sábado, 8 de enero de 2022

2022 AÑO C BAUTISMO DEL SEÑOR

Jesús, el Hijo encarnado de Dios, es el gran regalo del Padre al mundo en su totalidad, no solo a los cristianos. No lo acogemos de manera egoísta o interesada, sino descubriendo en él, con emoción y gozo grande, el amor y la cercanía de Dios a todo ser humano. El amor de Dios acompaña a todos sus hijos. Dios no es propiedad de los cristianos. No ha de ser acaparado por ninguna religión.

Dice Juan que Jesús es el más fuerte, porque habla al corazón. Todas las demás son voces que vienen de afuera, la suya es la única que juega en medio del alma y habla palabras de vida.

Su fuerza es bautizar, que significa sumergir al hombre en el océano del Absoluto, y ser imbuido de Dios, imbuido de su aliento, y convertirse en hijo. Su fuerza es una fuerza generadora, una fuerza liberadora y creadora, como un viento que hincha las velas, un fuego que da un calor inesperado.

Él los bautizará en Espíritu Santo y fuego. El soplo vital y el fuego de Dios entran en mí, poco a poco me moldean, transforman pensamientos, afectos, proyectos, esperanzas, según la dulce, exigente y tranquilizadora ley del verdadero amor. Y luego me instan a cruzar al mundo, trayendo viento y fuego a mi vez, trayendo libertad y calor, energía y luz. Jesús estaba en oración y he aquí, el cielo se abrió. La belleza de este detalle: el cielo que se abre. ¡La belleza de la esperanza! Y nosotros que pensamos y actuamos como si los cielos se cerraran de nuevo sobre nuestra tierra. Pero los cielos están abiertos y podemos comunicarnos con Dios: levanta los ojos y puede escuchar, habla y es escuchado.

Tú eres mi Hijo, el amado, en ti me complazco. La voz anuncia tres cosas,

- Hijo: Dios es poder de generación, que como toda semilla genera según su género. Todos somos hijos de Dios en el Hijo, fragmentos de Dios en el mundo.

- Amado: Antes de actuar, antes de hablar somos amados, lo sepamos o no, amor inmerecido, incondicional, unilateral, asimétrico. Amor que anticipa y que es independiente de todo.

- Mi complacencia. Mi alegría, mi hijo, te miro y soy feliz. El Padre que me dice con ternura y fuerza: hijo, mi amor, mi alegría, debemos sentirnos como hijos preciosos y que dan vida.

Muchos fueron bautizados, pero no lo viven, son personas que poco a poco han arrinconado a Dios de su vida. Dios no cuenta en absoluto para ellas a la hora de orientar y dar sentido a su existencia. Casi sin darnos cuenta, un ateísmo práctico se ha ido instalando en el fondo de nuestra sociedad y en el corazón de muchos de nuestros hermanos. Todo eso les parece un problema extraño que es mejor dejar de lado para asentar la vida sobre bases más realistas.

La pena es que no ha descubierto qué significa “ser bautizado con el Espíritu de Jesucristo”. Encontrar a Dios significa sabernos acogidos por él en medio de la soledad; sentirnos consolados en el dolor y la depresión; reconocernos perdonados del pecado y la mediocridad; sentirnos fortalecidos en la impotencia; vernos impulsados a amar y crear vida en medio de la fragilidad.

 

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