lunes, 30 de agosto de 2021
sábado, 28 de agosto de 2021
2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO XXII
La mejor guía para crecer en la fe y ser buenos cristianos es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no puede ser solamente escuchada, hemos de dejarla que anide en nuestro corazón, en nuestro interior, para que nos de vida. Este es el núcleo de las lecturas de hoy: vivir de este modo es vivir con sabiduría e inteligencia, nos dirá la primera lectura.
Ser cristiano es
cuestión de sabiduría, de la sabiduría que nace del corazón, de la experiencia,
del silencio, de la escucha. Todo lo demás no interesa. En el evangelio
encontramos una forma de engañarnos que estaba tan presente en tiempos de Jesús
como hoy: hacer las obras, pero sin poner el corazón en ellas. Esto era lo que
vivían los escribas y fariseos, y lo que muchas veces hacemos nosotros para no
complicarnos la vida.
Esta vez la cuestión
era “lavarse las manos antes de comer”. Cuántas veces la palabra humana sustituye
a la Palabra de Dios. Cuántas veces la tradición o la costumbre ocultan el
verdadero sentido de los gestos, acciones o palabras.
Jesús pretende desenmascarar
el engaño y la manipulación: es más importante la pureza del corazón y de la
conciencia, lo que nace del interior, que la mera observancia exterior. Jesús
no pretende quitar importancia al cumplimiento de la Ley, pero recuerda que
ésta está al servicio de la persona, de su libertad, de su crecimiento, de su
amor.
Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón
está lejos. Jesús vino al mundo
real donde la vida llora y ríe, ¿y qué encuentra? Personas que relacionan la
religión con normas, lavado de manos y platos, con prácticas externas.
En lugar de
desanimarse, Jesús se convierte en un eco del antiguo grito de los profetas: la
verdadera religión es iluminar el corazón con la verdadera imagen del Padre. Del
corazón de los hombres salen las malas intenciones de ahí la necesidad de
regresar al corazón. Hay que pasar de una religión de prácticas externas a una
religión de interioridad, porque Dios está cerca: "Fuera de mí te buscaba
y estabas dentro de mí "(San Agustín).
Volver al corazón: el
término corazón aparece casi mil veces en la Biblia, no es solo el lugar de los
sentimientos y la afectividad, sino que es el lugar donde nacen las acciones y
los sueños, donde se elige la vida o la muerte, donde se es sincero y libre,
donde la atracción de Dios se apodera, seduce y arde. Pero en el corazón del
hombre está todo: raíces de veneno y frutos de luz; campos de buen grano y
malas hierbas.
La acción decisiva está
en evangelizar el corazón, en fecundar con el Evangelio nuestras durezas,
intolerancias y oscuros deseos e ídolos enmascarados. Evangelizar significa
entonces enviar un mensaje alegre al corazón, diciéndole que con Jesús: se
puede vivir mejor, el secreto: un corazón libre y en movimiento, que crece hacia
más amor, más conciencia, más libertad.
miércoles, 25 de agosto de 2021
2021 MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:
GUSANOS Y MARIPOSA
Una tarde más
nos encontramos con Jesús en el santísimo sacramento. La vida rueda y rueda,
sigue su andadura sin descanso. Y la vida viene como viene, con momento felices
e interesantes y momentos de esfuerzo, de lucha y sacrificio y muchas veces nos
preguntamos de donde sacamos las fuerzas para continuar. Nos preguntamos a
veces cuando vemos alguien que se mantiene fuerte en sus luchas a pesar de los
problemas que se acumulan y a los que tiene que hacer frente, que es capaz de
estar siempre con nuevas iniciativas buscando cómo hacer para ayudar a los
demás, o que parece incansable en medio de todas las tareas que ha asumido con
responsabilidad comprometido siempre por lo bueno y por lo justo. Nos damos
cuenta de que no es solo una fachada exterior ni un activismo superficial lo
que lo guía, sino que descubrimos una profundidad, un sentido hondo en todo
aquello por lo que está comprometido y que es la fuerza para todo lo que hace.
Terminamos por reconocer que hay en esas personas una fuerza interior que es
como el motor de su vida. Suelen ser personas de una vida interior profunda;
personas reflexivas, pero no concentradas en sí mismas; personas con raíces
hondas, con principios muy claros sobre lo que quieren y por lo que trabajan;
personas de espíritu fuerte, porque tienen una espiritualidad bien anclada en
aquello que nunca les va a fallar.
La historia de
los dos gusanos nos puede ayudar a entender:
Dos gusanos vivían en un árbol frondoso. En un
momento dado, uno de ellos, movido por un fuerte impulso interior, comenzó a
encerrarse en un capullo de seda. Hasta ese momento los dos habían sido grandes
amigos.
- ¿Qué estás haciendo? –gritó espantado su
compañero, que era más reflexivo y prudente– ¡vas a aislarte del árbol! ¿Y las
jugosas hojas que estás dejando? ¿Y los nuevos brotes del tallo central? ¡No
podrás comer ni moverte por el árbol si te encierras ahí!
Dado que su compañero no respondía, el “prudente”
decidió buscar apoyo moral en los demás gusanos y trajo unos cuantos, junto al
capullo de seda, que ya estaba por terminarse.
- ¡No cierres aún, espera! Y escuchó al coro de
gusanos que decía: “Mira lo que dejas, mira lo que dejas…” pero él, se encerró
tras la seda, pues el impulso era muy fuerte y no podía explicarlo. Los gusanos
se quedaron mirando la cápsula de seda y pasaron toda la tarde comentando el
suceso. “Se volvió loco”, decían. “¡Qué aburrida debe ser la vida ahí
adentro!”, y “¡mira lo que se está perdiendo!, ¿a quién le cabe en la cabeza
despreciar un árbol tan frondoso?…
Después de un tiempo encontraron el capullo roto y
vacío. No supieron qué pensar, así que decidieron mantener sus opiniones y
seguir mascando hojas y ramitas sin volver a tocar el tema del capullo de seda.
Mientras tanto, una mariposa hermosísima se alejaba del árbol volando hacia el
atardecer.
Necesitamos
personas así en nuestra vida que nos estimulen a que nosotros también deseemos
esa vida interior que será la que nos dará fuerza, la que nos despertará de
nuestros letargos y rutinas, la que será fuerza en nuestros cansancios y
agobios que nos va presentando la vida. Necesitamos ser esas personas de
profunda vida interior que nos aleje de tantas superficialidades a las que nos
sentimos tentados; necesitamos forjar una verdadera espiritualidad en nosotros.
Todo eso el
auténtico creyente lo va encontrando en Dios; todo eso el verdadero cristiano
que no lo es solo de nombre lo ha encontrado en Jesús. Por ahí ha de ir nuestra
vida interior, nuestra espiritualidad profunda que nos dará sentido y fuerza
para nuestra tarea, para nuestra lucha de cada día, para el desarrollo de
nuestras responsabilidades, para ese compromiso que como cristianos hemos de
vivir. Es nuestra espiritualidad cristiana bien anclada en la vivencia profunda
de la presencia de Jesús en nuestra vida.
‘Venid a mí
todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré…y encontraréis
vuestro descanso...’ Es nuestro descanso y es nuestra fuerza, es nuestra vida y
es nuestra razón de ser. Con Cristo en nosotros no habrá cansancios ni
abandonos; con Cristo a nuestro lado nuestro deseo será amar con su mismo amor.
Tenemos que vivir
la fidelidad y el amor a uno mismo y a Dios en el plan que él mismo soñó desde
siempre para cada uno de nosotros. ¿Qué importa ir contra la corriente? Amén.
sábado, 21 de agosto de 2021
2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO XXI
Algunos se habrán
escandalizado como aquellos de los que hoy nos habla el Evangelio. Son duras
estas palabras. También había sido duro para el joven rico: vender todo lo que
tienes y dárselo a los pobres. Duras palabras en el monte: Bienaventurados los
perseguidos, Bienaventurados los que lloran. Pero en una Iglesia, en la que
cada vez somos menos, al menos en la vieja Europa, sigue vigente la pregunta de
Jesús: ¿También vosotros queréis marcharos?
Nadie había hablado
nunca de Dios así: un Dios que no derrama sangre, sino que derrama su propia
sangre; un Dios que va a morir de amor, que se hace pequeño como un trozo de
pan, se convierte en alimento para el hombre.
El maestro no trata de
detenerlos, de convencerlos, no les suplica: eres libre, vete o quédate, ¡pero
elige! Yo también estoy llamado a elegir de nuevo, ir o quedarme. Y la
estupenda respuesta de Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Solo tú tienes palabras
de vida eterna. Tu solo. Dios solo.
Es un hermoso comienzo:
Tu solo. No hay nadie más a quien confiar la vida. Solo tú tienes palabras:
Dios tiene palabras, el cielo no está vacío y mudo, y su palabra es creadora,
abre caminos y abre caricias y fuegos. Solo tú tienes las palabras de vida.
Palabras que dan vida, a cada parte de nosotros. Le dan vida al corazón, le dan
coraje y horizontes, derriten la dureza. Dan vida a la mente porque la mente
vive de la libertad y la verdad, y tú eres la verdad que te libera. Vida al
espíritu, a esta parte divina depositada en nosotros, a esta porción de cielo
que nos compone. Palabras de vida eterna, que traen la eternidad como regalo a
todo lo más bello de nuestro corazón. Que finalmente dan vida a la vida.
La fe cristiana no se
impone. La fe se propone. La libertad es fundamental en el seguimiento de Jesús.
Los cristianos somos la Comunidad que come y bebe con Jesús en la mesa de la
Eucaristía. Una realidad sacramental que no mira exclusivamente a lo que sucedió
en la última Cena y en la Cruz, sino que nos proyecta hacia la otra orilla de
esa Vida Eterna, plenitud del Reino.
El pan de la Eucaristía
nos da fuerzas y nos reconforta en el camino de la vida. No podemos prescindir
de Jesús, de experimentar cada día su cercanía y amor. Sabemos que en el empeño
nunca estamos solos. Él cumple su promesa y nos acompaña hasta la meta final.
miércoles, 18 de agosto de 2021
2021 AGOSTO MEDITACIÓN
EUCARISTICA
En este momento de reflexión, delante de ti Jesús sacramentado, nos gustaría elevar nuestros pensamientos y nuestros sentimientos y colocarlos junto a ti. Tu eres el único que nos comprende, que se preocupa de veras por casa uno de nosotros, que velas por nuestro bienestar y que nos cuidarás siempre, en cualquier circunstancia de la vida en la salud y en la enfermedad.
Solo en ti
podemos sentirnos confiados y seguros de que nunca nos defraudarás, que siempre
estaremos contigo y tú con nosotros y que nos llevarás sobre las palmas de tus
manos.
La leyenda de
la mariposa azul: Cuenta
esta leyenda oriental de la mariposa azul, que hace muchos años, un hombre
enviudó y quedó a cargo de sus dos hijas. Las niñas eran muy curiosas,
inteligentes y siempre tenían ansias de aprender. Constantemente asediaban a su
padre con preguntas. A menudo el hombre podía responder sabiamente, sin
embargo, en ocasiones no estaba seguro de poder ofrecerles a sus hijas una
respuesta acertada.
Viendo la inquietud de las dos niñas, decidió
enviarlas una temporada a convivir con un sabio que vivía en lo alto de una
colina. El sabio era capaz de responder a todas las preguntas que las pequeñas
le planteaban, sin ni siquiera dudar. Pero, un día, las hermanas idearon una
pícara trampa para medir la sabiduría del sabio. Decidieron realizarle una
pregunta que fuese incapaz de responder.
La pregunta imposible
La mayor salió al campo y atrapó una mariposa azul,
envolviéndola en su delantal para que no se escapase. A continuación, comenzó a
explicarle a su hermana cuál sería el proceder.
“Mañana, mientras sostengo la mariposa azul en mis
manos, le preguntaremos al sabio si está viva o muerta. Si responde que está
viva, apretaré mis manos y la mataré. En cambio, si afirma que está muerta, la
liberaré y volará libre. De esta forma, sea cual sea su respuesta, siempre será
incorrecta”.
A la mañana siguiente las niñas acudieron al sabio,
deseosas de hacerle caer en su trampa, y le formularon la pregunta. Pero el
hombre sonrío tranquilo y calmado y procedió a responder: “depende de ti, ella
está en tus manos...
La historia de
la mariposa azul nos recuerda que él presente y el futuro están en nuestras
manos. Dios ha dejado el destino de nuestra vida en nuestras manos, no
depositemos nuestro destino en manos de nadie, no les des el poder de decidir
aplastarte o dejarte volar. Solo tú mereces el privilegio de decidir.
El presente y
el futuro están en nuestras manos, tenemos la responsabilidad de hacernos cargo
de ellos. Pero también el poder de crear algo maravilloso para nosotros mismos.
No deleguemos en nadie la delicada tarea de hacernos felices. Muchas veces
depositamos nuestras esperanzas y anhelos en otra persona e, invariablemente,
salimos decepcionados. Buscamos en otros el amor, el apoyo y el respeto que no
nos damos a nosotros mismos.
Es necesario
que salgamos del papel de víctima, que dejemos de culpar a los otros, a las
circunstancias o a la suerte de lo que nos sucede. Tomemos las riendas y
dirijamos nuestro camino sin miedo., junto a Jesús no hay miedo. Muchas de las
decisiones que tomarás serán acertadas, y otras muchas, incorrectas. Entonces,
agradece las primeras y aprende de las segundas.
La vida es un continuo
aprendizaje infinito. Aprendamos y enfoquémonos en apreciar cómo cada
acontecimiento de nuestra vida nos convierte en el ser que somos. No temas
volver a equivocarte, cada tropiezo nos perfecciona.
Todos tenemos
derecho a fallar, a cometer errores, a cambiar de opinión. Pero con la fuerza
del perdón y de la misericordia de Dios veremos nuestras posibilidades.
Atrevámonos a transformar nuestra realidad.
Cada uno de
nosotros somos la persona más importante de nuestra vida. Tu eres quién más te
necesita, no te abandones, no te dejes para después. Si lo haces estarás
renunciando al hermoso regalo de disfrutar tu existencia como regalo y don de
Dios. Amén.
sábado, 7 de agosto de 2021
2021
AÑO B TIEMPO ORDINARIO XIX
Seguimos con el discurso del pan de vida. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”.
Este es el poder del lenguaje de Jesús, su misterio y su historia expresados
no con razonamientos sino a través de imágenes: pan, vivo, descenso, cielo.
Cuatro palabras metafóricas, que indican movimiento, experiencia, sabor y
horizontes. No explican el misterio, pero te hacen vibrar, es un misterio
gozoso para disfrutar y saborear. El pan del que habla no es el que sale del
horno, es mucho más: es el símbolo de todo lo que nos hace bien y nos mantiene
con vida.
Los judíos comenzaron a murmurar contra Jesús, ¿cómo?
No es el hijo de José, como dice que ha bajado del cielo. Ellos esperaban que Dios
todopoderoso debería hacer cosas, como milagros solares poderosos, definitivos,
evidentes. Pero Dios no hace espectáculos.
Jesús es mucho más sencillo es pan que desciende del
cielo. Y desciende, por mil calles, en cien caminos, como pan viene a mí ahora,
en este momento, y continuamente. Puedo optar por no tomarlo como comida, pero
desciende incansablemente, me envuelve de fuerza positiva.
El Evangelio de hoy se articula en torno al verbo
comer. Un gesto tan sencillo y cotidiano, pero tan vital y poderoso, que Jesús
lo eligió como símbolo del encuentro con Dios. El Pan que desciende del cielo
es Dios como un asunto vital para el hombre. El pan que comes te hace vivir, y
luego vives de Dios y comes su vida, sueñas sus sueños, prefieres los que él
prefirió. Son mordiscos de cielo.
Qué ejemplo tan maravilloso del pan. El pan es el
único, entre los alimentos, que nunca da náuseas; se come a diario y cada vez
agrada su sabor. Va con todos los alimentos. Las personas que sufren hambre no
envidian a los ricos su caviar, o el salmón ahumado; envidian sobre todo el pan
fresco.
Cuando este pan llega al altar y es consagrado
ocurre la transustanciación. La palabra transformación: significa pasar de una
forma a otra, transustanciación pasar de una sustancia a otra. Una persona sale
de la peluquería, con un peinado completamente nuevo: Sale transformada. Ha
cambiado su forma y aspecto externo, pero no su ser profundo ni su
personalidad. Si era inteligente lo sigue siendo; si no lo era, tampoco lo es
ahora. Ha cambiado la apariencia, no la sustancia.
En la Eucaristía sucede exactamente lo contrario:
cambia la sustancia, pero no la apariencia. El pan es transustanciado, pero no
transformado; las apariencias (forma, sabor, color, peso) siguen siendo las de
antes, mientras que cambia la realidad profunda: se ha convertido en el cuerpo
de Cristo. Se ha realizado la promesa de Jesús: El pan que yo daré es mi carne
para la vida del mundo.
La expresión “vida eterna” no significa simplemente una vida
de duración ilimitada después de la muerte, sino una vida de profundidad y calidad
nuevas, una vida que pertenece al mundo definitivo. Una vida plena que va más
allá de nosotros mismos, porque es ya participación en la vida de Dios.
Sabemos que hemos
pasado de la muerte a la vida cuando amamos a nuestros hermanos 1Juan 3.
Pero no se trata de amar porque nos han dicho que amemos,
sino porque nos sentimos radicalmente amados. Y porque creemos con firmeza que hay
una vida, una plenitud, un dinamismo, una libertad, una ternura que el mundo no
puede dar, solo Jesucristo.
miércoles, 4 de agosto de 2021
MEDITACIÓN EUCARISTICA
Aquí estamos Jesús una tarde más para tener este momento de oración y meditación contigo. Queremos parar nuestra frenética vida y descansar un poco contigo. Estar a tu lado nos relaja y nos suscita la energía perdida a lo largo del desgaste de la vida. A veces creemos que tenemos que hacer tantas cosas y además importante que perdemos de vista los pequeños detalles, los pequeños gestos de amor que sin duda tu agradeces y valoras más que todos otros montajes realizados en tu nombre. El amor está y se manifiesta en los pequeños detalles. En un abrazo, una mirada, en leer un libro a tu lado, en sentarnos y pensar en ti, en estar esperando tu llamada, en sentir felicidad al oler tu pan recién hecho, en sonreír porque de pronto acuden a mí grandes recuerdos…
Sin todos esos
pequeños detalles el amor no sería amor, sería la nada. Porque esto es lo que
refleja que nos amamos y, sobre todo, que nos conocemos. El amor es esa
aventura de conocerte y conocernos entre nosotros.
Tratamos de
llegar a lo más alto y de ofrecerte detalles costosos sin darnos cuenta de que
lo más simple es lo más valioso.
La rutina en
el amor no es mala, lo malo es el aburrimiento y la falta de emoción. En la
rutina, cualquier detalle puede convertirse en un gran recuerdo. En la vida
cotidiana hay instantes repletos de magia
Escuchemos esta pequeña historia. El regalo de una
pastilla de jabón
Un muchacho pobre, de alrededor de doce años de
edad, vestido y calzado de forma humilde, entró en una tienda, eligió un jabón común
y le pidió al propietario que se lo envolviera para regalo.
- "Es para mi madre", dijo con orgullo.
El dueño de la tienda se conmovió ante la sencillez
de aquel regalo.
Miró con piedad a su joven cliente y, sintiendo una
gran compasión, tuvo ganas de ayudarlo.
Pensó que podría envolver, junto con el jabón tan
sencillo, algún artículo más significativo. Sin embargo, estaba indeciso:
miraba al muchacho, miraba los artículos que tenía en su tienda, pero no se
decidía. ¿Debía hacerlo o no? El corazón decía que sí, pero la mente que no.
El muchacho, notando la indecisión del hombre, pensó
que estuviera dudando de su capacidad de pagar. Llevó la mano al bolsillo, y
sacó las moneditas que tenía y las puso en el mostrador.
Continuaba el conflicto mental. ya había concluido
que, si el muchacho pudiera, le compraría algo mucho mejor a su madre.
Recordó a su propia madre. Había sido pobre y muchas
veces, en su infancia y adolescencia, también había deseado regalarle algo a su
madre. Cuando consiguió empleo, ella ya había fallecido. El muchacho, con aquel
gesto, estaba tocando lo más profundo de sus sentimientos.
Del otro lado del mostrador, el chico empezó a
ponerse ansioso.
- Impaciente, le preguntó: "¿señor, falta
algo?"
- "No", contestó el propietario de la tienda.
"Es que de repente recordé a mi madre. Ella se murió cuando yo todavía era
muy joven. Siempre quise darle un regalo, pero, desempleado, nunca logré
comprar nada."
Con la espontaneidad de sus doce años, el muchacho
le preguntó: -"¿Ni un jabón?"
El hombre se calló.
Envolvió el sencillo jabón con el mejor papel que
tenía en la tienda, le puso una hermosa cinta de colores y se despidió del
cliente sin hacer ningún comentario más.
A solas, se puso a pensar. ¿Cómo nunca se le había
ocurrido darle algo pequeño y sencillo a su madre? Siempre había pensado que un
regalo tenía que ser algo significativo, tanto que, minutos antes, sintiera
piedad de la humilde compra y había pensado en mejorar el regalo adquirido. Conmovido,
entendió que ese día había recibido una gran lección.
Junto al jabón
del muchachito, lo acompañaba algo mucho más importante y grandioso, el mejor
de todos los obsequios: SU AMOR. No importa el regalo sino el amor con que se
da. Ese es el amor que hoy Jesús queremos ofrecerte, los pequeños detalles de
nuestro amor. Amén
domingo, 1 de agosto de 2021
2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO XVIII
El evangelio de Juan nos anima a buscar el alimento que perdura. Y nos señala que Jesús es ese “pan”, ese alimento que merece la pena. Creer en él no es algo teórico. Implica vivir como él vivió. Y quien sigue sus pasos, camina hacia la auténtica Vida.
Jesús acaba de realizar
el "signo" más importante para él, el pan compartido, pero sin
embargo es el el menos comprendido. De hecho, la gente lo busca, lo alcanza y
le gustaría agarrarlo como garantía contra cualquier hambre futura. Sería un
chollo tener a Jesús como nuestro Señor si nos da de comer cuando tenemos
hambre, nos cura de cualquier enfermedad, si orienta nuestras vidas y las
dirige…
Cuando el pueblo le
hace la pregunta: ¿cómo y cuándo has llegado aquí? no contesta. Él rechaza este
tipo de seguimiento.
El signo que él ha
hecho, la multiplicación de los panes y peces es una señal del compartir, pero
ellos vieron en ella solo la satisfacción del apetito. Esa búsqueda de Jesús no
es correcta, solo pretenden seguridades. Jesús va directamente al grano y
desenmascara su intención. No le buscan a él sino el pan que les ha dado. No le
buscan por conseguir un futuro más humano.
El Evangelio de Jesús
no aporta pan recién cocido, sino levadura suave y poderosa al corazón de la
historia, para hacerla fluir hacia arriba, hacia la vida indestructible. Ante
ellos Jesús anuncia su afirmación absoluta: ¡como sacié tu hambre por un día,
así puedo llenar las profundidades de tu vida! Y no pueden seguirlo.
También nosotros, que
somos unas criaturas de la tierra, preferimos el pan inmediato, concreto. Hay
tanta hambre en el mundo que para muchos Dios sólo puede tener la forma de un
pan. Entonces comienza un malentendido. Jesús responde dibujando el rostro
amistoso de Dios frente a ellos: Como una vez les dio el maná, así Dios todavía
les da hoy. Dos palabras muy simples, pero clave de la revelación bíblica:
nutrir la vida es obra de Dios, Dios no pide, Dios da. No finge, ofrece. Dios
no exige nada, lo da todo. Pero, ¿qué da exactamente el Dios de Jesús? Él no da
nada de cosas materiales, él nos da su fuerza, su Espíritu, coraje, valentía y
tenacidad.
Por eso Jesús es el que
da vida, el regalo de Dios, es Dios que se da a sí mismo: Yo soy el pan de
vida. De sus manos la vida fluye ilimitada e imparable. Pedro lo confirmará un
poco más adelante: Señor, ¿a quién
iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna.
Dios ofrece una cálida
corriente de amor que entra y hace florecer las raíces de todo ser humano. Y
así nos convirtamos en dadores de vida. Hay que creer en el enviado. En el corazón
de la fe está la tenaz y dulce confianza de que el rostro de Dios es Jesús: el rostro
más luminoso del ser humano, libre como nadie, cura el desamor, ayudando a
convertirnos en lo máximo que podemos ser. No hay nada amenazante en Jesús,
sólo brazos abiertos que protegen y guardan y nos hace crecer con ternura
combativa, contra todo lo que hiere la vida.