2021 NAVIDAD MEDITACIÓN EUCARISTICA: LOS GANSOS
Señor se
acerca la Navidad, el día en que tú apareciste en medio de nosotros como una
débil criatura. En esta tarde queremos comprender el misterio profundo de la
Navidad y empaparnos de esa realidad para que la podamos celebrar con plena
consciencia.
LOS GANSOS: Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No
tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades
religiosas, como la Navidad.
Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus
hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos
de su marido.
Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se
disponía a llevar a los hijos a la misa vespertina de la parroquia de la
localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él
se negó.
- ¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a
rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez! Los
niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.
Un momento después, los vientos empezaron a soplar
con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo
lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió
relajarse sentado ante la chimenea.
Al cabo de un rato, oyó un gran golpe; algo había
golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera,
pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó a
amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la
ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo
visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos
por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella
finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el
campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo
que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.
Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.
- Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-.
Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.
Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en
par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que
estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear
dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia
del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre
intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se
alejaran más.
Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue
partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los
gansos no entendieron.
El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras
ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió
fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el
granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero,
donde estarían abrigados y seguros.
- ¿Por qué no me siguen? -exclamó- ¿Es que no se dan
cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada? Reflexionando
por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser
humano.
- Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría
salvarlos -dijo pensando en voz alta.
Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al
establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos,
paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso
voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por
una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.
El campesino se quedó en silencio por un momento,
mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le
resonaban en la cabeza:
- Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría
salvarlos!
Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer
aquel día:
- ¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué
ridiculez!
De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió
que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos
como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios
hizo que Su Hijo se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por
consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había
sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.
Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora
nevada, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto
comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra.
Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad.
Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: "¡Gracias
Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"
Te deseamos
Señor que nazcas de nuevo en nuestros corazones y que la Navidad inunde con su
amor los corazones de todos los hombres e ilumine los objetivos de nuestra
sociedad e instituciones para el bien y la paz. Amén.
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