2021 FEBRERO ADORACIÓN EUCARÍSTICA,
MI AMIGO EL ÁRBOL
Vivimos en un mundo complicado. Las
cosas que nos suceden representan un problema. Problemas pequeños o grandes, urgentes
o importantes No podemos vivir como si no existieran, pero tampoco agobiarnos
por ellos, tanto que nos impidan vivir el presente.
En esta tarde ante el santísimo queremos
acercarnos al Señor y pedirle que no escuche y que nos proteja. Los problemas urgentes
golpean nuestra puerta y reclaman nuestra atención. Pero si nos preocupamos
solo de los urgentes es posible que las cosas importantes las dejemos para más
tarde y quizá ya sea más difícil de solucionar. Y que hacemos con los otros
problemas que no son ni urgentes ni importantes. A lo mejor hay que darnos
tiempo para solucionar las cosas y no tener prisa en buscar rápidas escapatorias
y facilonas. Quizá debamos pensar en perder la urgencia, no agobiarnos en
resolver los problemas.
Escuchemos esta bella historia de un
campesino: Mi amigo el árbol
Un
hombre iba con su automóvil por una ruta camino hacia una ciudad, no demasiado
cercana. Y de pronto se queda sin gasolina y parado en medio de la carretera no
sabe qué hacer, era una carretera poco frecuentada.
Mira
para todos los lados, en aquella época no había teléfonos móviles y entonces, a
lo lejos ve aproximarse un camioncito, seguramente conducido por un labrado de
aquellas tierras. El labrador al ver el coche parado y a este viajero de pie
apoyado sobre el mismo coche, se para y le pregunta que ha pasado: “¿Tiene
algún problema amigo?”
El
viajero le responde que cree que se ha quedado sin gasolina, ¿hay alguna
gasolinera por aquí cerca?
El
campesino responde no que va, estamos lejos de ella. Pero le propongo
una cosa. Como está
anocheciendo, venga usted hasta mi casa y se queda a cenar con mi familia y ya
mañana le acompaño a buscar gasolina para ponérsela a su coche y así proseguir
su viaje.
Oh
muy amable, se sube en el coche y hablan de sus vidas en el campo, la
agricultura, las ovejas, y él viajero le habla de la ciudad y su ritmo
frenético etc… y así hasta llegar a la casa del granjero.
Se
bajan del coche y el granjero le dice que se podía lavar y refrescar en esa
fuente de agua y así después entrarían en la casa.
El
hombre se lavó las manos y se refrescó la cara y notó que el granjero se
dirigió hacia un árbol enorme, grandote que estaba allí en medio del jardín. Y empezó
a acariciar su tronco, a abrazarle y a tocar sus hojas con mucho tacto y delicadeza.
Le hablaba y susurra sus cosas al árbol. Durante un rato largo se queda acariciando
al árbol y abrazándolo y también tocando las hojas y luego entraron juntos a la
casa.
La
esposa le dio la bienvenida y lo sienta en la mesa que ya tenía preparada con
sus hijos y con trato amable le invitó a participar de la cena. Les sirve una sopa
y un guisado que al hombre de la ciudad le pareció exquisitos. Se despiden, le
muestran su habitación y se acuestan todos en la casa. A la mañana siguiente
después de desayunar salen de la casa y el granjero se va otra vez hacia el
árbol frondoso y enorme en medio del jardín y empieza a acariciar el tronco,
las hojas y a abrazarle. Repite todo el ritual de la noche anterior, lo
acaricia, lo abraza, le habla, etc. Se suben a la camioneta y van por la
gasolina y el granjero lo devuelve hasta donde estaba su coche. Cuando el coche
está lleno de gasolina y listo para partir, el hombre de la ciudad le agradece
la ayuda recibida y le dice que tiene usted una relación muy intensa con el
árbol del jardín.
Si
es un gran compañero, está conmigo desde que nací que lo plantó mi padre. Es mi
gran amigo.
Ya
veo que lo quiere usted mucho porque cada vez que llega a casa le habla, lo
acaricia, le abraza y al salir a la mañana siguiente repite lo mismo.
Sí,
pero no solamente es hablar para desahogarme, él es un gran amigo y me da un
gran servicio
¿El
hombre de la ciudad no entiende y le dice si quería explicárselo?
Claro.
Cuando vengo del campo siempre traigo problemas conmigo, algunos urgentes,
otros importantes. Algunas plantas se han enfermado, otras se han muerto. A veces
tenemos problema de riego y se rompe la bomba. Otras veces demasiado sol y
calor. Todos tenemos problemas en la vida. Pero he aprendido de mi padre que no
debemos llevar los problemas a casa, con la familia.
Porque
el entorno de mi casa es sagrado y yo no quiero contaminarlos con mis
problemas. Así que cada día que llego le pido permiso a mi amigo el árbol y le
dejo colgado entre sus ramas mis problemas, todos los que tengo para entrar en
mi casa sin ellos. Y él me los cuida, y los cuida por mí.
A
la mañana siguiente cuando me voy le digo que me devuelva mis problemas para no
dejarle a él cargado de preocupaciones. Y sabe que cada mañana cuando recupero
mis problemas del día anterior, noto menos peso, algunos ya no están.
Señor ayúdanos a aprender a darnos
tiempo, que las cosas no las realicemos con prisas, los antiguos decían que lo
consultáramos con la almohada y dejar que ella te aconseje, o al árbol que
tengamos en el jardín o nuestra planta del balcón.
En esta tarde queremos acariciarte y
abrazarte Señor, tocar tus ramas de tu presencia y dejar los problemas contigo,
para que cuando volvamos a recogerlos, sean más livianos y no estén tan
cargados. Que tu abrazo nunca nos desampare, nunca nos abandone y no nos dejes
que nos separemos de ti. Amén
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