sábado, 28 de noviembre de 2020
2020 AÑO B TIEMPO DE ADVIENTO I
El Adviento es tiempo de preparación para la Navidad. Recordamos que Dios se encarnó en Jesús de Nazaret y por eso se llamó Enmanuel: “Dios con nosotros”. Dios no tiene tiempos. Es presente eterno. Nosotros llamados a vivir esta realidad, aunque nos cueste vivirlo. No dejemos pasar la oportunidad para revisar nuestro estilo de vida.
El Adviento es como una puerta que se abre, un
horizonte que se ensancha, una grieta en el techo, un puñado de luz. No para deslumbrarnos, sino para despertarnos. Empujar
hacia arriba siempre.
Isaías lucha, en nuestro nombre, contra el retraso
de Dios: vuelve por amor a tus siervos... que se abran los cielos y desciende. No es el ser humano el que tiene que subir
al cielo, es el Señor el que desciende, él viene por todos los caminos, un
peregrino sin hogar que lo busca dentro de mí. Isaías le pide a Dios que se
vuelva hacia nosotros: regresar, desgarrar los cielos, descender: convertirse a
sus criaturas.
El Adviento no solo pretende recordar la venida del
Señor, sino también prepararnos para el encuentro final con Él. Al hablar del
fin del mundo, acontecerá en nuestra propia muerte. Hay que esperar ese momento
con paz y serenidad, porque precisamente entonces Dios se nos hará más presente
que nunca. Dios nos acogerá con un amor como no hay otro, nos abrazará para no
soltarnos nunca de sus manos.
"Las
cosas más importantes no son para ser buscadas, son para ser esperadas"
(S. Weil). A nosotros nos parece poco, porque queremos ser activos, hacer cosas,
construir, determinar eventos. En cambio, Dios no se conquista, sino que se espera,
se acoge. En el Evangelio de este domingo Jesús no se cansa de repetir el
estribillo con dos actitudes: estar atentos
y vigilantes.
- La atención
tiene la misma raíz que la espera: es una actitud... Todos hemos conocido días opacos; momentos de vida
distraída, hacer una cosa y tener la cabeza en otro sitio; conocer a una
persona y no recordar el color de sus ojos; caminar por la tierra y pisotear
los tesoros de su belleza. Distraídos. El
amor es atención. La atención es ya una forma de oración, y es la gramática
elemental la que salva mi vida interior.
- La segunda
actitud: Vigilar. No permitas que nadie se duerma o te compre. Vigila los
primeros pasos de la paz, de la luz del amanecer, o al final del túnel de esta
pandemia. Vigila y vigila todos los brotes,
todo lo que nace y brota trae una caricia y una palabra de Dios.
El camino que nosotros estamos llamados a recorrer
en este tiempo de adviento y siempre es Hablar,
saber, hacer:
Hablar
palabras positivas, palabras de reconciliación, palabras que unan y no dividan.
Saber
que
todos somos hijos de Dios, que Dios ama a todos con todo su amor, y quiere para
cada uno un presente y un futuro lleno de vida.
Y
hacer, o sea cuidar unos de otros, cuidar la tierra que
nos sustenta, cuidar de los más necesitados.
miércoles, 25 de noviembre de 2020
2020 MEDITACION EUCARISTICA.
ESCUCHAR PARA VER
“En aquel tiempo, mientras Jesús salía de Jericó
acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Bartimeo, un
mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de
Nazaret, se puso a gritar. ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos le
increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten
compasión de mí! Jesús se paró y dijo: llamadle. Llaman al ciego diciéndole:
¡Ánimo, levántate! Te llama. Y él agarrando el manto, dio un brinco y vino
donde Jesús. Jesús dirigiéndose a él, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El
ciego le dijo: Rabbuni, ¡que vea! Jesús le dijo: Vete tu fe te ha salvado. Y al
instante recobró la vista y le seguía por el camino”. (Me 10, 46-52).
El
pasaje subrayaba tres pasos fundamentales para el camino de la fe:
Escuchar:
Bartimeo
está ciego y no hay quién lo escuche. Está abandonado. Clama al Maestro, pero
la gente le dice que se calle y no moleste. Jesús, en cambio se para y lo escucha.
Al contrario de lo que piensan sus discípulos, para Jesús, el grito del que
pide ayuda no es algo molesto que dificulta el camino, sino una pregunta vital.
¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida!
Escuchar
con amor, con paciencia, como lo hace Dios con nosotros, aunque a veces seamos
repetitivos. Dios nunca se cansa, siempre se alegra cuando lo buscamos.
Hacerse prójimos:
Jesús
se encuentra con Bartimeo y le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? No basta
hablar, hay que hacer. Dios se implica en primera persona con un amor de predilección
por cada uno de nosotros. Así la fe brota en la vida. Si la fe se queda solo en
la doctrina, podrá llegar a la cabeza, pero nunca al corazón. La fe es vida:
vivir el amor de Dios que ha cambiado nuestra existencia. La proximidad a los
hermanos es la única puerta para transmitir el corazón de la fe.
En
Jesús de Nazaret, Dios se hizo prójimo de cada uno de nosotros. Y cuando por
amor a Él también nosotros le hacemos prójimos de los demás, nos convertimos en
portadores de nueva vida, no en maestros, sino en testigos del amor que salva.
Testimoniar:
Como
Bartimeo, son muchos los hombres que buscan la luz de la vida. Buscan un amor
verdadero. Son pocos los que interesan de verdad por ellos. No podemos esperar
a que llamen a nuestras puertas; tenemos ir donde están ellos. Jesús nos envía,
como a aquellos discípulos, para animar y levantar en su nombre.
No
se trata de adoctrinar, convencer ni ofrecer recetas fáciles. Se trata de acercarse
al que está caído, ayudarlo a levantarse para que vuelva a ver. La fe que salvó
a Bartimeo no estaba en la claridad de sus ideas sobre Dios, sino en buscarlo,
en querer encontrarlo. La fe es una cuestión de encuentro, no de teoría. En el
encuentro Jesús pasa, en el encuentro palpita el corazón de la Iglesia.
Entonces lo que será eficaz es nuestro testimonio de vida, no nuestros
sermones.
Recordemos
que Jesús no hizo ningún gesto especial para devolver la vista a Bartimeo. Todo
fue mucho más sencillo y más profundo. A aquel a quien nadie escuchaba, Jesús
se paró a escuchar. Bartimeo escuchó a Jesús y vio. No hubo nada que hiciera
que aquello pareciera un acto de magia. Hubo humanidad, hubo escucha.
Señor
Jesús en un mundo que tantas veces camina oscuras, solo hay un camino para
recobrar la vista: escuchar, escucharse mutuamente. Ayúdanos a ser escucha para
los otros y para Dios.
Y
esa es nuestra tarea: hacer que el oído y la voz amorosa de Dios llegue a todo
hombre y mujer del mundo. Seamos personas de escucha sincera y desinteresada.
sábado, 21 de noviembre de 2020
2020 AÑO A
JESUCRISTO REY DEL
UNIVERSO
La fiesta de hoy no pretende echar las campanas al vuelo y ceremonias deslumbrantes. Hablan de lo bien que Cristo Rey se porta con nosotros y de la respuesta que espera de nuestra parte.
La primera lectura del
profeta nos trae la imagen del pastor
para hablar del rey. Simboliza la preocupación y el sacrificio por su pueblo,
como la de un pastor por su rebaño:
1. Como Rey-pastor, buscará a sus ovejas, las cuidará, etc. Es
interesante advertir la cantidad de acciones que subrayan su amor e interés:
seguirá el rastro de sus ovejas, las librará, apacentará, las hará sestear,
buscará, recogerá, vendará a las heridas, curará a las enfermas. Cristo
Rey-pastor: lo caracteriza su cercanía y entrega plena a todos nosotros.
2. Como Rey-juez, juzgará a su rebaño, defendiendo a las ovejas y
salvándolas de los machos cabríos (ya sabemos cómo llamamos en España a los que
se portan mal con la gente).
El evangelio no se
centra en el triunfo de Cristo, que da por supuesto, sino en la conducta que
debemos tener para participar de su Reino.
- El Juicio Final lo lleva a cabo no Dios,
sino el Hijo del Hombre, Jesús. Él es quien se sienta en el trono real y el que
actúa como rey, premiando y castigando.
- Los criterios para premiar o condenar se
orientan exclusivamente en la línea de preocupación por los más débiles: los que tienen hambre, sed,
son extranjeros, están desnudos, enfermos o en la cárcel. Otras cosas a las que
a veces damos tanta importancia (creencias, prácticas religiosas, vida de
oración...) ni siquiera se mencionan.
- La novedad absoluta del planteamiento de
Jesús es la identificación total con
todos los necesitados. Algo tan sorprendente que extraña por igual a los
condenados y a los salvados. Ninguno de ellos ha actuado o dejado de actuar
pensando en Jesús.
El juicio universal es una escena poderosa y
dramática, es la revelación de lo que queda cuando no queda nada: EL AMOR. Jesús establece un vínculo tan estrecho entre él y
los hombres que se identifica con ellos: ¡tú me lo hiciste! Los pobres y
necesitados son cuerpo y carne de Dios.
Es necesario enamorarse
de este Dios que está enamorado y necesitado, mendigando pan y hogar, que no
busca veneración para sí mismo, sino para sus seres queridos. Nos quiere a todos saciados, vestidos,
curados, acompañados, liberados. Y mientras sufra uno solo, él también lo
hará.
El sujeto del juicio no es el mal, sino el bien. La medida del hombre y de Dios es el bien, la luz.
Se mide la bondad; no pesan toda mi vida, sino sólo la parte buena de ella. En el
atardecer de la vida seremos juzgados sólo por el amor (San Juan de la Cruz). El Señor no me mirará a
mí, sino a mi alrededor, a los que he cuidado.
“No hicieron daño a los pobres, no los humillaron,
simplemente no hicieron nada. Corazones indiferentes, distantes, ausentes, que
no saben llorar ni abrazar, vivos y ya muertos” (C. Péguy).
miércoles, 18 de noviembre de 2020
MEDITACIÓN EUCARISTICA: SUBLIME IMPROVISACIÓN
Después se sienta y lentamente pone las muletas
sobre el suelo, abre los broches de las abrazaderas en sus piernas, recoge un
pie y extiende el otro hacia adelante. Después se inclina y recoge el violín,
lo pone bajo su barbilla, hace señas al Director y procede a tocar.
Hasta ahora, la audiencia ya estaba acostumbrada a
este ritual. Permanecían respetuosamente en silencio hasta que él estuviera
listo para tocar; pero esta vez, algo ocurrió. Justo cuando él terminaba de
tocar sus primeras notas, una cuerda de su violín se rompió. Se pudo escuchar
el ruido en toda la sala. Salió disparada como una bala. No había duda de lo
que ese sonido significaba. No había duda de lo que él tendría que hacer.
Los que estaban ahí esa noche tal vez pensaron:
"Ahora, él va a tener que ponerse de pie, abrocharse las abrazaderas,
recoger las muletas, y salirse del escenario para encontrar otro violín u otra
cuerda."
Pero no fue así. En su lugar, el esperó un momento,
cerró sus ojos y después hizo señas al Director para empezar a tocar. La
orquesta empezó y él tocó desde donde había parado. El tocó con tanta pasión,
con tanto poder y con una claridad que nunca antes nadie lo había escuchado.
Todos saben que es imposible tocar una obra sinfónica
con sólo tres cuerdas, pero esa noche Itzhak Perlman rehusó a saberlo. Uno
podía observar como modulaba, cambiaba y recomponía esa pieza en su cabeza.
Sonaba como si él estuviera redescubriendo la mejor combinación de sólo tres
cuerdas, dando la impresión de que no faltaba ninguna.
Cuando él terminó, se hizo un silencio impresionante
en el salón. Después, la gente se levantó y lo aclamó. Había una explosión de
aplausos desde cada rincón del auditorio. Todos estaban de pie, gritando y
aclamando, haciendo todo lo posible para mostrar cuánto apreciaban lo que él
había conseguido.
Él sonrió, se secó el sudor de sus cejas, alzó su
arco para callarnos, y después dijo, no presumidamente, pero en un tono tranquilo,
pensativo, y reverente: "¿Saben ustedes que algunas veces la tarea del
artista es la de averiguar cuanta música podemos producir con lo que nos queda?"
Señor Jesús,
en esta tarde delante de la custodia queremos ofrecerte no solo aquello que
somos sino aquello que nos queda. La frase que pronunció ese músico es una frase
tan poderosa. ¿Y quién sabe? Tal vez esa
sea la definición de la vida, no sólo para los artistas sino para todos
nosotros. Este hombre se ha preparado durante toda su vida para producir música
con un violín de cuatro cuerdas. Sin embargo, se encuentra un buen día de
repente, en medio de un concierto, con sólo tres cuerdas; y entonces produce
música con tres cuerdas, y la música que él produjo esa noche era más bonita y
más memorable que cualquier otra que él haya producido con cuatro cuerdas.
Quizá, tal vez,
esa sea nuestra tarea en este mundo inestable, cambiante, y perplejo en el que
vivimos y es la de producir música, primero con lo que tenemos, y después,
cuando esto ya no sea posible, producir música con lo que nos queda.
Somos retazos
y pedacitos de ese Dios amor que nos quiere y nos ama con locura y que dejó en
nuestros corazones signos de su presencia, de su ser. Él quiere que sigamos
tocando, que sigamos viviendo con lo que tenemos y cuando ya no tengamos nada
pues que vivamos con lo que nos queda y siempre nos quedará su amor gratuito,
personal, misericordioso y tierno.
lunes, 16 de noviembre de 2020
HAY DOS CLASES DE PERSONAS
Los que pasan su vida soñando
y los que dan vida a sus sueños.
Los que sueñan con logros y los
que logran sus sueños.
Los que siguen las huellas y los
que las dejaron
Los que ven para poder creer y
los que creen antes de ver.
Los que te pisan al subir y los
que suben a ayudar.
Los que te dan confianza y los
que te la quitan.
Los que dan sin pedir a cambio y
los que te piden el cambio.
Los que escogen una de dos y los
que toman las dos.
Los que se asoman por la ventana
y los que salen por ella.
Los que nacen, se reproducen y mueren y los que nacen,
producen y nunca mueren
Marco Tulio
domingo, 15 de noviembre de 2020
2020 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXXIII
La parábola de hoy habla de nuestras posibilidades y
su desarrollo. Según ella, Dios ha dado a cada ser humano diversidad de
talentos “conforme a su capacidad”. Y nos lo ha dado para que los explotemos y
multipliquemos. Somos seres inacabados, evolutivos, sociales, abiertos y en
proceso de desarrollo hacia nuestra plenitud.
El Evangelio está lleno de una teología muy simple,
la del crecimiento, la de los comienzos que deben florecer. Depende de nosotros
hacer el trabajo paciente e inteligente de los que cuidan los bienes y los
talentos.
El maestro, que es Dios, entrega algo, confía una
tarea y abandona la escena. Nos entrega el mundo a nosotros, con pocas
instrucciones y mucha libertad. Sólo una regla fundamental, la que se le dio a
Adán: cultivar y guardar, amar y multiplicar la vida.
La parábola de los talentos es una exhortación apremiante
a tener más miedo de permanecer inerte e inmóvil, como el tercer servidor, que
de cometer errores. El miedo nos hace perdedores en la vida: ¡cuántas veces
hemos renunciado a ganar sólo por miedo a terminar derrotados!
La pedagogía del Evangelio nos acompaña en cambio a
dar tres pasos fundamentales para el crecimiento humano: no tener miedo, no tener miedo, liberarnos de miedo. Sobre todo, del
miedo a Dios.
Si leemos con atención la parábola, descubrimos que
Dios no es un recaudador de impuestos, un contador que quiere recuperar sus
talentos con intereses.
Dice: “Bien,
siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo
importante; entra en el gozo de tu señor”. Lo que los siervos han logrado
permanece con ellos, pero se multiplica. Los sirvientes van a devolver, y Dios
devuelve: y este crecimiento, este aumento de la vida es exactamente la buena
noticia. Esta espiral de amor que se expande es la energía secreta de todo lo
que vive, y que tiene su fuente en el buen corazón de Dios. Todo es un añadir de vida.
No hay tiranía, no hay capitalismo de la cantidad,
no hay un número fijo al que llegar: porque el que entrega diez talentos no es
mejor que el que trae cuatro. Hay que caminar con fidelidad a ti mismo, a lo
que has recibido, a lo que sabes hacer, allí donde la vida te ha puesto, fiel a
tu verdad, sin máscaras ni miedos. La
balanza de Dios no es cuantitativa, sino cualitativa.
Detrás de la imagen de los talentos no sólo están los
dones de la inteligencia, del corazón, del carácter, de mis habilidades. Está
la Madre Tierra y todas las criaturas puestas en nuestro camino, son regalos
del cielo para mí. Cada uno es un talento de Dios para los demás.
Poema de la
Madre Teresa de Calcuta
Enseñarás a
volar, pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a
soñar, pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a
vivir, pero no vivirán tu vida.
Sin embargo...en
cada vuelo, en cada vida, en cada sueño,
perdurará
siempre la huella del camino enseñado.
miércoles, 11 de noviembre de 2020
MEDITACIÓN EUCARISTICA: ESCONDER LA FELICIDAD
En el principio de los tiempos, se reunieron varios
demonios para hacer una maldad. Uno de ellos dijo: "Debemos quitarles algo
a los hombres, pero, ¿qué les quitamos?".
Después de mucho pensar uno dijo: "¡Ya sé!,
vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para
que no la puedan encontrar". Propuso el primero: "Vamos a esconderla
en la cima del monte más alto del mundo", a lo que inmediatamente repuso
otro: "No, recuerda que tienen fuerza. Alguna vez, alguien puede subir y
encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está".
Luego propuso otro: "Entonces vamos a
esconderla en el fondo del mar", y otro contestó: "No, recuerda que
tienen curiosidad. Alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar
y entonces la encontrará".
Uno más dijo: "Escondámosla en un planeta
lejano a la Tierra". Y le dijeron: "No, recuerda que tienen
inteligencia y un día, alguien construirá una nave en la que pueda viajar a
otros planetas y la descubrirá, y entonces todos tendrán felicidad".
El último de ellos era un demonio que había
permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de
los demás. Analizó cada una de ellas y entonces dijo: "Creo saber donde
ponerla para que realmente nunca la encuentren".
Todos se giraron asombrados y preguntaron al mismo
tiempo: "¿Dónde?". El demonio respondió: "La esconderemos dentro
de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la
encontrarán".
Todos estuvieron de acuerdo y desde entonces ha sido
así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la lleva
consigo.
En esta tarde
Señor sacramentado, queremos meditar sobre la felicidad, no cualquiera sino
aquella que tú quieres, aquella que desde la creación Dios colocó en nuestros
corazones. Podemos concluir que la felicidad es una actitud que podemos asumir
conscientemente, una decisión que tomamos como personas. La felicidad es una
cualidad del hecho de estar en armonía con uno mismo, con los demás y con Dios;
un sentimiento que en vez de buscar debemos saber vivir y disfrutar. La
felicidad es un estado emocional y, como tal, viene de dentro. Esto no lo
debemos dudar nunca. Hay muchas circunstancias en la vida, pero uno puede ser
feliz sencillamente estando con uno mismo, sin tener necesidad de nada más.
Hay muchas
cosas que consiguen acercarnos a la felicidad. Hay muchas de ellas que provienen
del exterior: la vida con la pareja, tener una gran familia con quien compartir
buenos momentos, sacar buenas notas en la universidad, trabajar en lo que me
gusta, tener buenas y bonitas amistades, etc… y seguro que muchas más.
Ya sea a nivel
personal, familiar o de trabajo, cuando uno piensa y hace lo que siente puede llegar
a ser feliz.
Aprendamos de
Jesús, Él siempre prefiere la salud, la integración, el bienestar, la
liberación de otras personas que implica la recuperación de una dignidad
injustamente arrebatada. Jesús parece ser feliz cuando puede hacer felices a
otros. En esta actividad desarrolla sus potencialidades y va realizando sus
objetivos existenciales y religiosos.
La generosidad
beneficia a la misma persona generosa. El amor y la fe redundan en quien ama y
cree. El desbordamiento sin cálculos deja desbordado al propio actor.
Cuando aquella
mujer derrama el perfume de nardo en los pies de Jesús y su aroma impregnó toda
la casa, hizo con su gesto generoso y gratuito que Jesús disfrutara del momento
y sus pies impregnados del perfume y los cabellos de la mujer, anticipan la
felicidad plena de la Pascua. El relato presenta una nueva modalidad de acceder
a la felicidad. Si yo te hago feliz, yo soy feliz.
Enséñanos
Señor a hacer felices a los demás y ahí en el servicio descubriremos el secreto
de la felicidad y de la vida.
Este se
descubre poco a poco, avanzando y recorriendo el camino de la felicidad. Iremos
avanzando hacía el sitio dónde queremos, algo que seguro que nos va a hacer
felices… tanto si llegamos a buen puerto como si no, al menos habremos
disfrutado del proceso.
sábado, 7 de noviembre de 2020
2020 AÑO A
TIEMPO ORDINARIO XXXII
Las lecturas de hoy nos
invitan a estar vigilantes, con las lámparas encendidas ante la inminente
llegada del Señor. Él está con nosotros, pero la hora de su llegada no la
sabemos. Se nos invita a no bajar la vigilancia, pues podemos perder de vista a
este Dios que se manifiesta en los distintos acontecimientos de nuestra vida.
La historia de esta
parábola es hermosa, afirma que el Reino de Dios es similar a diez muchachas
que desafían la noche, armadas sólo con una pequeña luz. Casi nada. Para
conocer a alguien.
El Reino de los Cielos
se parece a diez lucecitas en la noche, a las personas valientes que salen a
las calles y se atreven a desafiar la oscuridad; pero tienen la expectativa en
sus corazones, porque están esperando a alguien, un poco de amor de la vida, el
esplendor de un abrazo al final de la noche. Todas se durmieron, las necias y
las prudentes. Porque el cansancio de vivir, el cansancio de atravesar la
noche, nos lleva a todos a momentos de abandono, de somnolencia, tal vez a
renunciar.
La parábola nos
reconforta y nos dice que una voz siempre nos despertará, Dios es un
despertador de vidas. No importa si te duermes, si estás cansado, si la espera
es larga y la fe parece marchitarse. Una voz vendrá en lo más alto de la noche,
justo cuando sientas que ya no puedes continuar más.
El punto importante es
el aceite de las lámparas que termina. Al final la parábola nos pone en la
disyuntiva: una vida aburrida o una vida ardiente, por eso necesitamos una
reserva de aceite. Las «sensatas» llevan consigo aceite para mantener
encendidas sus lámparas; las «necias» no piensan en nada de esto. El esposo
tarda, pero llega a medianoche. Las «sensatas» salen con sus lámparas a
iluminar el camino, acompañan al esposo y «entran con él» en la fiesta. Las
«necias», por su parte, no saben cómo resolver su problema: «se les apagan las
lámparas». Así no pueden acompañar al esposo. Cuando llegan es tarde. La puerta
está cerrada.
Quizá el aceite será la
inquietud o el coraje que me lleva a conocer a los demás, el deseo de cruzar
distancias, de romper la soledad, de inventar comuniones. Y creer en la fiesta,
en el banquete que me da la vida, Dios nos invita a unirnos a él, y esperar al
final de cada noche pera un abrazo.
El mensaje es claro y
urgente. Es una insensatez seguir escuchando el Evangelio, sin hacer un
esfuerzo mayor para convertirlo en vida: es construir un cristianismo sobre
arena. Y es una necedad confesar a Jesucristo con una vida apagada, vacía de su
espíritu y su verdad: es esperar a Jesús con las «lámparas apagadas». Jesús
puede tardar, pero no podemos retrasar más nuestra conversión.
Sin la sabiduría, que
es la esencia de lo bueno, de la felicidad, de lo ético y estético, la vida
perdería su hermosura. Por ello, ser sabio, en la Biblia, no es estudiar una
carrera para aprender muchas cosas; no es cuestión de cantidad, sino de
calidad; es descubrir constantemente la dimensión más profunda de nosotros
mismo y de Dios.
miércoles, 4 de noviembre de 2020
ADORACIÓN EUCARISTICA
LLAMA DE AMOR
VIVA
Una llama para los que buscan en la noche
¿Por qué
tenemos miedo, si nada es imposible para Ti?
“Hombre es amor, y Dios habita dentro de ese
pecho y profundo, en él se acalla” (Dámaso Alonso).
En esta tarde
ante el santísimo sacramento le pedimos al Señor que cierre nuestros oídos a
toda falsedad y nuestros labios, a palabras mentirosas. Que Él abra nuestro corazón
a todo lo que es bueno, que nuestro espíritu se llene de bendiciones y las
derrame a nuestro paso.
Nos hacemos
preguntas y buscamos sentido a la vida; no nos asusta porque solo quien hace
preguntas acoge con alegría las respuestas. Muchas veces nadamos contracorriente,
como peces que buscan aguas frescas.
Muchas
personas buscan tener experiencia de Dios. Por eso es necesario que les
ayudemos a encontrarse con Dios. Muchos han perdido el rastro de Dios y esperan
que alguien, con la palabra viva de la vida, pueda decirles: “Dios existe, yo lo he encontrado”.
Muchos, que solo conocen lo útil y lo rentable, tienen hambre de encontrarse
con la gratuidad. Muchos desconocen que su interioridad puede ser lugar para la
escucha de este Dios que habla en el silencio interior de cada uno.
“El hombre europeo, lejos de su origen, con las
entrañas cerradas, opacas y confusas, se ha hecho un desalmado. Oscuridad del
corazón que le desorienta y le hace andar perdido”
(María Zambrano).
Como una
hoguera encendida en medio del campo que invita a los peregrinos a que se
acerquen y calienten su cuerpo aterido por el frío, así ofrece Jesús su
experiencia de Dios, para dar calor y luz a quien lo busque. Toda experiencia
de Dios aspira a ser comunicada. “Lo que
gratis habéis recibido dadlo gratis” (Mt 10,8). “Se educa mucho con lo que se dice, más con lo que se hace, mucho más con
lo que se es” (San Ignacio de Antioquia).
Queremos que
ese fuego que Jesús prendió en nuestro interior se convierta en amor real,
concreto, palpable. Nuestra llama es fruto de una llama verdadera y autentica,
la de Jesús. En esta tarde queremos mantenerla siempre viva y encendida en Él
que es el Amor verdadero y único. Quien posee esta llama en su corazón, habla
desde dentro, desde la experiencia de este amor. No habla de oídas. La persona
está transformada en fuego de amor.
Solo es
necesario una cierta comunión previa que le permita admirarse, creer, perder
miedo a Dios y confiar. No es una tarea que reclame una acción inmediata, que
señale prácticas concretas y conductas deseables o recomendables. Al contrario,
todo se realiza de una manera paulatina y contagiosa. No existe sensación
alguna de proceso ni de cambio, no hay vértigo. Todo se identifica con una
exclamación admirativa de paz y sosiego. La actitud de sorpresa se mantiene.
Rompe las lógicas, a las que somos tan dados muchos al hablar e intentar vivir
el camino cristiano. Es como el agua del rio que va bajando majestuosamente
hasta su lugar de destino, el mar.
Hay una experiencia
vital y central de Dios que proviene de la enfermedad grave, donde el enfermo y
los que le rodean tienen que respirar muy hondo para poder superar esta etapa.
“Dios, en verdad, es el único que sabe de
la vida en plenitud. Una comparación: el sol lo único que produce es luz; si
hay sombra, no viene del sol, sino de algo que se interpone. Así con Dios: lo
único que produce es vida; todo lo que frena o debilita la vida viene de otro
lado, de nuestra propia debilidad, de nuestro propio pecado, de nuestra propia
limitación. Y Dios lo que hace es confirmar nuestra debilidad para siempre con
su fuerza resucitadora. La enfermedad me ha hecho más humano” (Eso escribió
Carlos Bravo, tras una operación de un tumor cerebral).