2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO XXI
Algunos se habrán
escandalizado como aquellos de los que hoy nos habla el Evangelio. Son duras
estas palabras. También había sido duro para el joven rico: vender todo lo que
tienes y dárselo a los pobres. Duras palabras en el monte: Bienaventurados los
perseguidos, Bienaventurados los que lloran. Pero en una Iglesia, en la que
cada vez somos menos, al menos en la vieja Europa, sigue vigente la pregunta de
Jesús: ¿También vosotros queréis marcharos?
Nadie había hablado
nunca de Dios así: un Dios que no derrama sangre, sino que derrama su propia
sangre; un Dios que va a morir de amor, que se hace pequeño como un trozo de
pan, se convierte en alimento para el hombre.
El maestro no trata de
detenerlos, de convencerlos, no les suplica: eres libre, vete o quédate, ¡pero
elige! Yo también estoy llamado a elegir de nuevo, ir o quedarme. Y la
estupenda respuesta de Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Solo tú tienes palabras
de vida eterna. Tu solo. Dios solo.
Es un hermoso comienzo:
Tu solo. No hay nadie más a quien confiar la vida. Solo tú tienes palabras:
Dios tiene palabras, el cielo no está vacío y mudo, y su palabra es creadora,
abre caminos y abre caricias y fuegos. Solo tú tienes las palabras de vida.
Palabras que dan vida, a cada parte de nosotros. Le dan vida al corazón, le dan
coraje y horizontes, derriten la dureza. Dan vida a la mente porque la mente
vive de la libertad y la verdad, y tú eres la verdad que te libera. Vida al
espíritu, a esta parte divina depositada en nosotros, a esta porción de cielo
que nos compone. Palabras de vida eterna, que traen la eternidad como regalo a
todo lo más bello de nuestro corazón. Que finalmente dan vida a la vida.
La fe cristiana no se
impone. La fe se propone. La libertad es fundamental en el seguimiento de Jesús.
Los cristianos somos la Comunidad que come y bebe con Jesús en la mesa de la
Eucaristía. Una realidad sacramental que no mira exclusivamente a lo que sucedió
en la última Cena y en la Cruz, sino que nos proyecta hacia la otra orilla de
esa Vida Eterna, plenitud del Reino.
El pan de la Eucaristía
nos da fuerzas y nos reconforta en el camino de la vida. No podemos prescindir
de Jesús, de experimentar cada día su cercanía y amor. Sabemos que en el empeño
nunca estamos solos. Él cumple su promesa y nos acompaña hasta la meta final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario