2021 AÑO C NAVIDAD - NOCHEBUENA
Queridos hermanos en
esta noche buena hemos oído al ángel que les dijo: os traigo una buena noticia
Navidad
vuelve a ser, hoy igual que ayer, buena noticia, apertura a lo que nace, acogida
de lo que llega, abrazo de lo herido,
ternura para con lo vulnerable, aumento de alegría, desbordamiento de la esperanza; en
definitiva, asombro desmedido por un
Dios que se nos ‘avecina’ en nuestra carne, en nuestro sentir. Un Dios que
se va a dejar adorar, pero sobretodo
amar y lo va a hacer al modo humano.
Para vivir esto hace
falta detenerse, hace falta capacidad de asombro, hace falta silenciamiento de todo lo demás, precisamente ahora, que todo lo
demás, mete más ruido que nunca. Ante Dios
hecho hombre necesitamos volver a recuperar el vértigo, el escalofrío,
el estremecimiento. Con san Agustín
gritemos al hombre de hoy: ¡despierta
cristiano: ¡Dios se ha hecho Hombre por
ti!
La Navidad es una buena
noticia desmesurada de humanidad y de
divinidad. Vivir la Navidad es volver al origen, a nosotros mismos como
individuos y como Iglesia. Celebrar la Navidad es recordarnos unos a otros que
es posible el encuentro con Cristo, con el Dios hecho hombre por nosotros.
El evangelio en esta
noche nos habla de todo ello: No hay miradas estrechas en los planes de Dios; No
hay obstáculos imposibles en la encarnación de Jesús. Lo que hallamos es disponibilidad en la dificultad, acogida en lo novedoso, adoración en la pobreza, música en la
oscuridad de la noche, esperanza en
todos y cada uno de los que contemplaron lo que nacía:
- María y José que
solo cumplían la ley, intentando vivir lo inefable de su embarazo con lo
cotidiano de lo histórico y social;
- Los pastores solo dormitaban una noche más el silencio rutinario y
sereno de una cotidiana pobreza e intemperie, cuando supieron acoger la novedad del anuncio.
- El mismo Dios que abajándose a lo pequeño supo dejarse mecer sin
abalorios y comodidades, supo dejarse ver en la vulnerabilidad de un bebe.
En todos ellos rezuma una actitud: la de saber contemplar, la de saber
detenerse a lo importante, la de ser
capaz de leer, sentir, vivir y creer la fragilidad de un niño como la
esperanza cumplida de cualquier hombre o mujer de ayer y de hoy.
En esta Nochebuena: caminemos
con María y José a Belén, con los pastores al pesebre, hasta el umbral y saber
detenerse allí. Lo más difícil de una
peregrinación es saber disfrutar del encuentro final, porque ahí es donde
empieza la vida y la vivencia. La fe
superficial al arribar a una meta, cierra el caso, para dar vuelta la página. La
fe que ama, al llegar a la meta sabe permanecer en ella.
Muchos contemporáneos
de Jesús no descubrieron algo admirable en un niño acostado en un pesebre,
porque ni siquiera lo vieron. Y eso es, a veces, lo que asusta un poco. Vivamos
la Navidad.
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