2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO VI
Un leproso camina
directamente hacia Jesús, pero él no se asusta. Del rostro oculto del leproso
surge una hermosa petición: "Si
quieres, puedes curarme". "Si quieres" se preguntaría Jesús
en su interior y seguramente esto le conmovió, le aprieta su corazón y lo
obliga a actuar.
A los leprosos no había
que acercarse y mucho menos tocarlos; era una ley frente al contagioso, impuro,
cadáver andante. Jesús siente "compasión".
El Evangelio usa un término con un significado infinito, profundo: indica como un
calambre en el vientre, un mordisco en las entrañas, esas mariposas
que pululan en nuestro interior.
Jesús siente compasión, extiende la mano y toca. En el Evangelio, cada vez que Jesús se conmueve,
toca. Toca al intocable, toca el amor y amar cura. Dios no sana con un decreto,
sino con una caricia.
La respuesta de Jesús fue
tan directa y sencilla, una última e inmensa palabra en el corazón de Dios:
¡Quiero: queda limpio! Dios no quiere más que hijos sanos. La enfermedad la soporta,
pero no la proporciona ni la quiere. Esa es la gran y buena noticia, un Dios
que da gracia, que sana la vida, sin poner cláusulas. Que ahora lucha con
nosotros contra todos los males, renovando la vida gota a gota.
Y lo despidió ordenándole
que no dijera nada. Porque Jesús no hace milagros para hacer seguidores o para
tener éxito. Cura al leproso para que se recupere nuevamente, para que recupere
su plena humanidad y la alegría de los abrazos.
Cuántos hombres y
mujeres, o instituciones, llenos del Evangelio, han hecho como Jesús y han
acudido a los leprosos de nuestro tiempo: refugiados, vagabundos, adictos,
prostitutas, a los pobres. Los tocaron, realizando gestos de cariño, sonrieron,
y muchos de ellos encontraron la vida y su desarrollo humano y emocional.
Tomar el evangelio en
serio tiene el poder de cambiar el mundo. Y todos aquellos que se lo tomaron en
serio y tocaron a los leprosos de su tiempo, todos testifican que hacer esto
trae gran felicidad. Porque te pone en el lado correcto de la vida.
Hoy recordamos la
campaña de lucha contra el hambre que Manos unidas nos recuerda y nos alienta a
no desfallecer en la solidaridad y en el compartir: “Contagia solidaridad para acabar con el hambre”.
Jesús no solo limpia al
leproso. Extiende la mano y lo toca,
rompiendo prejuicios, tabúes y fronteras de aislamiento y marginación. Los
seguidores de Jesús hemos de sentirnos llamados a aportar amistad abierta a los
sectores marginados de nuestra sociedad. Son muchos los que necesitan una mano
extendida que llegue a tocarlos. Comportamos y seamos solidarios. Amén
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