2025
CICLO A TIEMPO DE ADVIENTO II
Aparece el profeta Juan el Bautista, en
el calor abrasador del desierto de Judá, predicando: convertíos, porque el
reino está cerca.
También el profeta Isaías tiene los ojos
fijos en el sueño llamado reino de los cielos, que es un mundo tejido de
relaciones buenas y felices. Perciben su aliento: es posible, ya ha comenzado.
La palabra clave de Juan es convertíos,
es decir, atreveos a vivir, poned vuestra vida en marcha, y no para cumplir una
orden, sino para apreciar lo hermoso que es sentirse amado y querido por Dios.
Dios está cerca, está aquí, primera
buena noticia: el gran Peregrino ha caminado, ha recorrido distancias y ahora
está muy cerca de ti.
Lo que convierte el frío en calor no es
una orden desde arriba, sino la cercanía del fuego, una lámpara que se
enciende, un rayo, una estrella, una mirada. ¡Convertíos! Volveos hacia la luz,
que es bella y cambia la forma de ver a los hombres y las cosas.
Si miramos con atención al mundo está
más cerca del reino de Dios hoy que ayer: ha crecido la libertad de ser uno
mismo, la autenticidad en las relaciones, ha crecido la solidaridad hacia los
débiles, hacia los discapacitados ha habido una auténtica revolución, han
crecido la educación, la ciencia y el respeto por la creación y la vida.
También ha crecido otra cosa: entre el buen grano, raíces de guerras y engaños, soledad y desintegración de los lazos, idolatría del dinero, de la fuerza y de las apariencias, intolerancia hacia quienes piden ayuda. Cizaña y buen grano.
Pero yo creo en la buena nueva de
Isaías, de Juan, de Jesús. Porque el cristiano no es optimista, tiene
esperanza. El optimista, entre dos hipótesis, elige la positiva. Nosotros elegimos
el Reino, lo hacemos por un acto de esperanza: porque Dios se ha comprometido
con nosotros en nuestra historia, con una trama tan escandalosa que llega hasta
la muerte en la cruz.
Inclinémonos con atención y lo veremos,
en lo más íntimo de cada uno, en la humildad de los días y de los signos: él
viene. Y él viene porque, antes que un deseo mío, la salvación es un deseo de
Dios.
Con las poderosas imágenes del hacha y
el fuego, el Evangelio cuenta que Dios alcanza y toca esa misteriosa raíz de la
vida que nos mantiene erguidos como árboles fuertes, que nos permite vislumbrar
brotes incluso entre los escombros.
Dios viene dentro de la pasión del amor,
dentro de la fidelidad al deber, dentro del valor de esperar, la generosidad de
permanecer al lado, en la alegría de la libertad alcanzada, cuando acepto la
desproporción entre lo que se me promete y lo que tengo entre las manos, y sin
embargo hago avanzar un paso, un milímetro, una nada, la bondad del mundo.

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