sábado, 11 de septiembre de 2021

2021 AÑO B TIEMPO 

ORDINARIO XXIV

Jesús hace la pregunta crucial, importante, una pregunta decisiva a sus discípulos: ¿y vosotros quién decís que soy? Sus preguntas son chispas que encienden, que pone en marcha un movimiento interior que abre caminos y crecimientos.

Esta pregunta sigue hoy en pie ¿Quién es Jesús para nosotros? No vivimos tiempos fáciles. Si nuestra respuesta no es verdadera y sólida seguiremos perdiendo credibilidad. Jesús debe ser la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos.

A Jesús le interesa lo que decimos nosotros, no tanto la gente o la sociedad.  En el fondo la pregunta es ¿qué significo para ti? Él no busca palabras, busca personas; no autodefiniciones, sino participación: En el fondo Cristo está vivo solo si está vivo dentro de nosotros. Nuestro corazón puede ser la cuna o la tumba de Dios, puede hacer grande o pequeño lo inmenso. Cristo no es lo que digo de él, sino lo que vivo de Él. Cristo no son mis palabras, sino lo que arde en mí por él.

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” No es para llevar a cabo un sondeo de opinión para saber hasta dónde llega su popularidad. Es una pregunta que nos sitúa a cada uno a un nivel más profundo. A mucha gente no le interesa. Así de sencillo. No les dice nada; Cristo ha desaparecido del horizonte real de estas personas. Viven ocupados y enfrentados a los problemas de cada día.

La respuesta de Pedro: Tu eres el Mesías, el enviado de Dios.

Jesús le aclara que significa eso, no todo es gloria y triunfalismo sino todo lo contrario. Los discípulos no sabían lo que significaba seguir a Jesús de cerca, compartir su Proyecto y su destino. Por ello Marcos dice que Jesús empezó a instruirlos que debía sufrir mucho. No es una enseñanza más, sino algo fundamental que ellos tendrán que ir asimilando poco a poco.

No les quiere ocultar nada. Tienen que saber que el sufrimiento los acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al Reinado de Dios.

Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Fue el primero en confesarlo como Mesías y ahora era el primero en rechazarlo. Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el Tentador del desierto que buscaba apartarlo de la voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos y «reprende» literalmente a Pedro. Quiere que todos escuchen bien sus palabras. “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga”, que acepte el esfuerzo de vivir de acuerdo con sus enseñanzas y con sus obras. Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomarla en serio. Renunciar a proyectos o planes que se oponen al Reinado de Dios y aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.

Y es que solo seremos testigos creíbles: si nuestra pasión convence; si nuestro amor fascina; si nuestra justicia arriesga; si nuestra fe contagia; si nuestra vida apunta hacia Él.
 

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