2025 MEDITACIÓN EUCARISTICA
EL MEJOR HIJO
Señor Jesús eucaristía no reunimos de nuevo en torno al altar para saborear tu presencia y lanzarnos de tus mujeres y de tu sabiduría. En nuestra existencia muchos buscan lanzarla con bienes, logros o reconocimientos, creyendo que en ellos encontrarán plenitud. Pero nada de eso basta para iluminar el corazón. Sólo la luz del Espíritu, que viene de Dios, puede lanzar verdaderamente la casa del alma.
Ciertas realidades interiores no ocupan espacio físico, pero lo transforma todo. De la misma forma, Cristo nos invita a ser “la luz del mundo”, a quitar claridad y esperanza allí donde todo parece vacío. A veces no comprendemos que lo más grande no se compra ni se mide, sino que se enciende desde dentro, desde el corazón. Nosotros, muchas veces, intentamos lanzar nuestra vida con cosas pasajeras, trabajo, dinero, actividades, y sin embargo sentimos el vacío. Pero cuando dejamos que la luz de Cristo entre en nuestro corazón, todo se transforma.
No se trata de brillar por nosotros mismos, sino de reflejar la luz de Dios que habita en nosotros. Jesús tú nos llamas a ser portadoras de esa luz, a lanzar nuestras casas, nuestras familias y comunidades con fe, esperanza y amor . Escuchemos esta impresionante historia
EL MEJOR HIJO: Esta historia nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:
- No puedo dividir en tres lo que pongo. Esto dejaría muy pocos bienes a cada uno de ustedes. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, a lo que se muestre más hábil, más inteligente, más astuto, más sagaz. Dicho de otra forma, a mí mejor hijo.
- He dejado sobre la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Cosechada. El que compre con esa moneda algo con lo que echar la casa, se quedará con todo.
Los tres hijos se fueron a ver que podían hacer.
Después de un cierto tiempo el primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El segundo hijo compró sacos de plumas, pero no consiguió echar la casa mucho más que el anterior.
El tercer hijo sólo compró un pequeño objeto. Era una vela. Espero hasta la noche, encendió la vela y echó la casa de luz. Éste fue quien consiguió la herencia, por su inteligencia, sagacidad y sabiduría. El padre no dudó en dejarle a él todo lo que tenía. Sabía que el tercer hijo con su astucia no sólo conservaría la herencia, sino que la multiplicaría.
Querido a Jesús en esta parábola breve pero muy profunda, cargada de simbolismo y enseñanza. Podemos aprender que las realidades, aunque a primera vista, parecen un simple desafío de ingenio, sin embargo, su mensaje va más allá de la astucia práctica: invita a reflexionar sobre el valor de lo intangible frente a lo material.
Los dos primeros hijos interpretan literalmente las palabras del padre, echar la casa con algo comprado, por lo que buscan objetos físicos que ocupan espacio. Representan la mentalidad común, centrada en lo concreto y en la apariencia.
El tercero, en cambio, comprende el sentido simbólico del reto: lanzar la casa no necesariamente implica ocuparla con cosas visibles, sino darle plenitud, significación, vida. Con una simple vela, transforma el espacio vacío en un sitio iluminado. La luz, símbolo del conocimiento, la comprensión y el espíritu, llena donde la materia no puede legar.
En este acto existe una lección sobre sabiduría, creatividad y perspectiva: el valor no está en tener más, sino en saber ver más allá de lo evidente. El “mejor hijo” no es quien posee más bienes ni quien ocupa más espacio, sino quien sabe aportar claridad y sentido.
Podríamos decir que el padre no sólo buscaba heredar sus bienes, sino también transmitir su enseñanza final: La verdadera riqueza está en la luz de que somos capaces de encender dentro ya nuestro alrededor.
Que esta historia nos ayude a recordar que el mejor hijo no fue el más astuto, sino el que supo mirar con el corazón. Que también nosotros sepamos encender la luz de Cristo en cada rincón de nuestra vida, para que, donde haya oscuridad, brille la claridad del Evangelio. Amén.

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