miércoles, 3 de marzo de 2021


2021 MEDITACIÓN EUCARÍSTICA

LA CERCANÍA DE DIOS, AUNQUE NO LO PERCIBAMOS

 

Cada año los papás de Martín lo llevaban con su abuela para pasar las vacaciones de verano, y ellos regresaban a su casa en el mismo tren al día siguiente. Un día el niño les dijo a sus papás:

"Ya estoy grande ¿puedo irme solo a la casa de mi abuela?".

Después de una breve discusión los papás aceptaron.

Están parados esperando la salida del tren, se despiden de su hijo dándole algunos consejos por la ventana, mientras Martín les repetía:

"¡Lo sé! Me lo han dicho más de mil veces".

El tren está a punto de salir y su papá le murmuró a los oídos:

"Hijo, si te sientes mal o inseguro, ¡eso es para ti!".

Y le puso algo en su bolsillo.

Ahora Martín está solo, sentado en el tren tal como quería, sin sus papás por primera vez. Admira el paisaje por la ventana, a su alrededor unos desconocidos se empujan, hacen mucho ruido, entran y salen del vagón.

El supervisor le hace algunos comentarios sobre el hecho de estar solo. Una persona lo miró con ojos de tristeza.

Martín ahora se siente mal cada minuto que pasa. Y ahora tiene miedo. Agacha su cabeza... se siente arrinconado y solo, con lágrimas en los ojos.

Entonces recuerda que su papá le puso algo en su bolsillo, temblando, busca lo que le puso su padre. Al encontrar el pedazo de papel lo leyó, en él está escrito:

"¡Hijo, estoy en el último vagón!".

Así es la vida, debemos dejar ir a nuestros hijos, debemos confiar en ellos.

Pero siempre tenemos que estar en el último vagón, vigilando, por si tienen miedo o por si encuentran obstáculos y no saben qué hacer.

Tenemos que estar cerca de ellos mientras sigamos vivos, el hijo siempre necesitará a sus papás.

Cuanta verdad tiene esta reflexión querido Jesús sacramentado. Tu siempre nos dejas solos para que afrontemos la vida con valentía e independencia, pero siempre estás en el último vagón para reconfortarnos y ayudarnos en cualquier adversidad del viaje de la vida. Y ahora nosotros estamos aquí delante de ti, en el último vagón que es el sagrario para decirte que nunca nos desampares, que sintamos tu protección, aunque no la veamos y no estés encima de nosotros.

Tú quieres que vayamos a ti por puro amor, por pura necesidad de ti en lo más profundo del alma, no por intereses banales o superficiales.

La fe es personal, tiene que pasar por momentos de crisis, de preguntarse, es la única manera para hacerla propia y poderla vivir. Dios es paciente y espera, aunque sea en el último vagón.

Estamos en plena pandemia del coronavirus y vivimos la zozobra del virus y nos podríamos preguntar dónde está la mano de Jesús. Cuanta gente estos momentos traen paz y serenidad a muchas vidas encerradas en esta enfermedad, cuantos profesionales y voluntarios son capaces de transmitir un poco de humanidad y sensibilidad. Probablemente solo una pequeña parte de los enfermeros, médicos, personal sanitario y de limpieza y desinfección, y aquellos que han participado más activamente en la lucha siguen o conocen a Jesús, pero todos ellos han humanizado notablemente la vida de nuestros conciudadanos.

Es reconfortante conocer que, en la muerte de algunos ancianos, los sanitarios les tomaban de la mano y no les dejaban morir solos ya que para evitar el contagio no podían acompañarlos sus familiares.

En esta tarde Señor Jesús te pedimos que el Espíritu Santo nos llene de la luz del Señor para seguirle en toda circunstancia, tal y como estamos en este momento de nuestra vida. Que sepamos dejarnos guiar por Jesús para tomar las buenas decisiones.

Que podamos escuchar su llamada en nuestro corazón, sentir su presencia en nuestras vidas y dejarnos amar.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario