2021 ENERO MEDITACION EUCARISTICA,
EL SAPO Y LA ROSA
Aquí delante de Ti Señor nos postramos
con un sentido de adoración y de humildad. Nos sentimos faltos de tu presencia
y queremos que tú nos llenes el corazón, que lo inundes con la fuerza de tu
gracia y de tu amor. Queremos pasar unos momentos a solas contigo, intentando
dejar fuera las preocupaciones, los sinsabores, los problemas y angustias que
nos afligen. Ahora solo queremos llenarnos de ti, sentirte vivo y muy cerca de
nosotros, tanto que nos abrimos de par en par, abrimos nuestro interior para
que tú lo habites y lo planifiques. Queremos que nos ayudes a vencer nuestros
orgullos y egoísmos y sentir la necesidad tuya y la de los otros, la de
nuestros hermanos. Todos nos hacen falta para ser completos. Lo bueno y lo
malo, lo justo y lo injusto. Todos somos necesarios. Me viene a la memoria la
parábola del trigo y de la cizaña, cuando el agricultor quería arrancarla
siendo muy pequeñas, pero el dueño de los sembrados le dijo: No, no lo arranques porque podrías arrancar junto
a la cizaña también el trigo, lo bueno que surge en el campo. Más bien déjalos crecer
juntos ya llegará el momento de la cosecha y entonces separaremos el trigo y la
cizaña, lo bueno y lo malo.
La convivencia con todos los seres humanos
es necesaria, nos ayuda a crecer y a fortalecer nuestras convicciones y nuestra
belleza interior y exterior. Escuchemos la enseñanza de este bonito cuento de
la Rosa y el sapo:
“Había
una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la
rosa más bella del jardín. Allí también vivía un sapo, que habían crecido
juntos. Durante mucho tiempo compartieron todo tipo de vivencias, secretos y
sobretodo una amistad que parecía eterna. La vida iba pasando y el sapo
observaba como su amiga se volvía cada vez más y más hermosa. Para él era un
placer los momentos que pasaba junto a ella, la visitaba y le contaba todas las
cosas que pasaban en aquel bonito jardín. La rosa se daba cuenta de su
hermosura y de la atracción que producía en la gente que la miraba. El único
problema es que de vez en cuando aparecía el sapo dando saltos a su alrededor y
espantaba a quienes se acercaban.
La
gente no se acercaba mucho a ella y se conformaban con verla de lejos. Era a
causa del sapo grande y oscuro que nadie se acercaba a verla de cerca.
Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el
sapo muy obediente dijo: pero hasta ahora nunca te había molestado mi presencia
y te gustaba que estuviera a tu alrededor y hablar conmigo.
- Es
cierto contestó la rosa, pero me he dado cuenta que espantas a todos los
visitantes que vienen a admirar mi hermosura, les asustas, y además tu aspecto
ya no armoniza con mi belleza.
- Vaya,
que lejos han quedado aquellos tiempos. Ambos se quedaron callados durante una
eternidad, él esperaba una rectificación y ella en cambio esperando que se
fuera.
- Está
bien, si así lo quieres, no te preocupes el jardín es muy grande puedo irme a
cualquier otro sitio. Y se alejó de allí. La primavera pasó, el verano también
el otoño y durante todo aquel tiempo ambos hicieron su vida por separado. No
volvieron a verse. Meses y meses pasaron hasta que un día el sapo decidió
acercarse e ir a visitar a la rosa, pero al llegar se quedó completamente
sorprendido, su amiga, aquella bonita flor estaba ahora marchita. Apenas
quedaba rastro de su belleza, sus pétalos estaban agujereados y su tallo caído.
- Hola
rosa,
- Hola
sapo
- Pero,
¿qué te ha pasado?
- No
lo sé, los primeros días todo fue bien, pero poco a apoco aparecieron las hormigas
y otros bichos y un día un picotazo aquí y un picotazo allá, se han apoderado
de mí y nunca pude volver a ser igual.
El
sapo solo contestó:
- Pues
claro, Nunca te diste cuenta porque estabas demasiado ocupada observando tu
propia belleza, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y esos bichos, y
por eso siempre eras la más bella del jardín”.
Muchas veces despreciamos a los demás
por creer que somos más que ellos, más bellos o simplemente que no nos “sirven”
para nada. Todos tenemos algo que aprender de los demás o algo que enseñar, y
nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa persona nos haga un bien
del cual ni siquiera seamos conscientes.
Señor ayúdanos a reconocer el valor de
los demás, todos los que tú nos colocas en nuestro camino. Te agradecemos tu
bondad para con nosotros y te pedimos que también la muestres a todo ser humano
que necesita encontrarse y encontrarte. Amén.
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