2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO XXII
La mejor guía para crecer en la fe y ser buenos cristianos es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no puede ser solamente escuchada, hemos de dejarla que anide en nuestro corazón, en nuestro interior, para que nos de vida. Este es el núcleo de las lecturas de hoy: vivir de este modo es vivir con sabiduría e inteligencia, nos dirá la primera lectura.
Ser cristiano es
cuestión de sabiduría, de la sabiduría que nace del corazón, de la experiencia,
del silencio, de la escucha. Todo lo demás no interesa. En el evangelio
encontramos una forma de engañarnos que estaba tan presente en tiempos de Jesús
como hoy: hacer las obras, pero sin poner el corazón en ellas. Esto era lo que
vivían los escribas y fariseos, y lo que muchas veces hacemos nosotros para no
complicarnos la vida.
Esta vez la cuestión
era “lavarse las manos antes de comer”. Cuántas veces la palabra humana sustituye
a la Palabra de Dios. Cuántas veces la tradición o la costumbre ocultan el
verdadero sentido de los gestos, acciones o palabras.
Jesús pretende desenmascarar
el engaño y la manipulación: es más importante la pureza del corazón y de la
conciencia, lo que nace del interior, que la mera observancia exterior. Jesús
no pretende quitar importancia al cumplimiento de la Ley, pero recuerda que
ésta está al servicio de la persona, de su libertad, de su crecimiento, de su
amor.
Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón
está lejos. Jesús vino al mundo
real donde la vida llora y ríe, ¿y qué encuentra? Personas que relacionan la
religión con normas, lavado de manos y platos, con prácticas externas.
En lugar de
desanimarse, Jesús se convierte en un eco del antiguo grito de los profetas: la
verdadera religión es iluminar el corazón con la verdadera imagen del Padre. Del
corazón de los hombres salen las malas intenciones de ahí la necesidad de
regresar al corazón. Hay que pasar de una religión de prácticas externas a una
religión de interioridad, porque Dios está cerca: "Fuera de mí te buscaba
y estabas dentro de mí "(San Agustín).
Volver al corazón: el
término corazón aparece casi mil veces en la Biblia, no es solo el lugar de los
sentimientos y la afectividad, sino que es el lugar donde nacen las acciones y
los sueños, donde se elige la vida o la muerte, donde se es sincero y libre,
donde la atracción de Dios se apodera, seduce y arde. Pero en el corazón del
hombre está todo: raíces de veneno y frutos de luz; campos de buen grano y
malas hierbas.
La acción decisiva está
en evangelizar el corazón, en fecundar con el Evangelio nuestras durezas,
intolerancias y oscuros deseos e ídolos enmascarados. Evangelizar significa
entonces enviar un mensaje alegre al corazón, diciéndole que con Jesús: se
puede vivir mejor, el secreto: un corazón libre y en movimiento, que crece hacia
más amor, más conciencia, más libertad.
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