos de la misericordia: vivir en la misericordia es sentir necesidad de la misericordia de Jesús, y cuando nos sentimos necesitados del perdón, del consuelo, aprendemos a ser misericordiosos con los demás. Mantener la mirada fija en el Hijo de Dios nos hace comprender cuánto nos queda por recorrer; pero al mismo tiempo nos da la alegría de saber que estamos caminando con él y nunca estamos solos. 

Aprende de mi corazón. Cristo se aprende aprendiendo su corazón, es decir, el camino de amar. El corazón no es un maestro entre otros, es "el" maestro de la vida. Así comienza el discipulado del corazón, para nosotros, discípulos sabios y eruditos, que corremos el riesgo de quedarnos analfabetos de corazón. Burócratas de las reglas y analfabetos de corazón. 

Dios no es un concepto, no es una regla ni una disciplina, es el corazón dulce y fuerte de la vida. Y encontraremos un refrigerio. El refrigerio de la existencia es un corazón manso, sin violencia y sin engaños, una criatura en paz y sin presunción, que difunde una sensación de frescura en el calor de la vida. Mi yugo es dulce y mi peso ligero. ¿Cómo puede el yugo ser un ideal para el hombre moderno, celoso de hasta la más mínima porción de libertad, para el hombre que en el último siglo ha luchado precisamente por sacudirse todos los yugos? Pero amar a Dios con todo el corazón es universal; Amar al prójimo como a uno mismo es amarlo como Jesús lo ama, con el corazón manso y humilde del único que es Hijo y hermano. 

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