ACCIÓN DE GRACIAS
Somos templos vivos de Dios.
Y precisamente por ello, necesitamos
“construirnos” día a día.
Mejorarnos y renovarnos.
Cada iglesia, en cientos lugares del
mundo, se convierte en un estandarte que pregona la presencia de un grupo que espera,
intenta vivir y seguir las enseñanzas de Jesús Maestro.
Sólo podremos edificar un mundo mejor, si
nos edificamos, primero, a nosotros mismos.
Dejemos que brille la naturalidad que
Dios nos ha dado.
Los extremos son malos.
La belleza del templo católico es,
precisamente, la comunidad que celebra y se congrega dentro de él.
La mayor inversión que podemos hacer es,
vivir lo que escuchamos dentro de cada iglesia.
Lo contrario sería un maquillaje con
sonidos de campanas, altas torres y bonitas fachadas pero con poco cimiento y
fundamento.
El Señor nos invita cada día a ofrecer y
levantar un espacio de nuestro corazón y de nuestra vida a Dios.
Y, eso, no es maquillaje es
–simplemente- hacer de nosotros mismos un templo vivo, eficaz y real para Dios.
Amén.

No hay comentarios:
Publicar un comentario