2022 AÑO C DOMINGO III DE CUARESMA
Dios se solidariza con
nosotros, escucha los gritos de su pueblo, ha visto su opresión en el país de
Egipto y decide actuar a través de Moisés
También Jesús le duele nuestro
dolor y se solidariza con nosotros. Esto le preocupa más que nuestros pecados. Jesús
quiere nuestra reacción.
La pasión de nuestro Dios es
hacer la vida del hombre más humana, con más sentido. Las parábolas de Jesús
intentan desbloquear las vidas atrapadas por el vacío, el sin sentido y la
esterilidad. Nos ofrecen caminos de felicidad, bien distintos a los transitados
por los que se consideran “normales”. No es un Dios justiciero ni duro que
castiga y manda el mal y sufrimientos a los hombres. Los hechos históricos
violentos acaecidos en Jerusalén, lo mismo que los que podemos ver hoy (la
agresión a Ucrania) son para escucharlos y repensarlos. El hecho de no tener en
la vida contratiempos, sufrimientos, de no ser alcanzados por algún tipo de mal
no es para subir nuestra autosuficiencia y creernos superiores, sino motivación
de nuestra acción de gracias, para que nos sintamos privilegiados y demos
frutos. No son las apariencias y la superioridad (caso de la higuera que
lleva años frondosa) lo decisivo ante Dios, sino la vida fecunda (la práctica
de la vida).
Dios está junto a las
infinitas cruces del mundo donde el Hijo de Dios sigue crucificado en infinitos
hijos de Dios, y no tiene otra respuesta para el grito del mundo que el primer
grito del aleluya pascual. Si no os
convertís, todos pereceréis. No es una amenaza, no es un arma apuntando a
la humanidad. Es un lamento, una súplica: convertiros, invertid el sentido del
viaje: Cambia tu mentalidad, todos honestos hasta en las cosas pequeñas y libres,
claros y generosos. Esta sociedad es como el Titanic va directa a un iceberg
gigante. Convertíos, de lo contrario todos pereceréis. Es la oración más fuerte
de la Biblia, donde no es el hombre quien se dirige a Dios, es Dios quien nos
ruega: ¡vuélvete humano!
Cambiar de rumbo: nos
toca a nosotros salir de las liturgias del odio y de la violencia. No te
preguntes por quién doblan las campanas, Siempre suenan un poco para ti también.
El Evangelio nos saca
de los campos de la muerte: dice desde hace tres años nunca he encontrado una
sola fruta en esta higuera, estoy cansado, córtala. Jesús, dice: "No, maestro, volvamos a intentarlo,
otro año de trabajo y ya veremos". Más tiempo: el tiempo es el
mensajero de Dios, más sol, lluvia y cuidados, y tal vez este árbol que soy yo
dé frutos. El jardinero confía en mí: el árbol de la humanidad está sano, tiene
buenas raíces, ten paciencia. La
paciencia no es debilidad, sino el arte de vivir lo inacabado en nosotros
mismos y en los demás. No lleva el hacha, sino la humilde azada. Para
ayudarlo a ir más allá de la corteza, otro año más de trabajo y luego ya
veremos».
Somos queridos a pesar
de nuestra esterilidad. Dios nos ha llamado a fructificar, aunque no sabemos
cuándo. Jesús, nos cava y abona con su Palabra. Volvamos al evangelio, a su
fuerza sanadora para fundarnos y arraigarnos en Cristo, para que nuestra vida
no sea estéril.
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