ADORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO
SACRAMENTO
DESCANSAR EN EL SEÑOR
En estos
momentos vacacionales, de descanso y desconexión de la cotidianeidad nos
encontramos ante Jesús sacramentado. Hoy queremos reflexionar sobre la
necesidad del descanso sano y sobre todo descansar en el Señor.
¿Quién no ha
sentido en algún momento la necesidad de descansar? Después de un trabajo o un
estudio prolongado, unas horas de sueño o unos días de vacaciones vienen de
maravilla, pero si profundizamos un poco más en nuestra vida, es necesario
también un descanso más profundo; aquel que necesita el alma, que no se obtiene
sólo con vacaciones o distracciones y que nos quitaría el peso de tanto desasosiego
interior. Es el descanso que prometió Jesús a sus apóstoles: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis reposo para vuestras almas”. (Mt
11,28-29)
Jesús habla de
un reposo que los evangelistas describen con la palabra “anapausis”. Este
concepto griego significa interrupción, calma, lugar de descanso. Dios también
descansó al séptimo día de la creación.
La
intranquilidad es una maldición por eso Caín debe andar errante e inquieto.
Cuantas veces muchos de nosotros vivimos esta maldición de Caín porque sin
calma andamos errantes. Nos esforzamos sin que realmente valga la pena. Nuestro
esfuerzo y trabajo no tienen los frutos deseados. Parece que nuestra época está
caracterizada por la maldición de la inquietud.
En esta tarde
queremos descansar en el Señor. Se trata de la serenidad que nos abre a un
nuevo horizonte y que se percibe en el silencio de cada acontecer. Es el reposo
de la nueva creación que Jesús ha logrado muriendo en la cruz, bajando a los
infiernos y alzándose del sepulcro. No fue en vano tanta fatiga. No acabó en el
silencio de la muerte, sino que dio el paso a una nueva vida.
Sólo el que
sigue a Cristo tomando el yugo de la cruz llega a poseer esta sabiduría. Es el
descanso de quien renueva sus fuerzas directamente en la fuente. Es el reposo
que llena de ánimo para comenzar de nuevo, no importa lo que se haya padecido
antes. Cada día se puede retomar la lucha, porque la sangre de Cristo nos
regenera sin cesar. Él mismo derrama sobre su Iglesia toda la vitalidad del
agua sobre la tierra reseca, la misma vitalidad que sana las heridas y da el
vigor a los miembros cansados.
San Jerónimo,
además, desdobla el sentido de esta palabra y la traduce de dos maneras
diferentes. La primera vez nos habla del descanso que restaura.
Este descanso
se parece mucho al de las promesas cumplidas. Nuestro corazón que ha encontrado
lo que buscaba con tanta inquietud. Porque la verdadera tierra prometida, esa
que hace descansar lo más profundo del alma, no es ni un lugar ni una situación
sin problemas: la tierra prometida es un Rostro, es una Persona divina que se
ha hecho carne y que ha habitado entre nosotros. Cristo es el auténtico
descanso para nuestras almas. Tomemos, pues, su invitación: “Venid a mí…”.
¿Cómo ir a Jesús? Él nos propone unos pasos concretos:
“Tomad mi yugo sobre vosotros…
aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón…
Y hallaréis descanso para vuestras almas.”