2021 AÑO C TIEMPO DE ADVIENTO IV
María partió
rápidamente, Una santa decía que los amantes
vuelan. Aquí está el genio femenino: la alianza con otra mujer, Elizabeth.
Sola no sabe si podrá cargar con el peso del misterio, del milagro. En cambio,
juntas revivirán la casa de Dios.
María corre ligera,
cargada de vida nueva, con ese peso dulce en sus entrañas. Demuestra que es una
joven que emana libertad y apertura: Al entrar en la casa de Zacarías, saludó a
Isabel.
Donde llega Dios desciende
una bendición, una fuerza de vida que se extiende desde arriba, que produce
crecimiento y futuro humano, como en la primera de todas las bendiciones: Dios
los bendijo y les dijo "creced y multiplicaos" (Gn 1, 28).
Encuentro entre dos
mujeres y sus hijos en los senos de ambas, produce un calambre que hace saltar
la criatura de Isabel; "el niño saltó de alegría". La santidad de
Dios ya no está en el templo, está allí, en la carne de estas mujeres. En la
danza de los vientres, en la carne de dos mujeres, la humanidad y la divinidad
se entrelazan ahora.
Dos mujeres que son las
primeras profetisas del Nuevo Testamento, y nos las imaginamos acercándose con
los brazos abiertos, creando un circulo de amor. Surge el canto del magníficat que
no nace en la soledad, sino en el abrazo de dos mujeres, en el espacio de los
afectos.
De María e Isabel
también aprendemos el arte del encuentro: la prisa de María es acogida con una
bendición. Un viento de bendición debería abrir cualquier diálogo que quiera
ser creativo. A los que comparten el camino y la casa conmigo, a los que me
traen un misterio, a los que me dan un abrazo, a los que me han dado tanto en
la vida, les repetiré la primera palabra de Isabel: Bendita seas, Dios me
bendice con tu presencia, que te bendiga con mi presencia.
Bendita tú entre las
mujeres. La bendición se extiende a todas las mujeres, a todas las hijas de
Eva, a todas las madres del mundo, a toda la humanidad femenina. Y benditos los
que creyeron. La primera de las muchas bienaventuranzas del Evangelio resuena y
envuelve la fe de María: la fe es el gozo de vivir, un placer humilde, manso y
poderoso de existir y florecer, bajo el sol de Dios.
La narración de la visita
de María a Isabel nos dice que cada uno de nuestros viajes hacia el otro, todas
nuestras visitas, realizadas o aceptadas, tienen el paso de Dios y el sabor de
una bendición.
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