2021 AÑO B TIEMPO DE CUARESMA IV
El domingo pasado el
evangelista Juan nos presentó la impetuosa y ruidosa escena de Jesús expulsando
a los mercaderes del templo. Todos en Jerusalén, los líderes y la gente común
hablarían sobre la novedad de ese joven rabino.
Hoy nos presenta un
extraño encuentro de Jesús con un importante fariseo, llamado Nicodemo. Este
fariseo tiene una gran estima por Jesús y quiere entender más, pero no se
atreve a comprometerse y acude a él de noche. Este personaje en el atardecer del
Viernes Santo se presenta para cuidar el cuerpo del Crucificado y bajarlo de la
cruz, cuando todos sus discípulos habían huido.
Él toma la iniciativa y
va a donde Jesús “de noche”. A escondidas, todavía no lo tiene muy claro y
quiere comprender más. La religión judía estaba vacía, oscura, ya no iluminaba.
Acordémonos de las tinajas vacías en las bodas de Caná. Intuye que Jesús es un
hombre venido de Dios, pero se mueve entre tinieblas. Jesús lo irá conduciendo
hacia la luz.
Nicodemo representa
todo aquel que busca sinceramente encontrarse con Jesús. Por eso, en cierto
momento, Nicodemo desaparece de escena y Jesús prosigue su discurso para
terminar con una invitación general a no vivir en tinieblas, sino a buscar la
luz.
Según Jesús, la luz que
todo lo ilumina está en el Crucificado. La afirmación es fuerte: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su
Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan
vida eterna”.
En ese diálogo
nocturno, Jesús comunica, en pocas palabras, lo esencial de la fe: Dios amó
tanto al mundo ... es una cosa segura, algo que ya ha sucedido, una certeza
central: Dios es el amante que te salva. Palabras decisivas, para saborear
todos los días y a las que siempre nos aferramos. Y la noche se ilumina con
todo el amor que muestra Jesús, con toda su comprensión. Necesitamos hacer
nuestra adhesión personal a Jesús. El mundo no se hace
solo, se hace con cada decisión personal y comunitaria.
Tanto el mal como la gracia iluminan la inteligencia y el
corazón en vistas a un compromiso concreto y real con la vida. Estas dos
realidades pueden hacer del mundo un lugar hostil o un espacio de misericordia.
Objetivamente la creación y el ser humano no son esencialmente malos. Toda
realidad creada por Dios es amable, reconciliable y redimible. Para quien
verdaderamente ama, toda realidad es una oportunidad. Afirma hoy San Pablo: Dios,
rico en misericordia, … estáis salvados por pura gracia
Dios ha amado y ama un mundo que, aunque
no es perfecto, tiende a ella y Dios ha dejado huellas de su presencia en medio
de la historia. El mundo ha sido abrazado por su amor. Cada vez que los seres
humanos crean espacios de diálogo; cada vez que se vive concretamente la
caridad solidaria, se dignifica al prójimo; cada vez que se perdona de corazón,
se gestan estructuras de reconciliación; cada vez que se defienden los derechos
humanos, se reafirma la dignidad humana y la fraternidad universal.
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