2021 ADORACIÓN EUCARISTICA
La niña y las 2 manzanas
Estamos de nuevo ante Jesús sacramentado y nuestro corazón se arrepiente de todo aquello que no hemos hecho bien y defraudamos la confianza puesta en nosotros. Por eso abrimos nuestro interior para que tu Jesús nos mires y nos sane. Nos des tu fuerza y tu energía para que podamos caminar por la vida transformados y renovados y convertidos.
Esta breve y
profunda historia nos ayudará a sentirnos queridos y mirados tal como somos por
el Señor.
Una niña tenía dos manzanas en su mano. Su mamá se
le acercó y le preguntó si le daría una de ellas. La niña rápidamente mordió
una y luego la otra. La mamá sintió como se le congeló la sonrisa, se le heló
el corazón y trató de no mostrar su decepción.
Pero la niña le sonríe, le pasa una de las manzanas
y le dice: Toma mamita, esta es la más dulce.
Esta pequeña
reflexión nos enseña que no hay que tomar decisiones por impulso sin comprender
la situación. Y “comprender” implica
mirar, escuchar, con paciencia, llegar hasta el final, ver el desenlace y
analizar por qué sucede así.
Si la madre
hubiese esperado el desenlace final se hubiese ahorrado el escalofrío que
recorrió por todo su cuerpo.
No importa
cuánta experiencia o conocimiento crees que tienes, nunca hagas juicios. Ofrécele
al otro la oportunidad de dar una explicación. Lo que percibes puede no ser la
realidad.
El hombre ve
lo que está delante de sus ojos, pero como dice un dicho popular: No todo lo que reluce es oro; lo que
puede lucir bueno y agradable a la vista puede ser dañino y maligno.
Lamentablemente, cuando miramos con los ojos físicos vemos lo externo y somos
dados a hacer juicio, el cual, la mayoría de las veces, es equivocado.
Vivimos en un
mundo superficial donde la gente juzga por la apariencia; todos de una u otra
manera, estamos influenciados por las apariencias.
Muy a menudo
nos fijamos en lo que podemos ver en el exterior – belleza, talento, fama,
etc., pero Dios ve directamente al corazón – los motivos, las intenciones, el
carácter.
La belleza del
ser no está del adorno externo, sino más bien, está en la belleza de nuestro
ser interior, en la belleza inmarcesible de un espíritu afable y apacible.
El profeta
Samuel se dejó llevar por la apariencia física, al encontrarse con el primer
hijo de Eliab, e inmediatamente asume que de cierto delante de Dios está su
ungido. Pero Dios respondió a Samuel “No
te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he
rechazado” 1 Sam16,6.
La apariencia
externa no es la mejor manera de juzgar a una persona. Que bien lo sabe le
refranero popular: “no juzgues un libro
por su portada” o “El hábito no hace al monje” Su significado es simple, la
apariencia de una persona, no son indicación de su interior. Tenemos que tener
mucho cuidado porque la apariencia externa puede ser muy engañosa. Hay gente en
este mundo que muchos consideran hermosos por fuera, pero su interior no
coincide con su belleza exterior temporal.
El corazón del
hombre sigue enfermo, a diario vemos en las noticias evidencias claras de la
maldad del ser humano, por este motivo Dios nos habla al corazón, esto es, a
nuestra alma, con el Evangelio, la buena nueva para el corazón. Ninguna otra
Palabra tiene el Poder de transformar al hombre en su corazón como Jesucristo.
De aquí que
Dios está interesado en nuestro corazón. Él es la única persona que puede hacer
ese trasplante en nuestra vida. La Palabra de Dios dice: “Les daré otro corazón e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les
arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” Ez 11, 19
Ese corazón
duro, que ha sido trastocado por el pecado, que ha sido golpeado, lastimado,
ese corazón que se endureció dadas las circunstancias que vivió, necesita ser restaurado,
cambiado. Acerquémonos al Señor Jesucristo sacramentado para encontrar sosiego
y paz para nuestros corazones y nuestras almas. Amén
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