MEDITACIÓN EUCARISTICA
Aquí estamos Jesús una tarde más para tener este momento de oración y meditación contigo. Queremos parar nuestra frenética vida y descansar un poco contigo. Estar a tu lado nos relaja y nos suscita la energía perdida a lo largo del desgaste de la vida. A veces creemos que tenemos que hacer tantas cosas y además importante que perdemos de vista los pequeños detalles, los pequeños gestos de amor que sin duda tu agradeces y valoras más que todos otros montajes realizados en tu nombre. El amor está y se manifiesta en los pequeños detalles. En un abrazo, una mirada, en leer un libro a tu lado, en sentarnos y pensar en ti, en estar esperando tu llamada, en sentir felicidad al oler tu pan recién hecho, en sonreír porque de pronto acuden a mí grandes recuerdos…
Sin todos esos
pequeños detalles el amor no sería amor, sería la nada. Porque esto es lo que
refleja que nos amamos y, sobre todo, que nos conocemos. El amor es esa
aventura de conocerte y conocernos entre nosotros.
Tratamos de
llegar a lo más alto y de ofrecerte detalles costosos sin darnos cuenta de que
lo más simple es lo más valioso.
La rutina en
el amor no es mala, lo malo es el aburrimiento y la falta de emoción. En la
rutina, cualquier detalle puede convertirse en un gran recuerdo. En la vida
cotidiana hay instantes repletos de magia
Escuchemos esta pequeña historia. El regalo de una
pastilla de jabón
Un muchacho pobre, de alrededor de doce años de
edad, vestido y calzado de forma humilde, entró en una tienda, eligió un jabón común
y le pidió al propietario que se lo envolviera para regalo.
- "Es para mi madre", dijo con orgullo.
El dueño de la tienda se conmovió ante la sencillez
de aquel regalo.
Miró con piedad a su joven cliente y, sintiendo una
gran compasión, tuvo ganas de ayudarlo.
Pensó que podría envolver, junto con el jabón tan
sencillo, algún artículo más significativo. Sin embargo, estaba indeciso:
miraba al muchacho, miraba los artículos que tenía en su tienda, pero no se
decidía. ¿Debía hacerlo o no? El corazón decía que sí, pero la mente que no.
El muchacho, notando la indecisión del hombre, pensó
que estuviera dudando de su capacidad de pagar. Llevó la mano al bolsillo, y
sacó las moneditas que tenía y las puso en el mostrador.
Continuaba el conflicto mental. ya había concluido
que, si el muchacho pudiera, le compraría algo mucho mejor a su madre.
Recordó a su propia madre. Había sido pobre y muchas
veces, en su infancia y adolescencia, también había deseado regalarle algo a su
madre. Cuando consiguió empleo, ella ya había fallecido. El muchacho, con aquel
gesto, estaba tocando lo más profundo de sus sentimientos.
Del otro lado del mostrador, el chico empezó a
ponerse ansioso.
- Impaciente, le preguntó: "¿señor, falta
algo?"
- "No", contestó el propietario de la tienda.
"Es que de repente recordé a mi madre. Ella se murió cuando yo todavía era
muy joven. Siempre quise darle un regalo, pero, desempleado, nunca logré
comprar nada."
Con la espontaneidad de sus doce años, el muchacho
le preguntó: -"¿Ni un jabón?"
El hombre se calló.
Envolvió el sencillo jabón con el mejor papel que
tenía en la tienda, le puso una hermosa cinta de colores y se despidió del
cliente sin hacer ningún comentario más.
A solas, se puso a pensar. ¿Cómo nunca se le había
ocurrido darle algo pequeño y sencillo a su madre? Siempre había pensado que un
regalo tenía que ser algo significativo, tanto que, minutos antes, sintiera
piedad de la humilde compra y había pensado en mejorar el regalo adquirido. Conmovido,
entendió que ese día había recibido una gran lección.
Junto al jabón
del muchachito, lo acompañaba algo mucho más importante y grandioso, el mejor
de todos los obsequios: SU AMOR. No importa el regalo sino el amor con que se
da. Ese es el amor que hoy Jesús queremos ofrecerte, los pequeños detalles de
nuestro amor. Amén
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