ADORACION EUCARISTICA
De nuevo nos
encontramos delante de ti Señor, para esta un tiempo contigo, para saborear tu
presencia y tu delicada mirada. Tu solo sabes mirar en lo profundo del alma,
más allá de nosotros mismos y de nuestros prejuicios.
Queremos depositar
toda nuestra confianza en ti y que cada día aumente y crezca para poder un día
dejarnos caer en tus manos y que solo tu sostengas nuestras vidas y les des
apoyo y sentido.
EL ALPINISTA
Cuentan que un
día, un alpinista de alto riesgo, ambicioso y desesperado, desde siempre, por
conquistar la gran montaña del Everest, se lanzó a realizar su cometido. Siempre
se creyó capaz de obtener la gloria de manera muy personal, por sí solo; así
que optó por escalar la peligrosa montaña sin compañeros de aventura. Así
inició su travesía, luego de varios años de preparación física y mental.
Comenzó a
escalar a media mañana y sin darse cuenta se fue haciendo tarde, el frío se
acrecentaba aún más, luego llegó el anochecer y en vez de acampar, como hubiera
hecho cualquier experto sensato y no ávido de triunfo y gloria, decidió seguir
subiendo y subiendo; entretanto la oscuridad se volvió total, pero no
importaba, su única meta era la cima, y continuó escalando.
En lo profundo
de la noche, ya sin luna, a gran altura, entre él, la montaña y las pesadas
nubes que tocaban su cuerpo, la visibilidad era inexistente. Siguió subiendo
por un acantilado, a casi 100mts. Al llegar a la cima, imprevistamente, resbaló
con un charco de hielo y se desplomó por los aires, como un objeto arrojado al
vacío, vertiginosamente y a gran velocidad; solo se cruzaban a su paso oscuras
manchas que veía, como una película, entre la oscuridad. Sin poder aferrarse a
nada era succionado aceleradamente por la gravedad. Seguía cayendo, resignado y
espantado, y en ese momento interminable, mortal, en su mente se despertaron
las imágenes de su pasado: la infancia, la adolescencia, su adultez, su
familia, sus gratos momentos, todo lo vivido; creyendo al fin que era su hora,
que ya moría…de repente un violento tirón, que casi lo parte en dos; sí, como
cualquier alpinista hubiera hecho, había clavado en la pared montañosa las
estacas de seguridad con candados agarrados a una larguísima soga que amarraba
su cintura.
Era un momento
de calma y quietud, temblando de miedo y frío, suspendido en el aire con un
movimiento pendular, de repente, gritó:
“Ayúdame, Dios
mío”
Y de pronto
una voz grave y refulgente emergió de la oscuridad, y dijo:
- “¿Qué
quieres que haga, hijo?”
- “Sálvame,
Dios mío”, dijo el alpinista.
- ¿Realmente
crees que puedo salvarte, hijo?
- “Por
supuesto que sí, Señor”
- “Entonces,
dijo la imperante voz, corta la cuerda que te sostiene…”
Instantáneamente
un silencio sepulcral invadió la montaña y sus alrededores; y el alpinista de
alto riesgo se aferró aún más a la larga soga, hasta herir las palmas de sus
manos; y exhausto, en el vaivén, se quedó reflexionando profundamente…
Cuentan que
cuando el equipo de rescate llegó al lugar, al amanecer, hallaron colgado a un
experto alpinista, congelado, agarrado con fuerza de una soga, y ya muerto…A
SOLO DOS METROS DEL SUELO.
Muchas veces
la vida nos zarandea y nos deja colgados de la realidad. Confiemos y cortemos
la cuerda, Dios está ahí a nuestro lado para sostenernos. ¿A qué distancia creemos
que estamos del suelo? ¿por qué no la sueltas? Cree y confía.
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