2022 MEDITACIÓN EUCARISTICA:
EL CORAZÓN DE LAS CEBOLLAS
Estamos aquí junto aquí Jesús sacramentado para que calmes nuestro
corazón y le des fuerza para seguir cambian y convirtiéndose en aquello que el
Padre Dios nos creó y pensó desde toda la eternidad para cada uno de nosotros.
Hoy iniciamos la cuaresma con la imposición de la ceniza, hoy iniciamos una
nueva andadura, una nueva oportunidad para adentrarnos dentro de nuestro
corazón y descubrir el tesoro que allí nos aguarda.
Esta oportunidad de cambio y transformación anual es una gran
importancia, pues durante cuarenta días tendremos la ocasión para confrontarnos
y para reflexionar un poco más sobre nosotros mismos.
Tendremos la oportunidad de desprendernos de aquella capa fea y
superficial que nos envuelve y poder brillar como hijos auténticos del Padre y
hermanos tuyos, Jesús amigo de los hombres.
Escuchemos esta bonita historia: EL CORAZÓN DE LAS
CEBOLLAS
Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y
toda clase de plantas. Como todos los huertos, tenía mucha frescura y agrado.
Por eso daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo
aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros. Pero de pronto, un buen día,
empezaron a nacer unas cebollas especiales.
Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, naranja,
morado...El caso es que los colores eran irisados, deslumbradores,
centelleantes, como el color de una mirada o el color de una sonrisa o el color
de un bonito recuerdo.
Después de juiciosas investigaciones sobre la causa de aquel
misterioso resplandor, resultó que cada cebolla tenía dentro, el mismo corazón
(porque también las cebollas tienen su propio corazón), una piedra
preciosa.
Alguna tenía un topacio, la otra una aguamarina, aquella un
lapislázuli, la de más allá una esmeralda... ¡Una verdadera maravilla!
Pero por alguna incomprensible razón se empezó a decir que aquello
era peligroso, intolerable, inadecuado y hasta vergonzoso.
Total, que las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder
su piedra preciosa e íntima con capas y más capas, cada vez más oscuras y feas,
para disimular cómo eran por dentro. Hasta que empezaron a convertirse en unas
cebollas de lo más vulgar.
Pasó entonces por allí un sabio, a quien gustaba sentarse a la sombra
del huerto y que sabía tanto que entendía el lenguaje de las cebollas, y empezó
a preguntarles una por una:
- ¿Por qué no eres como eres
por dentro?
Y ellas le iban respondiendo:
- Me obligaron a ser así...
- Me fueron poniendo capas... Incluso yo me puse alguna para que
no dijeran...
Algunas cebollas tenían hasta diez capas y ya ni se acordaban de
por qué se pusieron las primeras.
Y al final el sabio se echó a llorar. Y cuando la gente lo vio
llorando, pensó que llorar ante las cebollas era propio de personas muy
inteligentes. Por eso todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla nos abre
su corazón.
Esto nos recuerda el trabajo que debemos empezar durante esta
cuaresma. No importa lo que piensen los demás de ti, no importa lo que digan. Se
tú mismo, no envuelvas en capas lo mejor de ti. Intenta desechar toda esa
superficie banal con que a veces nos recubrimos para defendernos de los demás o
de nosotros mismo. Atrevámonos a cambiar según nuestro corazón, según nuestro
interior. Muchas veces dejamos de ser quien somos para evitar que nos hagan
daño, otras veces, las circunstancias te van envolviendo en capas y te vuelves
una persona fría e insensible.
No escondamos lo mejor de nosotros, porque a pesar de todo lo malo
que puedan hacernos, toda luz rompe con la oscuridad por más pequeña que sea.
Esa luz nace de tu interior y forma parte constituyente de
nuestro ser creatura, querida por Dios y amada tal como somos. Iniciemos este
camino cuaresmal junto a Jesús para que él nos ayude a desprendernos de aquello
que no nos identifica y transfórmenos en hijos de luz tal como el Señor quiere.
Amén
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